Pediatría
El abuso de pantallas daña el desarrollo cognitivo de los niños
En verano el consumo digital en menores sube un 25%, lo que puede generar una adicción que ahora hay que frenar
Las vacaciones escolares llegan a su fin y la vuelta al cole ya es una realidad en la mayoría de comunidades autónomas. Con ella toca regresar a la rutina y dar carpetazo a los excesos cometidos durante estos dos últimos meses. Entre esos abusos sobresale de manera generalizada el uso desmesurado de los dispositivos móviles como solución, en muchos casos, al habitual aburrimiento que acecha a los menores o como remedio «fácil» a las largas esperas que implican las salidas a comer fuera o los viajes propios de la época estival.
Se estima que el consumo de contenidos digitales crece un 25% en verano y los más pequeños de la casa son en gran parte los protagonistas de esta cifra. «En la última década el uso de pantallas móviles ha aumentado considerablemente. Algunas investigaciones de 2015 señalan que de 0 a 2 años ha crecido el empleo de este tipo de dispositivos del 40% al 92% en tan solo cuatro años (del 2011 al 2015). Esto nos da cuenta de la verdadera aberración que estamos cometiendo como sociedad y la poca conciencia que hay al respecto», lamenta María Couso, psicopedagoga clínica y fundadora de Play Fun Learning.
Muy dañino para los niños
Ese abuso de las nuevas tecnologías no cae en saco roto cuando se trata de niños y puede resultar muy dañino para los menores, tanto a nivel cognitivo, emocional, social y de salud. «Sabemos que el uso de dispositivos aumenta la probabilidad de sufrir miopía u ojo seco. Asimismo, la calidad del sueño en las nuevas generaciones ha decaído tanto como la cantidad, pues en ningún caso se siguen de manera generalizada las recomendaciones de horas de descanso. Pero la verdadera afectación es la falta de interacción real con el mundo, con el entorno y con los otros», alerta Couso. En concreto, la especialista hace hincapié en que «la sobreestimulación proporcionada con la pantalla hace que la vida real se vuelva aburrida para muchos niños y así lo señalan expertos de la talla de Nicholas Christakis cuando señalan que el consumo de estos dispositivos de cero a tres años traen, inexorablemente, problemas de atención a los siete».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP) alertan de que el consumo de contenido digital de cero a dos años debe ser nulo. De hecho, diferentes investigaciones concluyen que la sobreexposición a la tecnología está asociada con un déficit de atención y de función ejecutiva, retrasos cognitivos, aprendizaje disociado, una mayor impulsividad y una menor capacidad de autocontrol. Y las razones son contundentes, ya que, tal y como explica Couso, «ver cualquier tipo de pantalla en esta franja de edad tiene consecuencias neurológicas negativas para cualquier niño».
Con este escenario como telón de fondo, septiembre se convierte en el momento ideal para romper con la peligrosa dinámica de optar por el teléfono móvil para entretener a los niños y volver a dar su lugar a los tradicionales juegos de mesa, cada vez más variados y sofisticados. «Cuando jugamos, siempre crecemos y la inexistencia de consecuencias negativas por el uso de los juegos de mesa, lo hace la mejor opción por encima de cualquier pantalla», destaca Couso. Y las opciones son casi infinitas, ya que «existen muchos juegos con los que trabajar las diferentes capacidades cognitivas como pueden ser la atención, la concentración, la memoria, el razonamiento lógico, abstracto, lenguaje, matemáticas, etc. Son un complemento excelente de los contenidos curriculares de la escuela», asegura Laura Tejedor, psicóloga infanto-juvenil y neuropsicóloga.
Beneficios saludables del juego
Aunque pueda parecer que «solo» estamos jugando, los beneficios del juego son incontables. «Más allá del trabajo que hacemos al contar puntos o cartas en competencia matemática o al uso del lenguaje y su riqueza en algunos juegos propios de esta competencia, los juegos de mesa nos ayudan a entrenar funciones muy importantes para la vida como la inhibición de nuestros impulsos, la toma de decisiones, la flexibilidad cognitiva ante los obstáculos que en el juego (y en la vida) se nos presentan, la planificación de las tareas a llevar a cabo, la asimilación de las reglas del juego para poder interactuar y respetar y ser respetado por los otros jugadores… Necesitamos todas estas grandes funciones y qué mejor que trabajarlas mediante el proceso más natural e innato que se haya ante nosotros», asegura Couso.
Ese beneficio resulta aún más importante en niños con problemas de salud de base, tal y como ocurre con los trastornos del neurodesarrollo que, «aunque no se pueden curar, su sintomatología sí puede ser trabajada y mejorada», asegura Couso. En este sentido, «los niños con trastorno por déficit de atención, por ejemplo, pueden beneficiarse de juegos que entrenan la focalización de la atención y permiten mantenerla, mientras que las dificultades en las relaciones sociales, trastorno del espectro autista o cualquier otro diagnóstico relacionado, se puede trabajar con juegos focalizados en habilidades sociales o de lenguaje para crear conversaciones y fomentar el diálogo», detalla Tejedor.
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