Cine
Diane Keaton, Manhattan pierde a Annie Hall
La intérprete, que se hizo famosa por sus papeles al lado de Woody Allen y se convirtió en imagen de un tipo de mujer, fallece a los 79 años
Comenzó como actriz y acabó encarnando el prototipo de una mujer nueva, independiente, inteligente, moderna, cosmopolita, metropolitana y sin miedo a la soltería. La cinematografía convirtió su estilo desastrado, toda esa moda de chalecos, americanos, pantalones holgados, combinados con zapatos, gorros, fulares que parecían extraídos de armarios opuestos, en la marca de una identidad de claro individualismo. Una imagen que anticipaba ya una feminidad distinta, que evolucionó hasta erigirse en el espejo de toda la progresía y en una tendencia entre cientos de admiradoras. Las películas que protagonizó a las órdenes de Woody Allen hicieron de ella una imagen popular hasta el punto de que hasta hoy seguía siendo una especie de tótem para muchas mujeres. La intérprete, que nació en Los Ángeles en 1946 y que la mayoría conoce por su papel en «Annie Hall» –filme por el que recibió un Oscar y que el propio cineasta escribió pensando en la relación que compartieron–, falleció este sábado a los 79 años por causas todavía desconocidas.
Una portavoz de la familia comunicó la muerte a la revista «People» en exclusiva. Con ella desaparece uno de los rostros más emblemáticos del séptimo arte de las últimas décadas. Aparte de la estatuilla que recibió por parte de la Academia de Hollywood (estuvo nominada en cuatro ocasiones), en su larga trayectoria recibió también dos Globos de Oro (optó a él en cinco ocasiones) y un Bafta. Según el American Film Institute, junto a Katherine Hepburn y Faye Dunaway, fue la intérprete con más títulos entre la lista de las 100 mejores películas de la historia. Y es que, aunque la mayoría de los espectadores la reconocen por los trabajos que hizo al lado de Woody Allen, con quien formó pareja durante un tiempo dentro y fuera del cine, ella ya había dado muestras de su talento. En la escuela y el teatro ya había brillado, pero quien la catapultó y consagró fue Francis Ford Coppola. «El padrino» (1972), donde compartía cartel con Al Pacino y Marlon Brando, la llevó a los altares y la puso en el centro de todos los focos. Su papel ahí era indiscutible y, de hecho, el filme cerraba con la mirada de ella, una mirada que dejaba entrever cómo los personajes habían cambiado. La trilogía de Coppola siempre estaría vinculada a ella. «Rojos» (1980), con Warren Beatty, fue otro de los largometrajes que la consagraron.
Woody Allen
Otro trabajo, de otro perfil muy distinto y que le permitió cambiar de registro, fue «La chica del tambor» (1983), basada en una novela de John Le Carré. Uno de esos taquillazos que perpetuaron su nombre entre el público. Posteriormente, se sumarían filmes muy aceptados, «El padre de la novia» (1991), junto a Steve Martin; «Baby, tú vales mucho» (1987), una comedia ligera con mucho gancho; «Cuando menos te lo esperas» (2003), al lado de Jack Nicholson, un filme por el que recibió el Globo de Oro, o «The Morning Glory» (2010), al lado de Harrison Ford.
Pero toda su carrera estará unida para siempre a la filmografía de Woody Allen. Director y actriz han sido pareja, han sido amigos y han compartido pantalla con películas que a día de hoy son imborrables para los amantes del cine. No solo fue el éxito de «Annie Hall» (1977), sino «Manhattan» (1979); «El dormilón» (1973), una comedia utópica que nos traslada al futuro y a una sociedad dominada por un tirano; «La última noche de Boris Grushenlo» (1975), una delirante farsa ambientada en época napoleónica, donde Woody Allen hizo un guiño (uno de tantos) a Ingmar Bergman; «Interiores» (1978), uno de los melodramas más célebres del director, o «Sueños de un seductor» (1972).
El vínculo entre Diane Keaton y Woody Allen se puso a prueba cuando este último fue denunciado por Mia Farrow. Ella demostró lo que era la amistad y, en unos momentos tan duros y de tantas críticas, Keaton permaneció al lado de él. Incluso, contra todo pronóstico, volvió a prestarse para rodar al lado del cineasta un nuevo filme, «Misterioso asesinato en Manhattan» (1993), una obra en la que también participaba otro compañero de ellos, Alan Alda. Este trabajo, que volvió a reunirlos, fue la última oportunidad de verlos juntos y supuso un rotundo éxito para Woody Allen, que, por un momento, debió soñar que con su cine podía conseguir que el público se olvidara del escándalo que lo rodeaba. No fue así.
Personalidad propia
Detrás de la permanente sonrisa de Diane Keaton latía una personalidad de acentuado carácter que tuvo la capacidad de llevar hacia adelante con una autenticidad que no suele ser frecuente en Hollywood y, sobre todo, de una manera especial en este último Hollywood tan pendiente de la corrección política. Ella defendió siempre a las mujeres. Lo hizo desde fuera de la pantalla como desde dentro de ellas, como corroboran algunos proyectos en los que decidió participar, como fue «El club de las primeras esposas» (1996), donde formó un triunvirato muy especial con las alegres Goldie Hawn y Bette Midler. En esta época en que tantas cantantes sueñan con vengarse de sus novias, estas tres actrices tomaban parte en una venganza muy particular contra sus decepcionantes maridos, adelantándose así unos cuantos años a todas las Shakira de hoy.
Diane Keaton demostró a todo el mundo que una mujer podía ser ella misma. No se adaptó a los cánones y forjó sus propias reglas, desde su manera de vestir –que marcó toda la década de los setenta y que, comentaba en una ocasión, forjó ese estilo tirando de ropa de hombre que estaba pasada de moda– a su forma de interpretar –fue una de las grandes actrices de comedia de su momento, como remarcó la Prensa especializada en más de una ocasión- y encarar el éxito que le había brindado su carrera.