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Don Mendo y nada más

Raúl Sénder rememora sus tiempos convertido en el «apuesto caballero»

Raúl Sénder, en su segunda etapa como don Mendo
Raúl Sénder, en su segunda etapa como don Mendolarazon

Raúl Sénder rememora sus tiempos convertido en el «apuesto caballero».

Dice Raúl Sénder que ya no atiende a entrevistas, que para eso se retiró, para que, entre otros motivos, la gente de la Prensa no le demos la murga. «Ya me fui de los escenarios, ya no se me ve por ningún lado que no sean bodas, entierros y demás». Pero las cosas cambian si oye hablar de don Mendo. Entonces, se le toca la fibra y el maño no puede decir que no. «Si es por don Mendo...», se ablanda.

Porque fue con este «hijo» de Muñoz Seca con el que Sénder decidió alejarse de los teatros: «Tras ese pelotazo era muy difícil tener un éxito igual. Seguro que lo que viniera después iba a ser menor», recuerda de lo que sintió como el «culmen» a toda una carrera. «Fue un reconocimiento máximo, un espaldarazo, una coronación...». Así que con esas mismas el actor cogió un par de folios, hizo cuentas y lo dejó. «Cogí los números, vi qué posibilidades tenía de disfrutar de la vida y decidí irme sin darle ningún bombo, me fui discretamente» –solo volvería a pisar los escenarios en un «favor», cuenta, que le hizo a su amigo Josema Yuste, diez días, que terminaron convirtiéndose en 10 semanas, para cubrir una baja–. Era 2003 y con ese agónico «saben que menda... es don Mendo,/ y don Mendo... mató a menda» se ponía fin a la segunda etapa de «La venganza...» con Raúl Sénder como protagonista.

Carteristas y reventas

La primera fue en el Español, en el 97, y los amontonamientos a la entrada del teatro daban fe del éxito del espectáculo. Y no porque lo diga el actor, que también, sino por los dos condicionantes de todo éxito de entonces: que hubiera reventa en la misma puerta y por la presencia de los carteristas. «Y nosotros teníamos de las dos cosas», ríe.

–Se robaron unas cuantas carteras por su culpa...

–Más de una y más de dos.

Sin embargo, Sénder ya no hecha de menos el teatro, a él va como espectador, y ya. «Tuve mono los dos primeros años porque me ponían la zanahoria, pero con el tiempo se pasó y ahora no siento absolutamente nada. No me pongo nostálgico cuando voy a sitios en los que trabajé». Solo don Mendo despierta en el intérprete esa morriña por el «ingenio y el talento de Muñoz Seca. Es una de las grandes piezas de la literatura española que, a veces, por ser de humor parece que se ha menospreciado. Sin embargo, el reconocimiento popular ha sido enorme», defiende de un clásico «pese a no ser de Lope». Y continúa: «No es una pieza que se elogie en exceso. No se dice más que es “maja”, “qué bien me lo he pasado”... Pero no se ve el valor del autor para contar la historia de la venganza».

Siente Sénder la obra casi tan suya como de Muñoz Seca, se dejó «los cuartos», dice para levantarla por segunda vez –la primera corrió a cargo del Ayuntamiento de Madrid– y volver a ser un personaje que le marcó y al que le dio su personalidad y sus morcillas: «Hasta le hice bailar “La Macarena” y “La Zarzamora”».