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¿Dónde están los múltiples restos de Santa Teresa de Jesús que se reparten por todo el mundo?
Cuenta la leyenda que Franco tenía la mano en su dormitorio y que la llevaba en todos sus viajes a modo de amuleto
En 'Muero porque no muero', Paco Bezerra describía la vuelta de Santa Teresa de Jesús a la vida. A diferencia de Cristo, la religiosa no tenía un cuerpo en el que reencarnarse. No era más que un espíritu. Como contaba el dramaturgo, la protagonista se pone entonces "a investigar qué ha sucedido"... hasta que se entera "de que la descuartizaron en mil pedazos y la repartieron por el mundo", explicaba Bezerra a LA RAZÓN: "Lo mismo encuentras una muela en México que un ojo en Nueva York".
De ese modo, Teresa de Ávila comienza (en la obra dramática) a "profanarse" a sí misma y comprueba qué ha cambiado, o no, en la España en la que nació y murió. También qué hemos hecho entre todos con su legado: "La mano con la que hizo el voto de pobreza y se comió el pan más duro del convento para dar ejemplo, de pronto, se encuentra engalanada en oro y piedras preciosas; o ella, que se metió a monja sin tener fe por no casarse con un hombre y para huir de las 'barras de los varones', se da cuenta de que se ha convertido en Patrona de la Sección Femenina, donde el objetivo era educar a las niñas para servir a sus futuros maridos".
A lo largo de la trama, la protagonista del texto va encadenando aventuras hasta llegar, incluso, al Rastro para recitar su poesía, o lo poco que le queda, y donde la gente piensa que no es más que una loca que se cree Santa Teresa.
Utilizó Bezerra su obra para denunciar cómo se ha desvirtuado la esencia de una Santa que no fue embalsamada, sino envuelta en una tele bordada con y puesta en un ataúd de madera. Luego se expuso este en la capilla del Convento de la Anunciación hasta su funeral el 15 de octubre de 1582.
La patrona del convento, Teresa Layz, la priora, Antonio de Jesús y los duques de Alba decidieron que el cuerpo de la Santa se quedase allí y apresuraron el entierro: un albañil y un carpintero realizaron un nicho en el muro que separa la capilla del coro de las religiosas y fue enterrada el mismo 15 de octubre.
Metieron tierra y piedras en el nicho, presionaron la argamasa a golpe de mazo y rompieron la tapa del ataúd. Las monjas protestaron por que se la enterrase así, pero sus protestas fueron inútiles. Nueve meses después, en julio de 1583, llegó el entonces provincial, Jerónimo de la Madre de Dios. Este, con la ayuda del carmelita descalzo Cristóbal de San Alberto y las monjas del convento, que querían ver el cuerpo de la santa, fueron a exhumar los restos.
Tardaron cuatro días en retirar las piedras que cubrían el ataúd. Pensaron que el cuerpo no se había descompuesto, porque de la sepultura provenía un suave olor. Al abrir el ataúd descubrieron que el cuerpo estaba intacto, como si acabasen de enterrarla.
Para disponer de reliquias, Jerónimo de la Madre de Dios cortó la mano izquierda y el dedo meñique. Envolvió la mano en un pañuelo y luego en papel, la metió en un cofre y se la dio a las carmelitas descalzas de Ávila.
Jerónimo se quedó con el dedo meñique. Dijo que, desde que lo tuvo, no padeció ninguna enfermedad destacable. En 1593, durante un viaje de Mesina a Roma, fue capturado por unos corsarios musulmanes, que le quitaron esa reliquia, y permaneció cautivo en Túnez durante dos años. Logró que le devolviesen la reliquia con el pago de 20 reales y unas sortijas de oro.
Tras la exhumación, las monjas quitaron la tierra, lavaron el cuerpo y le pusieron ropa nueva. La pusieron en un arca fácil de abrir en el coro para exponerla en ocasiones especiales.
El capítulo de la orden en Pastrana, el 18 de octubre de 1585, decidió trasladar el cuerpo de la santa al Convento de San José, que fue el primero de las carmelitas descalzas.
El canónigo Juan Carrillo, tesorero de la Catedral de Ávila, y Julián de Ávila se trasladaron a Alba, donde fueron recibidos por fray Gregorio Nacianceno. Poco después llegó Jerónimo de la Madre de Dios. El 24 de noviembre fray Gregorio le comunicó a las monjas la decisión del capítulo de Pastrana. Sin embargo, les dice que podrán conservar como reliquia el brazo izquierdo, al cual fray Jerónimo ya le había quitado la mano. Fray Gregorio se encargó de cortar el brazo izquierdo de la santa y las monjas de Alba se quedaron con aquella reliquia.
Envolvieron el cuerpo de la santa en un sayal, lo metieron sobre una mula entre dos pacas de paja y lo llevaron a Ávila. En el Convento de San José, las monjas pusieron el cuerpo en la sala capitular, con unas cortinas que permitían mostrarlo y ocultarlo. Luego mandaron hacer un arca para el cuerpo. Esta estaba envuelta por dentro de tafetán violeta y por fuera de terciopelo negro con adornos de oro y seda. Había un escudo de oro y otro de plata, uno con los símbolos de la orden y otro con el nombre de Jesús. También tenía una tela en la que estaba bordado: Madre Teresa de Jesús.
En Ávila se interpretó como un milagro el agradable olor que desprendía el cuerpo de la Santa y piden que vengan teólogos a determinar esto. El 31 de diciembre de 1585 llegaron de Madrid fray Diego de Yepes, prior del Convento de los Jerónimos de Madrid, el licenciado Laguna, del Consejo de Estado, y Francisco Contreras, de la Chanchillería de Granada. Felicitaron al entonces obispo de Ávila, Pedro Fernández de Termiño, por tener en su ciudad el cuerpo de la Santa.
Al día siguiente, el 1 de enero de 1586, un grupo de veinte personas entre las que estaba el obispo, los altos funcionarios, dos médicos y algunos notables de la ciudad llegaron al carmelo. El cuerpo fue llevado a la galería de la entrada. Los médicos lo examinaron y comprobaron que desprendía un olor agradable y que, aunque habían pasado tres años, no había sufrido ninguna descomposición. Certificaron que aquello era un milagro, porque el cuerpo no había sido embalsamado, ni tenía ningún bálsamo ni nada parecido.
Cuando los carmelitas descalzos se llevaron el cuerpo del Convento de la Anunciación, no estaban en Alba de Tormes ni el entonces duque, Antonio de Toledo, ni su tío, Hernando de Toledo, prior de la Orden de San Juan. Hernando de Toledo se lo tomó muy mal porque admiraba mucho a la Santa y sabía que su cuerpo tenía un gran valor.
Se dirigió a la Santa Sede y Sixto V le dio la razón. El cuerpo fue trasladado de nuevo a Alba el 23 de agosto de 1586. Fue instalado en el coro inferior del Convento de la Anunciación en presencia del duque, su madre y una multitud.
Durante más de un año, el Convento de San José de Ávila y el de la Asunción de Alba de Tormes tuvieron un litigio por el cuerpo. En diciembre de 1588 el nuncio, César Specino, dijo que el cuerpo permanecería en Alba de Tormes y el 10 de julio el papa confirmó la afirmación del nuncio.
El cuerpo fue examinado el 25 de marzo de 1588, a petición del obispo de Salamanca, Jerónimo Manrique. El jesuita Francisco de Ribera estuvo en aquella inspección y escribió sobre el estado del cuerpo y de la reliquia del brazo en aquel entonces. El brazo era envuelto en un paño que se iba cambiando y que se entregaba a los visitantes como objeto de devoción.
En 1588 unos médicos le extrajeron el corazón. Este se encuentra en un relicario de 1671 en el convento de Alba de Tormes.
El sepulcro de Teresa de Jesús está custodiado por nueve llaves, de las que tres están en posesión de la Casa de Alba.
En 1598 se elevó el sepulcro. En 1616 se trasladó a la capilla Nueva. En 1750 se abrió el sepulcro. En 1760 se colocó en una caja de plata dentro, a su vez, de otra de mármol negro sobre la cual hay estatuas de dos ángeles en el altar mayor. Este sepulcro había sido costeado por el rey Fernando VI.
Fray Jerónimo de la Madre de Dios llevó la mano de Santa Teresa a Ávila en 1582 y en 1585 se la regaló a los carmelitas del Convento de San Alberto de Lisboa. Luego fue llevada al convento carmelita de Olivais.
Tras la revolución portuguesa de 1910, de carácter anticlerical, las monjas se llevaron la reliquia a España. En 1924 la llevaron al convento de carmelitas descalzas de Ronda.
En 1936, durante la Guerra Civil española, las monjas escondieron la mano del anticlerical Frente Popular. Estos exigieron que les fuera entregada y terminaron confiscándola, argumentando que querían protegerla de profanaciones.
En 1937, cuando las tropas del bando nacional tomaron Málaga, la encontraron en el equipaje del republicano José Villalba Rubio. Los militares se la regalaron a Francisco Franco y le dijeron a las monjas de Ronda que le guiaría en su labor de regeneración de España.
Franco tendrá la mano en su dormitorio y la llevará en todos los viajes. Tras la muerte de Franco, Carmen Polo se la entregó al arzobispo de Toledo el 9 de diciembre de 1975. Este se la entregó al carmelo de Ronda el 21 de enero de 1976, donde también se conserva su ojo izquierdo.
En la actualidad hay reliquias del cuerpo de la santa en diversos lugares. El Convento de San José de Ávila tiene una clavícula y el Convento de Santa Teresa de Ávila tiene un dedo anular. En 1614, el año de su beatificación, se mandó a Roma el pie derecho, que se encuentra en la Iglesia de Santa Maria della Scala. En la Basílica de San Pancracio de Roma hay un trozo de la mandíbula superior.
La Catedral de Santiago de Compostela tiene muelas de Santa Teresa como reliquia. También tiene muelas de la Santa un convento de Puebla de Zaragoza, México. El Convento de San José de Toledo tiene un relicario con una muela.
El Convento de San José de Sevilla conserva como reliquias parte de un dedo y parte de una costilla. También tiene una reliquia de la santa la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen de San Juan de Aznalfarache, provincia de Sevilla. El Museo Lázaro Galdiano de Madrid conserva un busto de santa Teresa con un relicario.
Hay un dedo de la santa en Sanlúcar de Barrameda y otro en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto de París.
Entre el 16 y el 23 de agosto de 1914 el sepulcro de Santa Teresa estuvo abierto. Se abrió otra vez el 28 de agosto de 1914. Entre el 28 y el 31 de agosto de 2024 el sepulcro fue abierto de nuevo para el estudio de sus restos por parte de médicos y científicos italianos. Este equipo estudió también la mano, el corazón y el brazo, que se encuentran en relicarios.