Hollywood

«El francotirador», un cowboy en Irak

Bradley Cooper (izda.) da vida al sargento Chris Kyle en la película de Eastwood (dcha.)
Bradley Cooper (izda.) da vida al sargento Chris Kyle en la película de Eastwood (dcha.)larazon

La última película de Clint Eastwood, sobre la biografía del soldado más letal del Ejército americano en Irak, desata la polémica.

Todas las historias pueden contarse con matices aunque la de Chris Kyle admite pocos grises. Él fue el soldado más letal del ejército estadounidense durante los cuatro años que combatió en Irak, con 160 muertes confirmadas en su haber, si bien podrían haber sido bastantes más no reconocidas. Su biografía es el material que ha elegido Clint Eastwood como argumento de su última película: «American Sniper» (que se estrenará como «El francotirador» en España en febrero) está basada con bastante fidelidad en las memorias del miembro de las fuerzas especiales que la editorial Crítica ha traducido al español, y en ella, el propio Kyle deja bien claros sus puntos de vista al referirse a los iraquíes como «salvajes» a lo que añade un completo abanico de opiniones políticamente incorrectas: «Yo no luché por los iraquíes, que, en realidad, me importaban una mierda pinchada en un palo. Fui a la guerra por mi país, para proteger a mis compatriotas y a mis amigos y que toda esa suciedad no manchase mi casa», escribe en otro pasaje. En la película no aparecen las expresiones más duras, sino que Eastwood aplica el barniz sobre el heroísmo y el patriotismo que también abundan en los recuerdos del militar. A pesar de todo, la polémica ha inundado los medios estadounidenses desde su estreno, hace apenas diez días.

Estética de videojuego

La cinta narra la vida de un muchacho de Texas educado en la disciplina, que se autodefine como un vaquero y que tiene por costumbre mascar tabaco, es decir, lo que en EE UU llaman un «red neck» y que aquí llamaríamos paleto. Kyle se alista en el Ejército no como una solución de última necesidad, sino por convencimiento. El argumento del filme incluye algunos de los tics favoritos de Eastwood como director: hombres duros, sargentos de hierro, esfuerzos al límite que dan forma a un hombre Marlboro que parece invencible en el campo de batalla. La estética de filmación, similar a la de un videojuego, nos permite ver a través de la mirilla de su fusil y otras veces no deja ver nada en una confusión de polvo del desierto agitado por las hélices de los helicópteros. Con esto y los ingredientes de tensión drámatica básicos, Eastwood ha seducido al público americano. La cinta ha roto la taquilla con 105 millones de dólares en el primer fin de semana, y eso que el metraje deja fuera algunos de los pasajes más crudos de la autobiografía del soldado, en la que abundan los miembros amputados, veinteañeros eviscerados por fuego enemigo o torturas a discapacitados mentales. Lo central en el argumento de la película es el heroísmo del soldado Kyle, al que pronto apodan «La leyenda» por su capacidad para abatir enemigos, primero como francotirador desde azoteas, pero inmediatamente liderando incursiones por tierra, registrando viviendas una a una, a pesar de que por su condición de tirador de élite estaría más seguro apostado tras una ventana. Tal fue su fama que los rebeldes iraquíes pusieron una recompensa de 80.000 dólares por su cabeza. «Hubo una temporada en la que parecía que daba igual lo que hiciese. Pasaba todo delante de mí. Yo no me inventaba los enemigos abatidos. Hay testigos de todos mis disparos», escribe en sus memorias.

Sin embargo, la película ha desatado una serie de polémicas identitarias y políticas en Estados Unidos, al margen de las habituales sobre la moralidad de la guerra y la labor de los francotiradores. Unos acusan al filme de islamófobo por presentar a los insurgentes iraquíes, no como alguien que se defiende de un ejército invasor, sino más bien como hombres despiadados y crueles: uno de los principales enemigos de los Marines es conocido como «el carnicero» porque amputa miembros a mujeres y asesina a un niño con un taladro de bricolaje. Precisamente en un momento sensible, cuando las tensiones están en su punto máximo por la amenaza del IS y de los atentados en París de este mismo mes. En cambio, sí pueden apreciarse los sentimientos del soldado americano, que regresa a casa frío como un cíborg y que llama a su mujer poco antes de entrar en combate. También ha levantado ampollas para el consumo interno americano: la mayoría de los héroes militares de la película de Eastwood son de raza blanca (cuando según los datos reales de los reclutas, el ejército es para quienes no tienen muchas más opciones en la sociedad, es decir, hispanos y negros) y las minorías apenas salen representadas. Esta lectura se ha relacionado también con la ausencia total de actores que no sean blancos entre los nominados a los Oscar, algo que ocurre por primera vez desde 1998. Para colmo, la cinta ha arrebatado todo el protagonismo a la película «Selma», que narra otra vida en las antípodas de ésta: la de Martin Luther King. Producida por Oprah Winfrey y estrenada precisamente en el día oficial de recuerdo al defensor de los derechos civiles con el apoyo de buen número de famosos afroamericanos, la respuesta en taquilla no fue, ni de lejos, la esperada. Por cierto que, por si faltaban elementos, Luther King fue asesinado por un francotirador de raza blanca. También la izquierda ha atacado la historia: algunos columnistas americanos ven en la elaboración del guión (a cargo de Jason Hall) un caso de propaganda republicana, ya que el protagonista observa los atentados del 11-S en televisión junto a su mujer. Ésta se abraza a él y le confiesa su miedo. El soldado decide ir a la guerra en defensa de su país aunque nunca se probó la vinculación entre Irak y el 11-S, cometido por Al-Qaeda.

¿Es propaganda o es apolítica?

Entre las voces críticas con la película, Michael Moore recordaba que su abuelo murió en la Segunda Guerra Mundial abatido por un francotirador alemán y que le enseñaron a pensar «que éstos jamás pueden ser héroes. Son cobardes, disparan por la espalda», mientras que Seth Rogen («La entrevista») afirmó que la película le recordaba a «la propaganda nazi que aparecía en ‘‘Malditos bastardos’’» y que Eastwood «confundía Vietnam con Irak». Para algunos columnistas, la vida de Kyle es la de un soldado lleno de odio justificada ahora por su patriotismo. Contra ellos, la republicana Sarah Pallin les acusó de «escupir en las tumbas de los hombres que les han defendido. Izquierdistas de Hollywood, no servís ni para limpiarle las botas de combate al sargento Kyle». Mientras, el vicepresidente de Obama, Joe Biden, destacó que la película «es intensa. Los veteranos merecen todo nuestro respeto. Me hizo llorar». Bradley Cooper (que produce y protagoniza el filme) no ha querido entrar en polémicas. «No es más que la historia de un soldado en apuros y la diatriba de un hombre de familia en guerra, que puede leerse de una manera universal y no como el relato del conflicto iraquí». También Eastwood, en una de sus telegráficas declaraciones defendió que su película es «apolítica». Sin embargo, para algunos, el tono de esta película no es el mismo que Eastwood sí supo manejar en «Banderas de nuestros padres» y «Cartas desde Iwo Jima», donde el patriotismo también estaba presente. Otras aproximaciones al conflicto iraquí como «En tierra hostil» (Catherine Bigelow) sí se libraron de las polémicas quizá por señalar menos a los buenos y los malos. De momento, la Academia de Hollywood ha dado su apaluso a la historia con seis nominaciones a los Oscar, incluyendo Mejor Perlícula pero no Mejor Dirección.

«El número de personas que he matado es indiferente. Ojalá hubiese matado a más, aunque eso no me habría hecho más hombre. Como integrante de los SEAL, tenía una misión: abatir al enemigo, al que veía conspirar a diario para matar a mis compatriotas. Me atormentan sus victorias. Fueron pocas pero un solo americano caído representa una pérdida demasiado valiosa», escribe en sus memorias. La historia de Chirs Kyle podría haber quedado como una página para las gestas bélicas sin mayor trascendencia hacia la opinión pública si no hubiera sido por el dramático final de su vida. En 2013, cuando tenía 39 años, y tras cuatro campañas en Irak, acudió con un compañero a ayudar a un veterano, de apenas 25, que sufría estrés post traumático. Pensaban que disparando algunos tiros le ayudarían a relajarse. Éste hizo lo que había visto y para lo que le habían entrenado: matar. Kyle dejó dos hijos y tuvo un funeral al que asistieron 200.000 personas.