Madrid

Menudas criaturas

El Museo del Prado presenta el documental «El jardín de los sueños», dirigido por José Luis López Linares y que se centra en el tríptico de El Bosco

El pintor Miquel Barceló, pensativo, frente al tríptico de El Bosco, una joya de la historia de la pintura que plantea mil y un interrogantes
El pintor Miquel Barceló, pensativo, frente al tríptico de El Bosco, una joya de la historia de la pintura que plantea mil y un interroganteslarazon

El Museo del Prado presenta el documental «El jardín de los sueños», dirigido por José Luis López Linares y que se centra en el tríptico de El Bosco

Caballos, cerdos alados y con toca, armadillos imposibles, conejos, pájaros, madroños, fresas, gaitas, chirimías, zanfoñas, partituras que suenan a música celestial, lujuria, pasión y todas las interpretaciones posibles que usted y yo queramos dar. «El jardín de los sueños», dirigido y producido por López Linares, con el patrocinio de la Fundación BBVA y la colaboración de Movistar + y el apoyo de RTVE, ha conseguido sacar este impresionante lienzo de El Bosco de su habitat natural del Museo del Prado, principal impulsor del documental. Escritores, expertos, músicos, cantantes, fotógrafos e historiadores desfilan a lo largo de noventa minutos y ofrecen sus impresiones sobre una de las obras de arte más inquietantes de la historia. «¿De dónde salió esa fantasía dionisíaca?», se interroga la escritora Nélida Piñón, mientras Salman Rushdie asegura que no habría mejor argumento para una novela que «El jardín de las delicias». Philippe de Montebello, historiador del arte, charla con el hispanista Sir John Elliott. Barceló comenta que incluso se podría realizar «una lectura darwinista de la obra», mientras que la soprano René Fleming por un momento se queda sin palabras, retoma el aliento después y es capaz de cantar la partitura que lleva escrita una de estas imposibles criaturas en su cuerpo. El historiador Reindert Falkenburg, erigido en narrador, aseguró ayer que «es un cuadro que siempre está rodeado de multitudes, absolutamente evocador y capaz de provocar incluso reacciones físicas». Un cuadro que hay que mirar con atención máxima y de cerca para aprehender la pincelada de quien primero se llamó Hieronimus Van Aken y después sería conocido como El Bosco, que se valía para ese detallismo extenuante de pinceles finísimos y de una capacidad de dibujo impresionante. Como declara Pilar Silva Maroto, comisaria de la exposición del artista en el Prado, «dibuja como un pintor y pinta como un dibujante».

- El cine Zugaza

El magnífico documental de López Linares, rodado en España, Francia, Holanda y Suiza, cuenta cómo el duque de Alba se hizo con la obra (no sin antes torturar, como si de un castigo visto en las obras del mismísimo Hieronimus se tratara, a quien lo custodiaba arrancándole las uñas de manos y pies) y que a su muerte con toda probabilidad serían sus herederos quienes lo donaran a Felipe II, que siempre expresó su voluntad de que le acompañara. Y así fue hasta su muerte.

López Linares no ha querido descuidar la banda sonora, para él un capítulo fundamental en este singular y apasionante recorrido, y se escuchan temas de Jacques Brel, Elvis Costello, Ludovico Einaudi, Arvo Part y Lana del Rey, entre otros. Casi nada. El estreno, el día 9, está previsto en casi un centenar de cine, entre España, Europa y América, aunque si el director del Museo del Prado tiene que quedarse con una de las salas de proyección lo tiene claro porque la tierra tira: el cine Zugaza en Durango, su pueblo, que es de sus primos. Y eso que está previsto incluso llegar con este documental a Japón. Una última cosa: ¿Se imaginan que el Festival de Woodstock pudiera tener alguna relación con los cientos de personajes de «El jardín de las delicias»? A López Linares le parece que sí. Y si lo miran de cerca les va a traer más de una y de dos semejanzas. No se lo pierdan. Ocho euros la entrada.

¿Dónde están los conejos de Barceló?

No es un chiste. El pintor se pregunta en un momento del documental dónde se ha metido el animalillo que acaba de ver hace un momento. Mira una vez, vuelve otra, da un segundo repaso. Y nada. Mientras la cámara se acerca a todos y cada uno de los conejos que pintó El Bosco: uno enorme, casi del tamaño de un hombre, otros que corren, uno maravilloso de espaldas, que le recuerda a los trazos de un dibujante japonés. No se pierdan el dibujo de los pájaros, una obra de arte mayúscula.