El wéstern destilado de Lisandro Alonso: "Si Estados Unidos no hace nada por cambiar las reservas de indios es porque prefiere que se mueran todos y dar vuelta a la página"
Viggo Mortensen vuelve a ponerse a las órdenes del cineasta Lisandro Alonso para protagonizar una poética narración enfrentada de las condiciones de los pueblos indígenas y los nativos americanos de las reservas
Madrid Creada:
Última actualización:
Como en "Corso", aquel poema breve y quebradizo de Oliverio Girondo en el que las comparsas de Mar de Plata espiritualizan en un suspiro de papel de seda «su cansancio de querer ser feliz, que apenas tiene fuerzas para llegar a la altura de las bombitas de luz eléctrica», Lisandro Alonso proyecta ese intento de llegar al nivel de los farolillos dispersando con profundidad reflexiva su discurso sobre el ordenamiento desigual del mundo, sobre la injusticia emanada de un sistema fallido, pero queriendo aferrarse a la idea de que existe algo que todavía nos salva. O al menos, nos permite intentarlo. Ese algo, reside, en su caso, en el misterio natural que se esconde debajo de los árboles o cerca del lenguaje cifrado de los pájaros. Reside también en el cine, en la sala como catalizador de todas sus tormentas creativas y depositario esporádico de su puñado infinito de preocupaciones cotidianas para con las sociedades.
Este singularísimo cineasta argentino, habitual de Cannes y exponente de un estilo visual contemplativo lo suficientemente dilatado e hipnótico como para favorecer la pérdida de las coordenadas espaciotemporales, recibe a LA RAZÓN en el interior de una de las palaciegas salas de la Casa de América para conversar sobre las raíces de su último trabajo, "Eureka". Un portentoso relato protagonizado por Viggo Mortensen performado en solitario cowboy con sed de venganza y Chiara Mastroianni que adquiere forma de tríptico narrativo y donde el director de "Jauja" –cinta donde ya trabajó con Mortensen–, establece un viaje sensorial a través del tiempo (jugando con el propio cromatismo de las imágenes para diferenciar las épocas) con la denuncia explícita de la violencia colonial ejercida como parte esencial del subtexto y una interesante comparativa entre la voluntad de las comunidades indígenas de los indios de Latinoamérica y la supeditación obligada a la que están abocados los nativos americanos que viven en una parcela de tierra asignada por el gobierno estadounidense como la reserva de Pine Ridge, ubicada en Dakota del Sur.
"Vengo filmando a gente que vive como vivían los indios hace 400 años desde hace tiempo"Lisandro Alonso
"No me había planteado esto, me resulta interesante. Es difícil saber dónde queda uno cuando se pone detrás de lo observado. Te diría que en este caso lo hice desde un lugar de observación de ciertas realidades para después dejar que la gente haga sus propias conexiones. Hoy en día sabemos cómo decodificar cualquier imagen y lo que la película plantea en ese sentido son estas diferencias o contrastes que hay entre ser indio en Norteamérica y serlo en Latinoamérica. Vivimos en un lugar –prosigue expansivo el realizador– donde hay muchos latinoamericanos que piensan que van a vivir mejor en Estados Unidos o en un país del primer mundo europeo. Lo que trato de poner en evidencia aquí es que bueno, capaz que tal vez lo mejor es estar cerca de la naturaleza con muchos menos supuestos privilegios que estar en medio de un lugar que ni siquiera nos brinda protección y sobre todo a comunidades que son parte de su historia. Quería observar digamos eso. Vengo filmando a gente que vive como vivían los indios hace 400 años desde hace tiempo", indica Alonso cuando le preguntamos por el lugar despojado de privilegio desde el que intentar ponerse para filmar realidades desiguales como las que viven estos nativos en las reservas yanquis, traducidas históricamente como vertederos provisionales de la memoria fundacional de sus raíces.
Consciente de su posición de ventaja en el tablero de lo señalado, reconoce una empatía casi aspiracional para con el modo de vida de los indígenas ya que "siendo latinoamericano y argentino obviamente me considero de clase media en el sentido que fui al colegio, a la universidad, que tengo asistencia médica y demás, pero en el fondo no me siento tan diferente a esos indios que están ahí en la tercera parte de la película, que se despiertan todos los días y todavía se dan el gusto, el lujo de contar lo que sueñan ¿no? Y que viven felices con esos sueños que aunque quizás saben que no se van a hacer realidad. Creo que muchos todavía seguimos vivos en Latinoamérica porque el clima es bueno, porque si sufriéramos el frío de Norteamérica estaríamos todos muertos, no tendríamos recursos para sobrevivir", apostilla con una sardónica risa al final de la afirmación.
"En el fondo no me siento tan diferente a esos indios que se despiertan todos los días y todavía se dan el gusto, el lujo, de contar lo que sueñan"Lisandro Alonso
Y completa: "Con eso estamos contentos todavía porque creo que nosotros estamos mucho más incluidos dentro de un sistema cercano a la riqueza que provee la propia naturaleza que los indios de Norteamérica. Al final ellos viven arriba de una piedra donde no pueden producir y ya no sé si quieren producir o tienen la fuerza para generar medios de vida posibles para que sus hijos vivan mejor. Están muy desgastados mentalmente. He recorrido algunos lugares de Latinoamérica, no sé, y la gente que desciende de comunidades indígenas camina las mismas avenidas que los políticos que están a cargo. En Estados Unidos, toda esa gente que conocí en Pine Ridge no la veo caminando por la Quinta Avenida de Manhattan. Es como que están muy excluidos: por decisión propia y por decisión ajena. Es muy raro que esto suceda y que nadie tenga el deseo de cambiarlo. Al final son entre 30 y 70.000 habitantes los viven en esa reserva. Si Estados Unidos no hace nada por cambiarlo es porque prefiere que se mueran todos de una vez y dar vuelta a la página, no lo entiendo de otra manera. Si tratan así a su propia Historia, ¿qué se le puede pedir siendo un país del tercer mundo?", inquiere con tono desesperanzado.
En su condición prodigiosa de revisitación del wéstern, aunque reducirlo a eso resultaría absurdo e insuficiente en términos cinematográficos, "Eureka" eleva su propósito como artefacto de denuncia dentro de su concepción de homenaje narrativo y visual al elemento ancestral de los pueblos que todavía sangran. "Me pregunto, ¿qué es lo que nosotros como personas le podemos pedir a otro? ¿Qué es lo que yo le puedo pedir a mi vecino hoy en día? ¿Qué relación puedo tener con mi vecino? ¿Le puedo ayudar? ¿Quiere él ayudarme? ¿Cómo somos los seres humanos? ¿Cómo los interpreto a través de lo que veo? No confío mucho en las personas. Debe ser porque vengo de Argentina, pero no confío. Confío mucho más en lo que veo que en lo que se dice. Lo que veo no está muy bueno, no me gusta", aduce el cineasta en referencia a la actualidad alterada del mundo.
"Me quiero dar el gusto de seguir filmando y experimentando con gente que seguramente vive más a la sombra de un árbol que a la sombra de un edificio"Lisandro Alonso
A Lisandro Alonso lo que le seducen son las personas "que viven alejados de los semáforos, del confort y de las posibilidades que brindan estos sistemas democráticos en los cuales muchos elegimos vivir". Es precisamente por eso, por lo que "trabajar en películas como “Eureka” me hace seguir pensando en dónde quiero estar yo, cómo voy a querer vivir, dónde, con quién. Me quiero dar el gusto de seguir filmando y experimentando y creciendo con gente que seguramente vive más a la sombra de un árbol que a la sombra de un edificio", se despide notablemente cansado, tras una jornada de promoción intensa pero inconscientemente más cerca de llegar a las bombitas eléctricas de Girondo.