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Antonio Santos Mercero: «En esta sociedad, el sexo se cuela por todas partes»

Presenta «El caso de las japonesas muertas», continuación de «El final del hombre», saga de novela negra sobre un policía transgénero.

Foto: Cristina Bejarano
Foto: Cristina Bejaranolarazon

Presenta «El caso de las japonesas muertas», continuación de «El final del hombre», saga de novela negra sobre un policía transgénero.

Poco más de un año después de lanzar «El final del hombre», Antonio Santos Mercero regresa con «El caso de las japonesas muertas» (Alfagura negra), continuación de la historia del policía Carlos Luna transformado en mujer (Sofía), saga de novela negra alabada por la crítica y en la que el autor trabaja ya en su adaptación televisiva.

–Hasta hace poco más de 10 años escribir sobre un protagonista de novela negra transgénero hubiera sido impensable...

–Incluso hace dos años, cuando escribí «El final del hombre», era un poco transgresor aunque en dos años las conquistas de los transexuales y su visibilidad en Prensa han ido por buen camino. Pero este colectivo sigue muy rezagado, hay agresiones físicas, continúan teniendo muy limitado el acceso al mercado laboral...

–¿El atrevimiento es mayor en el caso de un policía?

–Me hacía gracia poner a un transexual en un mundo que parece muy viril, aunque, como toda la sociedad, el estamento policial también esté cambiando. Me atraía la idea de enmarcar esta reflexión sobre la tolerancia, que es sobre lo que versan estas novelas de Sofía Luna, en dicho mundo.

–¿Somos más tolerantes?

–Mi sensación es que lo somos menos. En medio de esta eclosión de las redes sociales, «a priori» una gran plataforma para que cada uno exprese su opinión, hay un reverso tenebroso y es que se están formando tribus. En Twitter y Facebook, hay un colectivo de personas que piensan como tú, pero si se te ocurre sacar los pies del tiesto, recibes un linchamiento inmediato.

–¿Cómo nace Sofía Luna?

–De una policía inglesa con la que hablé y me ayudó a componer el personaje, pese a que su historia es bastante más dramática que la de Sofía. Esta mujer sufrió muchas agresiones, suspensiones, y nunca se atrevió a contárselo a sus hijos.

–¿Está concebida como una trilogía?

–Ese viaje en el cambio de sexo no lo podía contar en una sola novela porque está lleno de obstáculos, paradas intermedias, peligros, avances y retrocesos... En esta segunda, voy un poco más en la historia de este héroe hacia el nuevo sexo, ahora con un aparato funcional femenino, pero que tiene que integrar en su cuerpo y en su cabeza. Por ello quería reflexionar sobre ese miedo del transexual operado en una sociedad en la que el sexo se cuela por todas partes.

–Su narrativa engancha, ¿la escritura fue adictiva?

–Sí, me gusta tramar, construir una historia llena de giros. Mi academia es el guion y el mandato número uno es no aburrir. En la primera hablaba de los problemas con su hijo de 18 años y en esta segunda irrumpe la figura de su padre, un militar que la ha repudiado.

–¿Está marcada su obra por el cine y la televisión?

–Es donde lo he aprendido todo. Llevo 25 años escribiendo guiones y novela negra, hasta ahora tres. Me gustan las historias corales porque me agrada que haya otros personajes.

–Y uno de esos personajes es el escenario, Madrid...

–Es mi ciudad y me gusta que sea un marco reconocible en el libro. Me da pena que haya pocas novelas negras ambientadas en Madrid y quiero hacer mi aportación a mi ciudad, que me es tan querida. Aparecen otros barrios menos conocidos, no solo los de postal.

–Los derechos de estos dos libros están vendidos para una serie. ¿Ya hay cadena?

–Los tiene una productora y estamos preparándola. Estoy metido en la adaptación, pero es un proceso lento y luego habrá que buscar cadena o plataforma.

–¿En qué momento decidió abandonar el periodismo?

–Fue más una cuestión personal, me enamoré de una chica extranjera que se vino a vivir conmigo y necesitaba más dinero y, como sabrás bien, en esa profesión se gana poco. Tenía muy a mano escribir guiones, que era algo que también me gustaba muchísimo. En aquel momento, mi padre, Antonio Mercero, estaba haciendo «Farmacia de guardia» y me puse a escribir con él.

–¿Le apetece probar en otro género literario?

–No, estoy muy cómodo en el policíaco y me permite lanzar reflexiones porque me gusta que haya un tema subyacente. En la primera era el machismo, en éste, el sexo, y, si hago una tercera, cerraría con la identidad: qué nos hace ser quienes somos.