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Historia

Galicia, el Santo Grial y el fin del mundo

El municipio de Piedrafita, en Lugo, es el lugar de origen mítico de una de las leyendas más insólitas alrededor del Santo Grial, una que involucra a la Iglesia de Cebreiro y a la esquiva reliquia

El Santo Grial de Galicia
El Santo Grial de GaliciaWikimedia

Los caminos del mito del Santo Grial son insospechados y siempre enriquecedores para entender la dinámica del último ciclo mitopoético de Occidente. La aventura definitiva de la búsqueda del Grial por parte de los caballeros en torno a la mesa redonda del rey Arturo es una de las historias míticas más profundamente enraizadas en el imaginario medieval. El ciclo del perfecto caballero que traerá la armonía cósmica va desde las fuentes históricas o pseudo-históricas al mundo del román medieval de Chrétien de Troyes o W. von Eschenbach, por no hablar de su intersección con las rutas del culto de las reliquias de la Pasión por toda Europa. Si a esto se suma la propaganda política de las diversas cortes de Europa que deseaban entroncar con este viejo mitema y a la proliferación de las órdenes de caballería –no sólo desde el punto de vista literario, desde Arturo a la novela caballeresca o a su paródica desmitificación en Cervantes, sino, sobre todo y esencialmente, en las órdenes militares en torno a las Cruzadas, notablemente la del Temple, pero también las hispanas de Santiago o Calatrava–, tendremos las claves del éxito de uno de los mitos de más larga pervivencia en la memoria colectiva que hemos heredado del Medievo.

Una de las ramificaciones fundamentales del mito de la búsqueda del oculto Grial está en su superposición con el viejo camino iniciático que llevaba al Finisterre hispano, cristianizado como el Camino de Santiago, la ruta en pos de la trascendencia y del límite entre la vida y la muerte, entre nuestra realidad ordinaria y el extraordinario viaje al país de los muertos: en el trasfondo estaba, claro, la aventura mística, pues el Grial no se aparece en ningún lugar físico, sino en un plano espiritual e interior. De ahí la épica filosófica del viaje al más allá que está dentro de uno, desde Plotino y Agustín a la cristianización de la Vulgata artúrica. Pero la búsqueda espiritual se cruzaba con la peregrina en nuestros lares, en la mítica Galicia: al cruzar el río del olvido, en el fin del mundo antiguo, estaba el Hades, y hay quien dice que ese río del olvido era el Limia, en Orense.

Conque, ¿en qué otro lugar más verosímil se podría hallar la reliquia del Santo Grial sino en esa sede del Non Plus Ultra, que pronto se iba a convertir en el grito de «ultreya» o Plus Ultra, en el episodio mítico del paso y del cruce del abismo del inefable Atlántico? Cuenta la leyenda que después de la Última Cena de Cristo y de su Pasión, el Viernes Santo, y de su Muerte y Resurrección, uno de los mismos personajes criptocristianos que ayudaron al Descendimiento al Sepulcro, y fueron testigos de todas las maravillas de la Resurrección, junto con Nicodemo, que fue José de Arimatea, quedó designado custodio de las Santas Reliquias. Estas luego iban a correr por todo el mundo cristiano desde el siglo VII y llegando, sobre todo, a su «boom» literario y mitológico en el siglo XII. Fue este José quien, para los autores de la Vulgata del grial, Boron y otros, es el responsable de que el Cáliz que contenía la Sangre de Cristo fuera llevado tan lejos como a la Britania tardorromana y temprano-medieval para engendrar el mito artúrico de honda raigambre céltica y muy pronto cristianizado en las abadías y monasterios medievales, dando carta de naturaleza a un nuevo mito híbrido entre paganismo y cristianismo que habría de revolucionar el mundo medieval. Tras el mítico traslado esas reliquias proliferan por toda Europa las diversas sedes supuestas del Grial.

En este caso, interesa destacar el Cáliz que se alberga en Galicia, el Finisterre por excelencia de la mitología hispánica es el Cáliz de la Iglesia de Santa María do Cebreiro, parroquia del municipio de Piedrafita (Lugo), en una etapa clave del Camino de Santiago. Ahí había al parecer una hospedería, al menos desde el siglo XI, regentada por cluniacenses franceses y dedicada a San Geraldo de Aurillac. Cuenta la leyenda del lugar, acaso anterior, que un invierno inmisericorde un humilde campesino hizo el camino desde la aldea de Barxamaior hasta la iglesia para ir a misa. Al ver que era la única persona que acudió a la eucaristía, el monje que la oficiaba, con poca fe, menospreció a quien había pasado tanto frío y privaciones para ver solamente «un poco de pan y de vino». En respuesta, justo en la Consagración, la forma se convirtió en carne palpable y el vino del cáliz en sangre bullente. Cundió luego la leyenda de que el Grial podía verse en el Camino de Santiago, en pos del sepulcro salvífico del apóstol, heredero del culto del Sol ponente, esa gran forma que se oculta en el abismo del océano. Posteriormente los Reyes Católicos donaron en esta iglesia lucense los fanales donde se guardan las reliquias de un milagro eucarístico hondamente relacionado con el espíritu de esta época marcada por la búsqueda del esquivo Grial.