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"Blue Beetle": un gancho al mentón de Ronald Reagan

La película de Ángel Manuel Soto se ha viralizado en TikTok y aborda la controvertida Escuela de las Américas y su relación con la CIA
"Blue Beetle": un gancho al mentón de Ronald Reagan
"Blue Beetle": un gancho al mentón de Ronald ReaganWARNER BROS. / WIKIMEDIA
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Madrid Creada:

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Es exuberante, exagerada y estrafalaria, pero por algún motivo, funciona. La nueva "Blue Beetle", última incursión de DC Cómics en el cine antes de la toma de posesión de James Gunn al frente del estudio perteneciente a Warner Bros., es todo un éxito crítico. Hasta un 87 (sobre 100), en el agregador de críticas profesionales "Rotten Tomatoes", marcaba el debut de Ángel Manuel Soto en las grandes ligas en el día de su estreno. Y es que, aunque la nota se ha moderado con el paso de las horas, en redes sociales como TikTok o Letterboxd la película está muy viva. Protagonizada por Xolo Maridueña, al que algunos habrán visto en la "Cobra Kai" de Netflix, la apuesta de Warner y DC por un superhéroe latino parece haber salido bien. Otra cosa es la demanda del público, que situaba las previsiones de taquilla en unos 30 millones de dólares para su primer fin de semana, nada mal teniendo en cuenta los 120 millones que, se rumorea, ha costado.
Pero si hay algo que ha llamado la atención de críticos y espectadores alrededor de todo el mundo, es lo explícitamente política que es la película. En un subgénero, el superheroico, entregado a los gestos vacíos y a los dilemas facilones en este apartado, "Blue Beetle" se desmarca por completo, ofreciendo una visión cruda del trauma migrante. Ya hay quien se ha atrevido a jugar con la dicotomía entre seguridad y libertad, como en "Capitán América: Civil War" (A. Russo, J. Russo, 2016), pero nadie había hurgado como Soto en la podredumbre del sueño americano. Y lo hace desde una perspectiva completamente alejada de maniqueísmos, llamando a las cosas por su nombre y situando a nuestro protagonista como un "dreamer" más, uno de esos jóvenes de padres ilegales que a punto estuvieron de caer en un limbo legal con la llegada de Donald Trump al poder.
"Blue Beetle", desde el 18 de agosto en cines
"Blue Beetle", desde el 18 de agosto en cinesWARNES BROS.
Esa visión realista de la inmigración como un proceso profundamente traumático, empíricamente doloroso, se manifiesta en "Blue Beetle" a través de los personajes de Damián Alcázar y George López, aquí hermanos expatriados de México. Por supuesto, por exigencias del cómic, la Palmera City de la película es una reinterpretación libre de Miami, pero las similitudes son obvias. No es tanto buscar el gesto lacrimógeno, asociando la pelea por sobrevivir y salvar un desahucio de la familia Reyes con lo contemporáneo, si no que Soto quiere hacer transversal la experiencia apátrida más allá del origen exacto de sus protagonistas. Si en algo está trabajando el lobby latino en Hollywood, más allá de en el posicionamiento hegemónico de la música, es en esa concepción de lo latino como un ente más uniforme de lo que podría parecer en un primer momento, encontrando en "Blue Beetle" una primera piedra en lo cinematográfico. Porque la apuesta, inmensa, sirve aquí para levantar un target (ya de un tercio de la taquilla "yankee"), no para entregarle un caramelo a uno que ya existe desde hace décadas, como podía ser el caso de "Black Panther" (Ryan Coogler, 2018).
Cuestiones mercadotécnicas aparte, la gran sorpresa política de "Blue Beetle" adviene con el origen de uno de sus villanos. Cerca del final de la película, nos enteramos que Carapax, el secuaz de Susan Sarandon al que da vida Raoul Max Trujillo es un miliciano anti-comunista de Guatemala. Y así, a través de un flashback, la película de Soto nos pasea por las barrabasadas cometidas en nombre de la infame Escuela de las Américas. ¿Qué es exactamente este organismo? Conocido por sus siglas en inglés como Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad funcionó entre 1946 y 1984 como un laboratorio de insurgencias latinas en favor de los intereses políticos de Estados Unidos. Allí encontraron cobijo criminales de guerra como Héctor Gramajo, brazo armado del gobierno de Ronald Reagan en Guatemala y, posteriormente, condenado por secuestros y torturas durante la guerra civil de su país.
Por supuesto, la Escuela de las Américas fue parte importante de la Operación Cóndor, en la que los servicios de inteligencia estadounidenses propiciaron varios golpes de Estado en la Sudamérica de los setenta (Chile o Argentina). Y es que, pese a los esfuerzos del Partido Demócrata por frenar sus actividades llegados a los ochenta, la administración Reagan no hizo más que aumentar las partidas dirigidas a este estamento. Su mayor crisis de reputación llegaría a finales de esta década, participando en numerosos golpes de Estado fallidos y carnicerías en Centroamérica, teniendo en Panamá y El Salvador sus derrotas más evidentes. En "Blue Beetle", por ejemplo, se muestra cómo el gobierno estadounidense entrenaba a las guerrillas de insurgencia para revelarse contra sus propios compatriotas, todo en favor de un presunto anti-comunismo que más tenía que ver con las minas de esa parte de América que con valores democráticos.
Si bien la ambición de "Blue Beetle" se acerca más al entretenimiento que a la pasión documental por las tropelías de la CIA en Centroamérica, lo cierto es que marca un antes y un después en el cine de superhéroes y en su relación con la política. Aunque la amenaza del cinismo siempre se cierna sobre cualquier tipo de producción hollywoodiense que conmine a la búsqueda de información sobre un tema poco tratado, "Blue Beetle" sabe presentar su tesis con humor, sin dejar de referenciar esa propia homogeneidad latina de la que hacíamos mención. La inclusión de referencias explícitas ("María, la del barrio", "El chapulín colorado") o menos evidentes (cómo suena el "Gracias a la vida" de Violeta Parra) nos devuelve la mirada hacia un nuevo Hollywood, uno que escucha a Becky G seguido de Armando Manzanero y se siente orgulloso hasta de sus expresiones culturales más tópicas.