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Flórez, exquisitez fuera de repertorio

Obras de Verdi, Serrano, Sorozábal, Soutullo, Ponce, Tosti, Cardillo, de Curtis, Leoncavallo y Puccini. Juan Diego Flórez, tenor. Vincenzo Scalera, piano. Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. 4 de agosto de 2023.
La guitarra fue protagonista de algunas piezas en El Escorial
La guitarra fue protagonista de algunas piezas en El EscorialGONZALO ALONSO

Madrid Creada:

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A esta etapa de crónicas veraniegas le corresponde una crítica en el mismo tono. El recital de Juan Diego Flórez, con el que se inauguraba el Festival -lo de internacional, con sólo diez espectáculos, se cayó del nombre por razones obvias- de El Escorial, me recordó cuando, en 1985, cantaron June Anderson y Alfredo Kraus una memorable “Hija del regimiento” en el Teatro de la Zarzuela. Entre ensayos me llevé a la soprano de excursión a Pedraza -¡menudo paseo con tacones altos por las calles empedradas!- y, en los postres, me confesó con lágrimas en los ojos “No me gusta el repertorio que canto, no me hace feliz. Yo quiero cantar Verdi y Puccini”. Con el tiempo llegó a ello y, quizá, encontró la felicidad que buscaba, pero nunca será recordada por aquellas nuevas obras añadidas sino por la citada “Hija”, “Lucia”, etc.
Algo muy parecido le debe suceder a Flórez, empeñado en ir a un repertorio de tenor propiamente lírico cuando él es un ligero de caudal limitado. Siempre le recordaremos por sus Rossinis, en los que ha sido número uno, pero nunca podrá competir con otros tenores cantando “Rigoletto” o “I Due Foscari”. Si en la cabaleta de esta última se le oía poco con acompañamiento de piano, qué será con una orquesta. Eso sí, indudablemente nos admira con su canto exquisito, su fraseo modélico, la regulación de las media voces o la brillantez de los agudos, valientes y sólidos. Quiso cerrar el “O mio rimorso” con uno de ellos, pero no en cambio el de “Possente amor mi chiama”, ambos alternativos. ¡Qué duda cabe que se disfruta escuchándole, pero Verdi no es su repertorio, como tampoco “La Boheme” con cuya “Gelida manina” cerró la parte oficial. Recuerdo también cuando Alfredo Kraus le aconsejó a Aquiles Machado tras su debut con esta ópera en el Real (1998) “No te equivoques, no la debes cantar”.
Y otro tanto puede decirse de romanzas de zarzuela como la jota de “El trust de los tenorios” o el “No puede ser” de “La Tabernera del puerto”, páginas que requieren además de entrega, que Flórez derrochó, un caudal de voz que impacte. Mucho mejor por eso la de “El último romántico”, dicha con gusto sin par. Las napolitanas… imposible no recordar y comparar el “Core’n grato” de di Stefano, la “Mattinata” de Pavarotti o el “Tu ca nun cchiagne” de del Monaco para quienes hemos tenido la fortuna de escucharles.
Por eso, creo que el público que llenaba el auditorio y que aplaudió todo entusiasmado, se quedó especialmente con las propinas, uno excelentes “Ah, leve toi soleil” y “Una furtiva lagrima” y tres canciones de Perú y Mexico a la guitarra. El delirio. ¡Lástima que el auditorio esté en clausura, sin bar y con su espectacular terraza cerrada! O que el concierto termine a las 23 horas, cuando ya no se puede comentar la jugada en los restaurantes y, ya sabemos que los espectáculos no sólo son lo que duran sino los previos y los post. Nos quedamos sin poder comentar las virtudes canoras y la permanente exhibición del lujoso reloj suizo en la muñeca del tenor, igual que Alcaraz tras ganar en Wimbledon y desprenderse de una muñequera para lucir la joya. Deben tenerlo incluido en sus contratos publicitarios. Lo pasamos bien, disfrutamos, pero….