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Met Gala 2025
Anna Wintour, hay una mancha en mi vestido
La presidenta de la Met Gala y perfeccionista editora de Vogue aparece con un pequeño lamparón en el vestido durante la celebración del esperadísimo evento

Hay algo perversamente divertido, naturalmente placentero, recreativo, gozoso, ácido, incluso ordinariamente lúbrico en el ejercicio de convertirse por unos segundos en testigo silencioso del desliz de un ser humano que aparentemente milita en el bando de la perfección estajanovista desde el momento en el que pronunció sus primeras palabras: confirmar básicamente la condición falible de quien siempre se empeñó en (de) mostrar que nunca lo fue. Y aún así, a pesar de ese retorcimiento preñado de calor y gustito y calambrazos pequeños de placer que los ejemplos ilustrativos de este tipo de evidencias inevitables en contra de lo inmaculado nos producen, el último y más reciente sucedido en pleno corazón del Museo Metropolitano de Nueva York no deja de resultar del todo insólito, por el contexto y la protagonista.

¿Cómo se explica que la patrona universal del estilo, la «titana» de la élite de la moda, agresiva patrocinadora del azul cerúleo (como bien aprendimos de las múltiples enseñanzas de Miranda Priestly) estricta defensora de las retiradas tempranas en los eventos, poderosa guardiana de las combinaciones perfectas, portadora de la que tal vez sea la agenda más deseada de medio planeta, cuerpo menudo «enchanelado» vivo perentoriamente pegado a unas gafas de sol más grandes que su imperio editorial, reina de hielo, misterio frívolo e irresoluble, se haya expuesto en la alfombra de la Met Gala 2025, en la celebradísima y esperadísima fiesta temática que ella misma controla desde el 95 y de cuya institución museística que se encarga de acogerla es también fideicomisaria, con una mancha, –repetimos porque la saliva se espesa aterradoramente al pronunciarlo en voz alta y comienza a sobrevenir imparable un sudor frío–, una MANCHA en el vestido?

Que esa misma señora conocida por los inabarcables límites de su exigencia, obsesión y control absoluto de nombre Anna Wintour que pide que se omitan ciertos alimentos como la cebolla, el ajo o el perejil para evitar malos alientos durante la cena posterior al desfile de la Met para que, tal y como explicaba un exempleado de Vogue, se impida el riesgo de que la hierba se atasque en los dientes, aparezca en la edición de este año con un elegantísimo vestido satinado color perla con flores bordadas de Louis Vuitton completamente opacado en términos informativos en los medios de moda especializados por esa incómoda condecoración (muy diminuta todo hay que decirlo, pero lo suficientemente visible como para que todos los focos se lanzaran a subrayarla desde los primeros minutos) es cuanto menos paradójico y más en el escenario de un macro evento como este en el que todo está medido, observado y cuidado hasta el más mínimo detalle. ¡Tan delicioso! Situada a la altura del muslo, el color rosáceo de la mancha denota que podría tratarse de maquillaje o de algún roce fortuito durante el proceso de producción pero si algo queda claro de manera consensuada dentro de esta fuga de fantasía que el incidente ha conseguido avivar entre los fans de «El diablo viste de Prada» y la ocurrencia de las redes sociales es que Wintour está despedida de sí misma. «No hace falta que te molestes en volver».
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