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Crítica de cine

“UglyDolls: Extraordinariamente feos”: El muñeco y el oso...

“UglyDolls: Extraordinariamente feos”: El muñeco y el oso...
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Director: Kelly Asbury. Guión: Larry Stuckey, Blaise Hemingway, Erica Rivinoja (historia: David Horvath y Sun-min Kim). EE UU, 2019. Duración: 87 minutos. Animación.

Una bandera friqui enarbolada con orgullo, una pantalla partida como en aquellas series tan cursis y familiares de los años 70, un puñado de encantadoras criaturas, feas según qué cánones sociales, más contentas que unas pascuas. ¿Y alguien duda que detrás de esta historia no esté el director de origen mexicano Robert Rodríguez, que ha cambiado el archicontrovertido e hipotético muro de marras por un túnel sucio y larguísimo para hablar a los niños y a los que ya peinamos canas o calvas sobre la marginación y el miedo al forastero? En el arranque de la cinta escrita y producida por el cineasta, vemos cómo una enorme fila de muñecos pasan un férreo control de calidad. Ellos, los que acaban relegados del Gran Mundo como descartes, los imperfectos, a los que les falta un ojo o les sobra una oreja, los que no dan el mínimo de perfección exigible, son los llamados Uglydolls, que, ignorantes de lo que ocurre, viven tan panchos en su colorido y psicodélico pueblecito («soy feliz, acabo de pasarme el día cantando», dice Moxy, la protagonista, porque el filme es un musical como Dios manda y un par de números resultan especialmente conseguidos) hasta que el malvado y bello Lou («No deberías ni existir», les increpa), que parece una versión en pijo de Justin Bieber, les cuenta la verdad para su sorpresa cuando los Uglydolls visitan ese otro plano de la realidad. Una realidad no tan alejada desde el punto de vista espacial de la suya, en la que nadie les juzgaba y en la que se sentían iguales y protegidos. Sin embargo, Moxy siempre deseó tener un día a su propio niño con el que jugar, sentirse parte de una familia, como les sucede a los otros, a los que tienen suerte, tan guapos que parecen modelos, aquellos que pueden cruzar la línea, y no un paria. Decide entonces disfrazarse, ella y sus amigos, aparentar que son «normales» y que están completos, pero las normas a veces son sumamente injustas y crueles aunque el propio Lou tenga trampa. Hay, también, por en medio de la trama, tres coquetas espías que recuerdan a «Los Ángeles de Charlie» pero todavía más en frívolo, un tono muy de cómic en según qué escenas, un buenrollismo de manual que quizá en ocasiones lastre en demasía a la película. No es extraordinaria, pero sí divertida y con más fondo de lo que la historia de estos cándidos peluches podría parecer en un primer vistazo. «A veces, el interior de nuestros sueños está vacío», dice uno de los protagonistas cuando siente miedo de conocer qué hay más allá del horizonte, a dejar su vida. Pues eso, con Rodríguez detrás.

LO MEJOR

Visualmente es una película muy psicodélica y colorida. Las tres espías tan frívolas tampoco tienen desperdicio

LO PEOR

Abusa de un buenrollismo de manual, y un par de escenas más emocionales tipo Pixar no le habría venido mal a la historia