La IA amenaza arrebatarnos la creatividad como el GPS hizo con nuestro sentido de la orientación
Entre las muchas preocupaciones que suscita la IA no solemos encontrar esta, pero deberíamos empezar a tenerla en cuenta
Son muchos los miedos que nos infundan las inteligencias artificiales. En un par de años han pasado de ser verdaderas desconocidas a un apoyo diario para algunos. Recurrimos a ellas para que nos resuman textos, los traduzcan y para que nos generen las “fotografías” que necesitamos. Nos preocupamos por su impacto en el mercado laboral, por cómo facilitarán infringir los derechos de imagen y cómo tendrán que adaptarse algunas profesiones.
Sin embargo, hay un problema del que apenas nos percatamos. Porque nos quejamos mucho de cómo el GPS nos ha hecho incapaces de orientarnos en una ciudad o de cómo las redes sociales han obliterado nuestra capacidad de concentración, pero nadie está hablando de cómo la IA podría erradicar nuestra creatividad. Uno de nuestros rasgos más humanos, puesto en jaque por las “inteligencias” que hemos diseñado para imitarnos.
Dos lados de una misma moneda
Un pianista profesional tiene que ser realmente virtuoso a las teclas. Sin embargo, para entretenernos un rato no necesitamos ser Rachmaninoff, nos basta con hacer un par de trucos y disfrutar de la digitación. Y esa diferencia entre las necesidades profesionales y personales es la clave para entender cómo podría afectar la IA a la creatividad humana.
Desde el lado profesional podemos preguntarnos cómo afectarán estas tecnologías al trabajo de los diseñadores gráficos, decoradores o ilustradores. Es una pregunta frecuente y la respuesta suele ser que acabarán especializándose en la parte más creativa del trabajo, la de pensar y desarrollar el concepto que acabará ejecutando una IA, con mayor o menor intervención humana. Ahora bien, ese es nuestro Rachmaninoff, pero qué ocurrirá en el día a día de todos aquellos que no pretenden dedicarse a la creación de contenido.
Cuando no perseguimos la excelencia, la creatividad que puede ofrecernos una IA es más que suficiente para nuestras necesidades del día a día. Con un par de frases en Chat GPT podemos obtener una infinidad de propuestas de planes que hacer, recetas que preparar o formas de empezar una conversación ingeniosa con la persona que nos gusta. Podemos pedirle ideas para escribir una redacción o combinaciones de nombres ingeniosas para bautizar a un proyecto. No serán respuestas brillantes, o al menos no por ahora, pero son suficientemente buenas para nuestras necesidades.
La máquina que nos deshumaniza
Es común escuchar críticas sobre cómo nuestro sistema educativo no estimula nuestra creatividad, que forma adultos memorísticos, más preparados para repetir que para soñar. Llevamos años escuchando que los videojuegos y las “pantallitas” minan la creatividad de los niños, que antes eran capaces de inventar juegos con los que entretenerse cada tarde. Sea eso más o menos cierto, parece que nos encontramos con un problema mucho mayor. Hemos inventado unos ruedines para nuestra creatividad, y eso no es malo per se, pero sabemos que somos de naturaleza cómoda y que descuidaremos a las musas si podemos conseguir lo mismo tecleando un puñado de palabras.
De algún modo, la IA parece robarnos la humanidad. Porque la creatividad, en las escalas que nosotros manejamos, es una característicamente puramente humana. Una de las más elevadas y la que está tras la mayoría de las expresiones culturales que nos enorgullecen como especie. Perder la creatividad es perder también parte de lo que nos hace humanos. Como si la IA nos drenara de ella para nutrirse a sí misma. Ese es uno de los muchos peligros que no estamos contemplando.
¿Existe una forma de regular el uso de estas tecnologías para que no nos encaminen a la pérdida de nuestra humanidad? ¿Pasa el progreso por una trituración de lo que es ser humano? ¿Esta reverencia a la creatividad es romanticismo o esnobismo? Posiblemente tenga un poco de ambas y, ahora que la prohibición es inconcebible.
Hace tiempo que no necesitamos los dorsales para casi nada, pero los entrenamos para perseguir un canon de belleza. Tal vez esa sea una manera de preservar la creatividad, poniendo en valor a quien la posée y entrenándola ex profeso. Así que, tal vez, debamos apostar más que nunca por una formación académica vertebrada por la creatividad en un intento doble. Por un lado, haciendo menos necesarios los ruedines. Por otro, preparándonos para un mercado laboral donde, posiblemente, la creatividad sea lo único que podamos aportar.
- Nadie tiene una bola de cristal que le permita ver el futuro, pero hay consecuencias que se palpan con antelación y, aunque los detalles pueden cambiarlo todo, esta preocupación no solo es lícita, sino que nos alerta para prevenir que finalmente se cumpla.
- Henriksen, D., Henderson, M., Creely, E. et al. Creativity and Technology in Education: An International Perspective. Tech Know Learn 23, 409–424 (2018). https://doi.org/10.1007/s10758-018-9380-1