Crítica de "Un amor": al otro lado del deseo ★★1/2
Dirección: Isabel Coixet. Guion: Isabel Coixet y Laura Ferrero, según la novela de Sara Mesa. Intérpretes: Laia Costa, Horik Keuchkerian, Hugo Silva, Luis Bermejo. España, 2023, 129 min. Género: Drama.
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Dirección: Isabel Coixet. Guion: Isabel Coixet y Laura Ferrero, según la novela de Sara Mesa. Intérpretes: Laia Costa, Horik Keuchkerian, Hugo Silva, Luis Bermejo. España, 2023, 129 min. Género: Drama.
“Esto es lo que hay”, grita Nat casi al final de “Un amor”. Es una frase que ha tenido que oír, por activa y por pasiva, de los hombres -un casero, un artista del vidrio, un amante- que se ha cruzado durante su estancia en una casa desvencijada, en un pueblo de mala muerte. La repite porque, se supone, se ha contagiado de la toxicidad a la que, por inercia o por un deseo irrefrenable, se ha sometido sin apenas rechistar. El indefinido del título de la excelente novela de Sara Mesa introduce un principio de indeterminación que explica las cortantes ambigüedades de su heroína, aristas que la adaptación de Isabel Coixet lima a conveniencia. Mesa parecía saber que con el deseo no se negocia: no hay causas que expliquen su desbordamiento, solo existe en presente, y siempre nos pone en peligro. Coixet, más clásica, más convencional, aunque no ajena al deseo como expresión de los afectos del cuerpo -desde “Mapa de los sonidos de Tokio” y “Elegy” hasta “Elisa y Marcela”-, se empeña en encerrar el comportamiento de Nat en una explicación que acaba en una redención. La Nat de Coixet no resulta antipática, pierde su condición enigmática, a pesar de que Laia Costa la interpreta con una convicción extraordinaria. A veces la hostilidad del medio rural roza la caricatura -esos vecinos sonrientes e hipócritas, ese artista que quiere seducir a base de críticas pasivo-agresivas-, traicionando la sequedad mesetaria de la prosa de Mesa, feliz de meterse en jardines de mal rollo cercados por alambres de espino. Solo en los primeros encuentros con el Alemán (adusto, notable Horik Keuchkerian) Coixet parece sentirse cómoda: cuando el sexo es una transacción o una necesidad animal, irreductible a las palabras, la película se alinea con ese deseo sin fondo, con ese agujero negro de los afectos que se genera cuando dos cuerpos necesitan penetrarse mutuamente. Pero, recordemos, el formato cuatro tercios insiste en clausurar la mirada de Nat, o lo que es lo mismo, nos dice que todo lo externo la victimiza, olvidándose, tal vez, de que solo es víctima de sí misma.
Lo mejor: Cuando los espléndidos Laia Costa y Honik Keuchkerian aprenden a hablar el lenguaje del deseo sin que medien las palabras.
Lo peor: Los cambios puntuales que Coixet ha introducido en la adaptación de la novela de Mesa hacen de Nat un personaje menos emigmático.