Álvaro Pombo: «Yo ya estoy para chapa y pintura»
El escritor, que reconoce que no se lo esperaba, recibe el Premio Cervantes 2024, dijo al conocer la noticia: «¡Vaya alegrón que me ha dado, ministro!»
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Álvaro Pombo, Premio Cervantes. Su nombre se encontraba en las quinielas que se barajaban, pero no era el primero, ni siquiera el que asomaba en la terna de la que todos hablaban durante estos días pasados. Sin embargo, es merecido, por su relevancia literaria, por su calado intelectual y su dimensión humana. Álvaro Pombo es un novelista de calidad, atípico, de mil aristas, con una notable formación filosófica, una vocación de poeta que no oculta ni disimular, un compromiso político evidente y una mirada sobre el entorno que es tan lúcida como ética. Y, además, es de conversación amena, de trato cercano y afable, y miembros de la Real Academia Española desde 2004, cuando ocupó el sillón «j» que dejó vacante a su muerte Pedro Laín Entralgo. Es autor de una bibliografía dilatada, en la que se conjuga, el ensayo, el cuento, siempre inasible y difícil, la novela y la poesía. Su nombre siempre estará vinculado a títulos sobresalientes de la literatura contemporánea moderna, como «El héroe de las mansardas de Mansard», que recibió el Premio de Novela Herralde, editorial en la que despuntó en su juventud y donde su nombre comenzó a afirmarse en el horizonte literario español (ahora mismo este sello está rematando una esperaba biografía sobre él); «El metro de platino iridiado», Nacional de la Crítica, «La cuadratura del círculo», Premio Fastenrath de la Real Academia Española, «El temblor del héroe», que se llevó el Premio Nadal, o «La fortuna de Matilda Turpin», que obtuvo el Premio Planeta.
El autor estaba en su casa cuando recibió la llamada de Ernest Urtasun, el ministro de Cultura para comunicarle lo que él no esperaba que le sucedería esa tarde. «Cuando me dijo que me habían concedido el Premio Cervantes de este año, me alegré mucho», asegura a este diario con una voz quejumbrosa, ronca, pero impregnada de alegría y, también, de su habitual retranca. «La verdad –prosigue– es que no me esperaba que me lo entregaran. Para nada. Pensé que lo iba a recibir cualquiera de los otros autores de los que se hablaba en estas últimas horas, tanto los de aquí como los de Hispanoamérica, que son todos magníficos, por cierto, como Leonardo Padura, del que se hablaba mucho, creo».
Algo que no se puede eludir
Álvaro Pombo, que, cuando se habla con él, acaba de conocer la noticia de esta concesión, no está demasiado alterado por la sorpresa. Mantiene el pulso del día a día, algo que encaja bien con la perspectiva de un hombre que, no disimula sus gozos, pero que siempre ha mantenido los pies en la tierra. «No te voy a disimular que lo deseaba, ¡¿cómo no lo iba a desear?!», asegura por teléfono, «pero la realidad es que no me lo esperaba. Y cuando te digo que no lo esperaba, es que no lo esperaba para nada».
Cuando le comunicaron que se le había concedido este galardón, la reacción que tuvo ante la noticia fue directa, sincera y sin artificios, como no puede ser de otra manera en un autor como él, que no se esconde detrás de imposturas y que dice lo que piensa, como ha demostrado en el pasado a través de sus opiniones, porque su ojo crítico no ha dejado un solo tema sin tocar, desde la sexualidad, la lucha de los derechos, la política o la confesión religiosa. Así que sin más, soltó: «“Vaya alegrón que me has dado, ministro”, eso es lo que le dije», asegura riendo. Y después añade: «Es verdad. He sido muy honesto con él», remata. También ha sido muy claro con el comentario siguiente y que delata las rutinas en las que ahora se desenvuelve su vida. Aunque en realidad, más que un comentario, es algo que no se puede eludir. «Enseguida le he confesado que tenía que ir al dentista. De hecho, tengo una cita con él ahora. Y es que estoy viejo, ¿sabes? Eso es lo único cierto. Por eso tengo que ir a pasar por el dentista. Estoy para chapa y pintura», admite con una enorme carcajada.
El premiado«Pensé que se lo iban a dar cualquiera de los demás escritores, que son todos magníficos»
El escritor está en racha últimamente. Sus dos últimas novelas, «El exclaustrado», que acaba de editarse en Anagrama, y la anterior, «Santander, 1936», tambiém publicada por este mismo sello, han ido acompañadas de críticas favorables. Pero no van a ser las únicas que vamos a ver próximamente. Pombo, que no renuncia al tabaco ni a la compañía de los gatos –ahora tiene uno atigrado de color pelirrojo–, es una persona de proyectos, que no puede entregarse al ocio. «Tengo previstas todavía otras cuatro novelas», admitía hace tan solo unas semanas a este diario. Álvaro Pombo está en metido en un buen momento creativo. Y, además, promete continuar así, porque proyectos, como revela, tiene todavía bastantes por delante y algunos de muy distinto signo y dimensión.
Álvaro Pombo es una estrella insólita en nuestra galaxia. Un hombre con la inteligencia permeada por la filosofía y el pensamiento; que tuvo una educación religiosa, una preocupación que asoma precisamente en su última narración, donde resulta tentador identificar la manera de vivir de su protagonista con él mismo; que, durante sus años escolares, como suele ser común en tantas mentes lúcidas, suspendía asignaturas y parecía un alumno distraído, que, posteriormente, durante su época universitaria, vivió y estudió en la ciudad de Londres, una estancia importante para él, muy fructífera, que le ha dado una mayor profundidad a sus ideas, a su novelística, que rezuma una forja personal, y que le ha ayudado a vincularse a nombres de las letras inglesas, como es el caso entre otros de Irish Murdoch. De hecho, la conversación con él suele ser un continuo discurrir por ideas, alusiones, citas de obras, sentencias extraídas de libros y preocupaciones recientes a las que da vueltas y que parecen estimularle.
Pombo ha tenido también una deriva política desde sus inicios hasta hoy. Él lo reconocía y aseguraba que si en su juventud estaba más identificado con unos postulados vinculados, por lo general, con la izquierda, ahora se veía más como un hombre conservador. A lo largo de su vida se le ha visto implicado con distintas causas, como la homosexualidad –protagonizó alguna polémica al no estar de acuerdo sobre la aplicación de la palabra «matrimonio» al ámbito gay»– y la formación de partidos como Unión Progreso y Democracia (UPyD), donde coincidió con Fernando Savater. Una agrupación con la que estuvo implicada durante bastante tiempo. Pero, ahora, Pombo, que sigue usando gorra de lana, que le gusta leer junto a una estufa y que jamás ha dejado sus cigarrillos por la corrección política, solo conserva una militancia. La misma que en su juventud: la literatura y los libros.