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Premios Princesa de Asturias
Antonio Saborit: «Es necesario conocer la procedencia de las colecciones de los museos»
El director del Museo Nacional de Antropología de México asegura que si hubiera restituciones deberían asentarse en «el diálogo y la colaboración»

Antonio Saboritno contempla los museos como meros receptáculos de conservación de objetos y considera que la vertebración y la vigencia de estas instituciones son las preguntas, para él, cruciales para sustentar su razón de ser y su existencia. «Cada generación plantea nuevas interrogantes, las propias de su época, y hay que responderlas, en el caso de una institución museística, con la colección. Es lo que mueve a una renovación constante de su despliegue de sus obras y cómo las conectas con las cuestiones que plantea el siglo XXI acerca de nosotros mismos, nuestro pasado reciente y el distante. ¿De dónde venimos? Generalmente, esta respuesta es una construcción, pero es algo que periódicamente, como comunidades, nos replanteamos con nuevos datos, con nuevos intereses, nuevas perplejidades».
Antonio Saborit es el director del Museo Nacional de Antropología de México, que este año ha sido reconocida su labor con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. «La razón de ser del museo no es ser un depósito importante de objetos patrimoniales, sino, más que nada, un ejercicio de comprensión, de encuentro, de diálogo y de reflexión en torno a la antigüedad más remota y nuestro presente».
«Las colecciones europeas se han formado de muy mala manera»
Saborit, que disfruta conversar sobre historia y literatura, que le gusta su estancia en Oviedo, la vieja Vetusta de «La regenta» de Clarín, obra que admira, como reconoce, es un hombre de habla pausada, pero de palabras animadas por el entusiasmo. «Los museos se han transformado en las últimas décadas. Nunca fueron solo depósitos de todo tipo de objetos del pasado, pero en las últimas décadas se han vuelto espacios muy interesantes. Ahora no es imaginable recorrer una ciudad sin visitar sus museos. Son una parte relevante en nuestra vida cotidiana». Para él, además, «son puntos de reunión y encuentro, donde el deseo de saber y de conocer debe encontrar respuestas adecuadas a las preguntas de cada visitante».
Como muchos historiadores, la mayoría en realidad, defiende que, lejos de ser estable, «no hay nada más inestable que el pasado. El pasado se está moviendo todo el tiempo, lo vamos enriqueciendo, lo vamos alterando, le vamos incorporando densidad y complejidad. Quien crea que el pasado es un terreno resuelto, está mal encaminado». Esta senda conduce a una reflexión de actualidad, a la idea de descolonización que impregna el ambiente museístico en muchas partes del mundo. «No creo que sea algo de España exclusivamente. Atañe a una buena cantidad de museos en Europa. Tiene que ver con el origen de muchas colecciones europeas. En Europa, esta reflexión ha sido muy profunda. ¿Por qué? Porque muchas de las colecciones europeas se formaron de muy mala manera y ahora las nuevas generaciones se plantean preguntas sobre su propio pasado que es preciso responder como sociedad». Para él, en este punto, existe un tema crucial: «Tenemos que conocer la historia de nuestras colecciones. Hablamos muy pronto de la descolonización sin pasar primero, creo yo, por un elemento esencial: conocer la historia de esas colecciones, su procedencia. Su formación nos va a arrojar muchísimas luces sobre esta conversación. Esto en los museos no se hace mucho. Apenas se está empezando a hacer la historia de las colecciones de museos. En ocasiones se pierde el rastro en los inventarios y catálogos de infinidad de objetos».
«Estamos regresando como sociedades a puntos en los que no estábamos hace mucho»
Saborit no tarda en retomar la pregunta y en entrar en uno de los asuntos más calientes de esta polémica: «Temas como la restitución, no es solo restituir, sino solicitar, porque tienen que fundarse en el diálogo. Es crucial que siempre pongamos por delante la conversación, el intercambio de puntos de vista y de ideas, y el mejor espíritu de comprensión y de colaboración. No vamos a ganar nada si cualquiera de las partes se cierra a esto. Por este motivo es necesario conocer la procedencia de las colecciones. Es esencial». Sobre el peso que tiene la historia en el presente y su influencia a la hora de mantener lazos entre pueblos, culturas y civilizaciones, Antonio Saborit comenta, al contrario que otros, que «el pasado no se trata de simplificarlo, de reducirlo, de acortarlo, de achicarlo, sino de explicarlo. Mientras más complejo, mientras más inacabado esté ese rompecabezas y más piezas tengamos que añadir, mejor». En este proceso, como resalta, hay que aportar «comprensión» y, como apunta, «apertura, crítica, diálogo, conocer tus preguntas y que tú conozcas las mías. ¿Qué es lo que nos intriga a ti y a mí del pasado reciente y el no tan reciente? No perdería el tiempo en decir qué es lo que enturbia, sino qué es lo que ayuda, cuál es el misterio de la lengua que nos une y que nos separa, porque somos más de 450 millones de hablantes».
Crisis del lenguaje
Precisamente son las piezas de un museo, como el de Antropología de México, con su extensa muestra de culturas mesoamericanas, las que arrojan luz sobre el pasado humano y enseña que, más allá de las diferencias, hay un sustrato común. «Al final es la misma naturaleza humana, pero sin celulares, penicilina anestesia». Antonio Saborit, que en una rueda de Prensa ya adelantó que está lejos de su competencia poder decir si el rey debe o no pedir perdón por la conquista de América, camina con su propio bagaje de preocupaciones. Un asunto en particular le torna seria la expresión: las discordias entre países y el racismo, que le recuerda capítulos de nuestra historia pasada: «El conocer la historia no va a impedir que cometamos errores, decía Hegel. Ahora mismo vivimos una crisis muy profunda en nuestro lenguaje público. Desde hace algunas décadas, nuestro lenguaje se ha ido deteriorando de una manera brutal. Estamos hablando como no hablábamos hace muchas décadas. Hay dirigentes políticos que pretenden serlo con un vocabulario que no supera las 150 palabras. Con 150 palabras no puedes nombrar nada, no puedes nombrar una sola realidad, no puedes definir la realidad». Como defiende, «ahí empieza la crisis, si podemos llamarla así, de nuestro tiempo. Empieza en el lenguaje, en la manera en la que se refieren todos estos temas. En la medida en que atendamos esta crisis de lenguaje, saldremos adelante en muchos aspectos». Sin entretenerse, comenta que «el racismo ha saltado a un plano inconcebible. Estamos regresando como sociedades a puntos en los que no estábamos hace mucho y ahora estamos ahí por culpa de este uso irresponsable de la palabra, que nos induce a muchos maniqueísmos. El lenguaje nos va a permitir recuperarnos como seres humanos y lograr una comprensión más profunda de todos nosotros».
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