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Entrada libre

La Galería de las Colecciones Reales... ¡por fin!

25 años ha costado levantar un museo que, según se ha calculado, aumentará en una noche la estancia de los turistas en Madrid

Hace justo una semana hablábamos de que los 25 años que ha tardado el parto de la Galería de las Colecciones Reales había dejado en nada los 21 de El Escorial, mito donde los haya de las construcciones dilatadas en el tiempo y, cómo no, de nuestro patrimonio. Pues bien, ha costado, pero el nuevo museo ya es un hecho. Desde hoy, los visitantes tienen cuatro días (29 de junio y 5, 6 y 7 de julio) para entrar libres a conocer las joyas de la Corona sin pasar por taquilla; luego, también será libre, pero no gratis, habrá que rascarse el bolsillo (14 euros) para ver, entre otros, los brillos de los Borbones y los tapices de los Austrias.

Ayer era el día de la enésima presentación. Tras ir deslizando piezas con cuentagotas durante el último semestre (las columnas, la escultura de La Roldana, el muro fundacional de Madrid, la primera exposición temporal...) llegó el momento de, ahora sí, dar por finalizado un proyecto que viene del siglo pasado, de la campaña 98/99. Aunque si miramos más atrás nos podemos ir hasta Azaña, o hasta al culpable de ese afán por conservar el legado real, el hijo del emperador Carlos, Felipe II. Él cambia el relato. Suya fue la primera idea de darle valor a la enorme herencia que tenía de su padre. La corte de los Austrias pasó de un hombre ausente a otro de despacho y «lleno de curiosidad por todo lo que le rodeaba» –defiende Leticia Ruiz, directora de la Galería–, desde la jardinería a la arquitectura.

De esa forma se comenzó a vertebrar una conciencia dinástica que se concentra desde ya en la construcción de Tuñón y Mansilla que forma parte ese bodegón urbano que se completa con el Palacio Real y la Almudena. Eso sí, un pero al edificio: su cafetería; una pena que dé la espalda a las vistas que sí se ven desde la Cornisa de entrada y desde los altos ventanales de la Galería. La Casa de Campo, los jardines del Campo del Moro, el Manzanares, la Sierra, la subida de los paseos de Portugal y de Extremadura o la bajada hasta el Puente de los Franceses han sido cambiados por la fachada de la catedral, que por muy nuestra que sea, no es la más bonita. Ahí sí podíamos haber copiado a los ingleses de la Tate, donde el solo hecho de subir a la última planta a por un café/té ya –en una vista casi cenital del Támesis– ya merece la pena.

En fin, 40.000 metros cuadrados (20.000 para abiertos al público y otros tantos para guardar muchas de las 170.000 piezas de Patrimonio) que se convierten en una realidad después de la inversión de más de 170 millones de euros. Velázquez, Caravaggio, Goya, Durero, La Roldana, Bernini y compañía se dan la mano en las tres salas de la Galería/museo que cuenta la historia de nuestros más altos nobles.