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Bayona: «Spielberg me hizo sentir protagonista»

El director presentó en Madrid «Jurassic World 2: El reino caído», la cinta de mayor presupuesto en manos de un español y en la que ha llevado a la popular saga hacia un terreno de terror gótico y encrucijadas morales.

Juan Antonio Bayona, director de «Jurassic World: El reino caído», posa junto a una de las criaturas prehistóricas de la película
Juan Antonio Bayona, director de «Jurassic World: El reino caído», posa junto a una de las criaturas prehistóricas de la películalarazon

El director presentó en Madrid «Jurassic World 2: El reino caído», la cinta de mayor presupuesto en manos de un español y en la que ha llevado a la popular saga hacia un terreno de terror gótico y encrucijadas morales.

Una lluvia torrencial, devenida en granizo, recibió a Bayona, Chris Pratt y Bryce Dallas Howard el lunes por la noche durante la «première» mundial en Madrid de «Jurassic World 2: El reino caído». Ayer tocaba mojarse de otra manera, mediante la palabra y el paulatino descorrimiento de las cortinas (a falta de su estreno en cines) de los mil y un secretos, las mil y una motivaciones, detrás de un producto de 260 millones que es, sí, un «blockbuster» encaminado a hacer caja, mucha caja, pero es también el estimulante pulso de un español achaparrado y tirando a tímido a la historia del cine, representada por una de sus sagas más rentables, y el nombre en mayúsculas detrás de ella, Steven Spielberg, el dueño de todo esto. Hay algo de histórico en la conquista de Bayona, una pica española en Hollywood, aunque él no cree que haya que minusvalorar al producto nacional: «Tengo el privilegio de rodar aquí y allí, tener la visión de ambos lados. Hubo un par de proyectos grandes (''Crepúsculo'' y ''Los juegos del hambre'') que decidí no hacer y, la primera vez que me senté con Spielberg, me dijo: ''Tenemos mucha suerte de tenerte''. No está mal sacar pecho de vez en cuando, hay mucho talento en nuestro país».

Es así, con personalidad para discernir proyectos, cómo este chico del barrio de la Trinitat de Barcelona, crecido humildemente en un hogar charnego, ha logrado mirar a los ojos a Spielberg, el hombre que no entiende de imposibles y que arrancó en 1993 esta aventura jurásica de la que ahora es productor. Bayona se ha sentado a los mandos de un cacharro muy caro, pero desde hace tiempo está acostumbrado a lidiar con grandes cifras, sobre todo teniendo en cuenta lo modesto del cine español: por ejemplo, los 30 millones de euros que costó «Lo imposible», que recaudó 180. Su solvencia y su pericia técnica, así como el alma que hace que sus películas trasciendan la mera etiqueta de productos, han hecho de él un valor internacional. Que reconocieran ese «alma» desde los grandes estudios fue fundamental para jugársela a la baza de las franquicias. «Una de las cosas que me convenció es que el guionista –y director de la cinta precedente–, Colin Trevorrow pensó que yo era la persona adecuada gracias a mi trabajo en ''El orfanato'''».

Un cuento moral

Y es que «Jurassic World: El reino caído» tiene puntos reconocibles, a pesar del corsé inevitable de una saga, con su filmografía, entre ellos ese tono y atmósfera en ocasiones gótica, de cuento de horror clásico, de los de meterte (literalmente, en una escena de la cinta) bajo las mantas de la sábana y esperar que todo sea un mal sueño. «Me sedujo esa parte gótica que ya estaba en el guión –asegura el director–. En la franquicia están muy orgullosos de ese aspecto de cuento moral de las películas, la relación del hombre frente a la ciencia y la naturaleza, las líneas rojas, etc... En esta segunda parte de «Jurassic World» (quinta entrega desde «Parque jurásico», en 1993) lo hemos convertido en un cuento moral de hadas con su castillo, su torre y su princesa. Es complejo llevar la aventura de una isla a los pasillos de una mansión, pero era interesante llevar el mundo jurásico un poco más allá».

Concretamente, fuera de la Isla de Nublar, toda una sorpresa para los fans. El detonante es una erupción volcánica que amenaza con acabar con los dinosaurios que, en la anterior cinta, tras la destrucción del parque temático, quedaron a su libre albedrío. Salvar o no salvar a los animales prehistóricos es la cuestión inicial de una aventura que, más que nunca, linda con el género de terror. Tanto que, confiesa Bayona, en uno de los encuentros previos al rodaje con Spielberg, al mostrarle una escena con un animatronic (una especie de animación digital en bruto, sin pulir) «me dijo ''me he cagado de miedo''».

Asegura Bayona que ha tenido, dentro de lo razonable, margen de actuación: «Cuando uno se pone al servicio de una película de esta saga entiende cuál es el ADN y los parámetros, pero dentro de eso tuve muchísima libertad. Spielberg me hizo sentir responsable desde el principio, protagonista; ha sido una relación semejante a la que tuve con Guillermo del Toro como productor de ''El orfanato''». La sintonía entre los dos realizadores ha sido tal que, explica Bayona, «coincidíamos en detalles que yo había pensado previamente y en los lugares en los que poníamos el acento». La reacción de Spielberg ante el montaje del director fue entusiasta: «Me llamó enseguida para contarme lo contento que estaba. Decía que le había transportado al primer ''Jurassic Park'', que honraba el recuerdo de aquella película, y que había hecho la cinta mía sin secuestrar el tono». En resumen, que «Jurassic World: El reino caído» es lo mismo y es distinto. «Es complicado entrar en una buena historia para una secuela, más siendo una quinta película de la saga. Hay una parte de reto entre dar al público lo que está esperando y sorprenderle», opina Bayona, quien ha hecho de una frase de Chris Pratt (que vuelve a protagonizar la aventura jurásica junto a Bryce Dallas Howard) un lema de promoción: «Le vamos a dar al público lo que quiere, pero no lo que espera».

Pero, además de aventuras y carreras delante o en pos de los saurios, son las capas de interpretación políticas y sociales, con varias encrucijadas morales de por medio, las que, más allá del entretenimiento puro y duro, abren las lecturas del filme hacia temáticas muy de actualidad. «Jurassic World» habla, cómo no, de dinosaurios, pero también de los dilemas de la manipulación genética, de las luces y sombras de la cooperación, de la necesidad de gestionar una naturaleza cada vez más mediatizada por el ser humano, de la acción cívica frente a la política, del momento justo y la causa justa en la que tomar partido y hasta, si se quiere, de la crisis de los refugiados. Pero no es algo sobre lo que Bayona quiera pronunciarse: «El cine tiene mucho de interpretación. Si dijera la mía estaría condicionando al público».