Centro de Arte Reina Sofía

Borja-Villel, director del Reina Sofía: «En este museo no tenemos listas negras»

Manuel Borja-Villel en la quinta planta del Museo Reina Sofía
Manuel Borja-Villel en la quinta planta del Museo Reina Sofíalarazon

El director del Reina Sofía se enfrenta a 2015 con buen ánimo: crecerá en espacio y presentará una de las grandes exposiciones del año

Infatigable. Dicen quienes trabajan a su lado que es el primero que llega al museo y el último que se marcha, el que apaga las luces, vamos. «No duermo, padezco insomnio», asegura quizá para justificar la cantidad de títulos y autores que salpican la conversación. Es un apasionado del arte: desde la Hispanic Society hasta el Museo Reina Sofía, pasando por la Fundación Tàpies y el Macba. Allí ha estado. Tiene una manera de caminar que recuerda a la de Gerard Mortier: muy rápida. Y posa sin rechistar, divertido, orgulloso quizá, mirando hacia abajo, visualizando unos dominios que no lo son. Y con la cabeza bullendo de proyectos. Por segundo año el centro que dirige es el que mayor número de visitantes ha conseguido de los grandes: 2,6 millones de visitantes. Y su asignación presupuestaria ha aumentado en 2015. A la vista tiene la exposición del Kuntsmuseum de Basilea, una joya que le ha dado algún desvelo y que será una de las grandes apuestas de este recién estrenado año.

-Parece que cada vez que arranca un año le ponemos delante la palabra «clave» ¿lo va a ser éste realmente para el museo?

-Importante va a ser porque se deberá completar la colección permanente y el proyecto arquitectónico de ampliación al arreglar la planta cero de Sabatini y acondicionarla para que se pueda exponer obra y establecer la conexión con eñl edificio de Nouvel. Estamos hablando de este año o quizá principios de 2016. La Fundación Museo Reina Sofía ya está empezando a coger velocidad y tendremos exposiciones importantes, no sólo desde el punto de vista artístico, sino académico, como la que llegará de Viena. Los proyectos con Latinoamérica crecen y el Ministerio nos ha incrementado el presupuesto.

-Hace meses dijo que estaban en una situación complicada, que había tocado fondo y saltaron las alarmas. Después llegó el aumento presupuestario.

-Si existe un balón de oxígeno, mucho mejor. Llevamos unos tres o cuatro año con una ley propia, que nos ha facilitado el trabajo y que ya llegó en el momento de la crisis y hemos generado ingresos propios. Estamos alrededor del 30 por ciento y se están incrementando. A pesar de todo, el visitante no ha notado que estamos en crisis. Queremos aumentar la parte dedicada a las adquisiciones (y se explaya explicando la diferencia entre la idea decimonónica «del museo imperial, de un saber único y global que hoy no tiene sentido, y la de un museo que tiene vida en la época de las nuevas tecnologías, en la que esté el germen de los relatos y conocimientos, que se consigue con lo que tienes y lo que compartes»). Trabajamos con los coleccionistas que donan y con la responsabilidad hacia una historia que tenemos que explicar.

-Habla de donaciones. La de Soledad Lorenzo ha sido ejemplar.

-Desde luego. Se está haciendo ahora el inventario, obra por obra, se está catalogando. Hacia 2016 se podrá ver una parte de la colección, aunque algunas se van a poder ver sueltas porque estamos continuamente remodelando la colección. Ella captó perfectamente la idea de museo público en el que das y te da. Me decía que hasta la gente la paraba por la calle y le daba las gracias.

-Quizá porque es inusual en una sociedad como la nuestra.

-Vivimos en una sociedad basada en el beneficio en la que parece que haces si recibes a cambio. Nos olvidamos de que hay otras formas de dar sin recibir, como sucede con la familia. Lo de Sole es paradigmático y puede ser ejemplar, es la guinda que corona una tarta. Recibimos mucho, aunque el museo es muy selectivo.

-Se ha llegado a publicar que el centro no tenía espacio suficiente para albergar legados y donaciones. ¿Qué me dice?

-Siempre hay obras que por tamaño y peso han de estar en un almacén exterior. Si el problema del museo es carecer de espacio por la cantidad de donaciones que recibimos, firmo ahora mismo. En el edificio de Nouvel tenemos bastante capacidad de crecimiento y estamos en proceso de acondicionarlo.

-Llegó en 2008 a la dirección del museo y por el momento va a estar en su despacho hasta 2018, después de que el Ministerio le ha demostrado su confianza. ¿Se ve en este despacho después?

-Mira, yo en este sentido me guío por lo que dice el Cholo y prefiero ir partido a partido. Las instituciones tienen su tiempo y el que yo llevo aquí ya me permite hacer juicios de valor: preguntarnos qué hemos hecho y hacia dónde podemos ir. Los ritmos de la cultura ni son ni deben de ser los de la Administración. Los artistas están aquí para interpelarnos y las instituciones culturales no pueden estar domesticadas y deben tener su libertad. A un niño no le puedes cambiar de tutor constantemente.

-¿Qué le falta?

-Consolidar y darle cuerpo, que la realidad acabe siendo algo con una estructura importante. Hemos trabajado mucho, pero todavía nos queda un trecho. Estamos cumpliendo nuestro programa: la colección, que es una de las cosas más positivas que hemos hecho, pero rompiendo todo localismo e identitarismo decimonónico; los programas de exposiciones temporales dentro y fuera; incrementar la generación de recursos propios; trabajar en red...

-A principios de año la revista Artnet News le destacaba entre los cinco directores de museos más importantes de Europa. Destacaban su permanencia en el puesto (en 20 años ha habido seis responsables diferentes) y sus ideas de izquierdas y las exposiciones de tesis, marca de la casa. ¿Es un tópico que se repite sin parar?

-Estoy acostumbrado: que no se expone la obra de artistas españoles, que no viene nadie al museo, que el arte contemporáneo es elitista. Es una coletilla que escucho constantemente.

-Pero ¿son las exposiciones del museo, entonces, crípticas?

-En toda obra hay un elemento de opacidad, de resistencia, algo indecible. Lo que hace falta es sentir placer no entender. Yo, por ejemplo, he preguntado en algún museo si lo que se veía era una obra, porque a veces te encuentras cosas que te hacen dudar. Rompamos el miedo a hacer el ridículo.

-¿Y lo de izquierdista?

-Hay que pensar en el papel que ha tenido la cultura a lo largo de los siglos, con el arte vinculado en el siglo XIII a la religión, después a la aristocracia y posteriormente a la burguesía. ¿Y hoy? Vivimos en un contexto económico en el que el artista se encuentra inmerso en la sociedad de consumo. El peligro reside en que la cultura se transforme en espectáculo y mercancía. La de verdad es la que hace que te cuestiones y dudes y es ésa la línea en la que nos movemos y llevamos. Ciertas exposiciones de las que se tildan «de tesis» han resultado incómodas, han hecho que el espectador se plantee cosas. Un arte que no remueve, cuestiona y replantea no cumple su función. Si eso es ser izquierdista, sí lo es.

-Pero no me dirá que a veces cuesta entenderlas.

-Claro, pero es hoy vivimos enganchados y lo instantáneo hace que pierdas el sentido de la Historia y que vivamos en un presente continuo. En las exposiciones planteamos qué es lo contemporáneo. A principios del siglo XX había movimientos; sin embargo, desde finales de los setenta hasta ahora no y puede quedar la sensación de que cada uno hace lo que quiere. Yo veo el arte desde la perspectiva teatral, como espectáculo y juego,aunque estoy en contra de un arte meramente espectacular, de la emoción sin contenidos, vacío. Los visitantes están ahí y aumentan, y no creo que sea únicamente por ver el «Guernica».

-Sale el tema de las cifras, de los visitantes. En el fondo importan más de lo que los directores de museos quieren reconocer.

-Las cifras no son importantes. Sería triste que se enjuiciase este museo por el número de visitantes y por los artistas españoles que exponen. Es pobre y poco cultural, porque siguiendo esos criterios no habría habido grandes minoritarios como Diderot o Mallarmé. El número no importa, el visitante sí, pero no como consumidor, sino como agente.

-Me parece que será imposible ver una antológica de Jeff Koons en el Reina Sofía como la que se verá este año en el Guggenheim de Bilbao después del Whitney y el Pompidou. ¿Me equivoco?

-No me lo imagino aquí ni a él ni a Damien Hirst. No es ése el planteamiento nuestro, aunque tengo que subrayar que en este centro no hay listas negras, pero vamos por otro lado. En el arte hoy hay bastante cinismo. Se confunde la acción con la hiperactividad.

-¿Le importó que se publicara su sueldo dentro del plan de transparencia del Gobierno? Exactamente son 117.769 euros de sueldo bruto anual. Habrá quien piense que cobra una barbaridad, ya sabe.

-Me pareció una idea excelente. La responsabilidad de cada uno es saber leer los datos, que están ahí para todos, pero que tienen mucho detrás. La cultura puede parecer algo menor cuando hay quien no tiene dinero para llenar una nevera, puede antojarse un lujo o una broma pesada, de mal gusto: este señor cobra esto y yo no tengo casi para comer. Sin embargo, ésa es la trampa y la idea que hay que desechar porque la cultura nos permite crecer, más allá de que sea importante en el PIB. Hay un cierto desprestigio que no nos podemos permitir. Si no podemos contar con un presupuesto alto, pues hagamos las cosas con uno menor. Nos tenemos que arreglar con lo que hay. Las ideas son gratis.

-Los sucesos de París han provocado una verdadera conmoción.

-Mientras haya una persona que quiera hacer daño, que esté a favor d ela barbarie, el riesgo exuiste. No s epuede ceder. Ejemplos de intolerancia lo shay, y muchos, a lo largo d ela historia. Mira a Europa, es una sociedad especialista en volverse loca en determinados momentos. Ahí está el Holocausto o la España de la Guerra Civil y la posguerra. No podemos ceder terreno a la educación. Ésa es la base, debatir para poder crecer juntos. La barbarie se combate con educación.