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Fotografía

Crónica de la sociedad desechable

La Fundación Mapfre dedica una retrospectiva de 110 imágenes al fotógrafo Anthony Hernández

Los Angeles #14, 1973. Obra de Anthony Hernández
Los Angeles #14, 1973. Obra de Anthony Hernándezlarazon

La Fundación Mapfre presenta una retrospectiva de Anthony Hernández, fotógrafo de la realidad cotidiana estadounidense en los años 70

Anthony Hernández viene de un impulso vocacional más que de deslumbramiento académico. Inició su carrera como fotógrafo probablemente sin saber bien que lo que hacía era una profesión ni tampoco hasta dónde se extendía esa expresión. Comenzó fijándose en lo inmediato, lo que tenía a mano, en el barrio. Un impulso autodidacta que le llevó a retratar, sin ninguna preparación anterior, las calles de su entorno y las gentes que las habitaban. Todo un escenario de asfalto y cemento, de desolación y pobreza que, sin que lo adivinara, lo iba circunscribiendo en la misma sintonía que otros fotógrafos clásicos, como Robert Frank o Garry Winogrand, con los que mantiene tantos puntos en común. "Siempre he intentado ser muy formal, tanto en los paisajes como en las imágenes con personas. He procurado estructurarlas de la manera más adecuada", reconoció ayer durante la retrospectiva que la Fundación Mapfre de Madrid dedica a su obra.

El artista comenzó su andadura con cámaras pequeñas, ligeras, de 35 mm, y en blanco y negro. De esta manera sacó adelante los trabajos de la década de los 70, cuando le atraía las docenas de indigentes que veía tendidos en las aceras, durmiendo en las playas o cobijados en estructuras arquitectónicas abandonadas. "Antes había muchos pobres, pero ahora son muchos más los que ves. Antes los fotografiaba para enseñarlos, pero hoy en día, incluso, a la gente le interesa menos cómo viven estas personas. Se fijan en los primeros que encuentran a su paso, pero después, ya ni reparan en ellos. Es peor que en mi época", comentó el artista, que muestra a las personas en una dimensión nueva: como materiales desechables de una sociedad que comenzaba a ser corroída por el consumo desmedido.

La fotografía bicolor, virada al arco cromático del blanco y negro, terminó más tarde, cuando inició una serie dedicada a Rodeo Drive. Es uno de los saltos más relevantes que se produce en su evolución. Con estas instantáneas, donde el rojo es el más predominante de todos los colores, dejó atrás una etapa. Aunque sigue preocupado por la figura humana. "Nada es para siempre -asegura sonriendo-. He procurado conseguir unas imágenes para llamar la atención de la gente sobre asuntos que pasaban desapercibidos". Y, en concreto, se refiere a un trabajo centrado en emplazamientos abandonados. Son lugares hoy desolados, en ruinas, como vertederos, aparcamientos vacíos y garajes de maquinaria obsoleta, como si tratara de decirnos que la actividad del hombre, y sus huellas, fueran tan importantes como las mismas personas.

La muestra sigue sus pasos desde los inicios hasta el final. Un viaje fotográfico, a través de 110 imágenes, que puede interpretarse como un trayecto que discurre desde lo más figurativo hasta lo más abstracto, porque hacia el final de su trayectoria, Anthony Hernández aparta a las personas de sus composiciones. Las borra de su objetivo y lo único que le atrae es el paisaje urbano. Almacenes, subterráneos, edificios en ruinas. Hacia ellos dirige su mirada, centrándose en el color y la composición, dejando la impresión de que las ciudades, con sus formas, espacios y combinación aleatoria de contrastes y colores, también es capaz de proveernos de un rico campo de sugerencias y estímulos alejados de la forma. "En esta sociedad saturada de imágenes, lo que más me preocupa es que mis obras enseñen algo que había pasado desapercibido a todos nosotros. Y, sobre todo, que su contenido se enriquezca cada vez que se vea, que se encuentren en ellas lecturas y dimensiones que antes no se habían apreciado".