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Crítica de "El silencio de la guerra": ¿qué es la guerra para quienes no la han vivido? ★★★★

Antonio Monegal reflexiona sobre las contiendas y cómo se reflejan en los medios de comunicación, el arte y la literatura

Antonio Monegal
El autor aborda la imposibilidad de narrar lo que sucede en el frenteEditorial Acantilado

Sostenía Oscar Wilde que «Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad». Incidía así en el morboso atractivo de la confrontación bélica, que remite a los más bajos instintos del ser humano. Este tema ha generado, aparte de su propio horror, numerosos referentes literarios, cinematográficos, plásticos y artísticos en general. Es lo que estudia Antonio Monegal en su ensayo «El silencio de la guerra». Empezó a interesarse por esta temática al conocer, en 1976, a tres jóvenes libaneses que huían de la violencia que azotaba su país. A partir de aquí, con el paso de los años y analizando diversas contiendas contemporáneas, ha ido adentrándose en la vertiente cultural de las mismas, en su deriva estética y en cómo se combinaban heroísmo, crueldad, miseria y abnegación, apareciendo lo mejor y lo peor de la condición humana.

Retórica y heroicidades

Queda claro el objetivo del libro: «El silencio es un leitmotiv de este ensayo, que trata sobre cómo definir una ética de la representación de la guerra que se aleje de la tradición épica». Novelas como «Sin novedad en el frente», de Remarque, y «Adiós a las armas», de Hemingway; o la pintura antimilitarista de Otto Dix y el «Guernica», de Picasso; o películas como «Senderos de gloria», de Kubrick, y «Johnny cogió su fusil», de Dalton Trumbo, entre otros referentes culturales, conforman este alegato contra las retóricas heroicidades y las proclamas patrioteras. Si la primera víctima de la guerra es la verdad, el silencio es la consecuencia de una intencionada manipulación política que esconde desquiciadas cobardías o elogiables proezas. Se abordan aquí cuestiones como el síndrome postraumático, el secuestro de la memoria colectiva o la ausencia de los muertos en combate. Mostrar los horrores de la guerra u ocultarlos es un dilema ético que gravita entre la odiosa morbosidad y la honesta declaración de lo ocurrido. Este libro lo plantea magistralmente.

Lo mejor:

El rigor y amenidad de los argumentos expuestos en este excelente libro

Lo peor:

Nada que señalar negativo porque se trata de un ensayo modélico