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Premio Princesa de Asturias de las Letras

Eduardo Mendoza: "He sido un proveedor de felicidad para mí mismo"

El escritor barcelonés agradeció un premio que dedica a la literatura de humor y a sus compañeros de generación

Eduardo Mendoza estaba en el médico esta mañana en Barcelona. Cuando volvió a conectar el teléfono móvil descubrió que este echaba humo. No era para menos: acababa de saberse que había ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Tras la noticia, Seix Barral organizó una rueda de Prensa en la que Mendoza, acompañado de su editora Elena Ramírez, quiso mostrar sus primeras impresiones sobre un galardón que le llega cuando se cumplen cincuenta años de la publicación de su primer libro: “La verdad sobre el caso Savolta”.

El escritor, que se presentó algo afónico -”aunque no por el premio porque venía cultivándolo de antes”- definió el premio como “un estímulo. Tiene un gran efecto de satisfacción, de pensar que 50 años después de la primera novela no me han mandado al cuarto de los trastos. Es muy bonito”. En el fallo del jurado se apunta que Mendoza es “un proveedor de felicidad” a lo que contestó que “me me he dedicado toda la vida a escribir y hacer el vago y me lo premian. He sido un proveedor de felicidad para mí mismo”.

Una parte de la obra literaria está marcada por la literatura de humor. Preguntando si ese género se ve recompensado con este galardón, el autor de “Una comedia ligera” dijo que “con toda la falsa modestia he contribuido al género de humor. Siempre ha existido, pero hubo un momento en el que en la novela estaba en horas bajas. Tuve la desfachatez de lanzarme, aunque primero empecé con una novela seria con toques de humor. Luego decidí abrir una sucursal solo de humor, un género en el que si fracasas no hay salvación. Fue bien acogido. Creo que detrás de mí, se han animado mucho. Así que lo importante del humor es no bajar el listón. Cualquier chocarrería no vale”.

Barcelona es uno de los grandes escenarios de la narrativa de Mendoza, con cotas superlativas como “La ciudad de los prodigios”. Sobre la ciudad en la que vive a medio camino con Londres subrayó que “todas las ciudades cambian muchísimo. Tengo una Barcelona de la infancia que ahora no la reconocería ni su padre. Barcelona ha pasado de ser una ciudad poco conocida y tranquila a un referente turístico mundial que no sabe a dónde va ir a parar. Es algo que forma parte de la evolución natural de las ciudades. Ha cambiado la manera de mirar la ciudad y he sido un testigo privilegiado porque he podido ver los cambios y contármelos a mí mismo”.

No cabe duda que Eduardo Mendoza forma parte de una generación de narradores que han hecho de Barcelona prácticamente un género literario, con nombres a tener en cuenta, por desgracia ya desaparecidos, como Manuel Vázquez Montalbán o Juan Marsé. El autor de “Sin noticias de Gurb” ve también en el Princesa de Asturias de las Letras un reconocimiento a ese grupo. “Veo en este premio un recuerdo a toda esta generación que ha ido despareciendo. Por ejemplo, hace unos días despedimos a Joan de Sagarra. En una época gris y triste, se demostró que había ganas de vivir y pasarlo bien literariamente. Había literatura de humor, pero también novela policiaca que no existía, con Manolo Vázquez Montalbán, pero también Marsé, Andreu Martín y Juan Madrid que nos inventamos detectives, así como Alicia Giménez Bartlett. Era una literatura más costumbrista, volviendo a lo que Savater llamaba la infancia recuperada. Por eso creo que este premio es colectivo”.

El pasado año, Mendoza nos sorprendió con una nueva novela, “Tres enigmas para la Organización”, inesperada porque parecía que el escritor había dejado de escribir ficción. El autor concretó, a este respecto, que “dije que no quería seguir escribiendo novelas, que me dedicaría a pequeños ensayos... Pero cuando llevas tantos años escribiendo novelas, es como una posesión diabólica. No escribo novela ahora, pero podría pasar en cualquier momento que volviera a ella. Tengo deberes que me he puesto, como recopilaciones artículos, charlas... Pero es posible que me ponga a escribir una novela de tiros”.

Antes de despedirse, Eduardo Mendoza admitió que el premio le hace pensar porque “te preguntas qué he hecho yo para merecer esto, si estoy a la altura... No me dejan jubilarme tranquilamente. Hace un año se lo dieron también a Serrat y se tuvo que volver a poner a cantar”.