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Crítica de música

“Las Golondrinas”, un señor espectáculo

El Teatro de la Zarzuela ofrece una representación excelente de la obra de Usandizaga

Daniel Bianco ha conseguido un éxito rotundo con este montaje
Daniel Bianco ha conseguido un éxito rotundo con este montajeTeatro de la Zarzuela

Obra: “Las Golondrinas” de Usandizaga. Intérpretes: Gerardo Bullón, Raquel Lojendio, Ketevan Kemoklidze, Jorge Rodríguez-Norton. Javier Castañeda. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. W.Orlandi, escenografía. J.Ruiz, vestuario. V.Cheli, iluminación. G.del Monaco, dirección de escena. Juanjo Mena, dirección musical. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 9-XI-2023.

Verdadero estallido de “Bravo” al bajarse el telón con las últimas notas de la obra de Usandizaga y muchos minutos de ovaciones a todos los artistas sin excepción alguna. Un éxito rotundo que se apuntó Daniel Bianco en la apertura de su primera temporada como responsable del Teatro de la Zarzuela y se apunta en la última junto a Isamay Benavente, su sucesora como responsable del teatro. Merecido, ya que puso toda la carne en el asador eligiendo una ópera española poco representada y encargando una nueva producción a un director de escena de la talla de Giancarlo del Monaco.

Se ha utilizado la revisión a ópera de la zarzuela del prematuramente fallecido Usandizaga –antes de cumplir los treinta- realizada por su hermano, basada en la transformación en ópera (estreno: Teatro del Liceo de Barcelona, 14 de diciembre de 1928) de la zarzuela original, dada a conocer en el Teatro Price de Madrid el 5 de febrero de 1914 por la compañía de Emilio Sagi Barba, en la que los diálogos están musicalizados. Estamos ante una partitura irregular, muy propia de su tiempo, con influencias y ecos de todo tipo, desde Wagner a Debussy, pasando por Lehar con más promesas que realidades, con una orquestación rica y brillante, a la que le falta continuidad en la inspiración, aunque presente momentos con arranque melódico como el aria de Puck en el primer acto, el dúo “Fuego de paja en el viento” o muy especialmente la amplia “Pantomima”. Se ofreció anteriormente en una de las primeras temporadas del Real (1998-1999) con regia de José Carlos Plaza, María José Montiel y Vicente Sardinero y más tarde, en concierto, en la Quincena donostiarra y el Arriaga.

Tanto Juanjo Mena como del Monaco han coincidido en resaltar en foso y orquesta los tintes más dramáticos de la obra, en la que tiene cabida hasta el maltrato. El regista se ha decantado claramente por apartarse del naturalismo, con una compañía ambulante de payasos, para adentrase en el neorrealismo en los dos primeros actos y en el expresionismo en el tercero bajo dos ideas generales básicas: la locura de los personajes que se mueven en condición de teatro dentro del teatro y, cómo no, el teatro mismo.

Predomina la escena en blancos y negros cinematográficos, que se tiñen de colorido –precioso el vestuario de Jesús Ruiz- en la “Pantomima”. La escenografía parece la propia caja del teatro, pero no lo es y la iluminación no puede estar más acertada. Hay registas que se limitan a diseñar espectáculos más o menos bellos o imponentes en los decorados y otros que, al margen de ello, son auténticos hombres de teatro y hacen actuar a los cantantes. Uno de estos es el italiano. Del Monaco plantea una completa actuación escénica hasta en esa pantomima en la que no se recurre al tradicional lavado de manos de un ballet, sino que la representan los propios cantantes. Y es sólo uno de los ejemplos. Desde el primer maltrato de Puck a Cecilia hasta la forma de desvelar el asesinato de ésta se respira una tensión casi abrumadora, sólo apaciguada por los abundantes movimientos secundarios en segundos planos. Inspirada la aparición final de la compañía. Un trabajo admirable y es curioso que sea un italiano quien mejor haya sabido llevar a escena dos obras tan nuestras como “Golondrinas” o la excelente “Vida breve” del Palau de les Arts que la Zarzuela supo recuperar.

El reparto funciona, salvando las dificultades de una escritura en tesituras altas exigentísimas que obliga a cambios del más ligero primer acto al dramático tercero. Los tres protagonistas dan la talla. Bullón, con su atractivo timbre baritonal, se reserva para darlo todo y conmover en su relato del asesinato a Lina, arrancando una ovación; Lojendio repitiendo y otorgando mayor densidad y dramatismo a su interpretación de 2016, perfecta como bailarina; Kemoklidze, una mezzo cada vez más lanzada; Rodríguez-Norton y Castañeda completando un reparto redondo. Es cierto que todos ellos quedan a veces algo cortos y poco cómodos vocalmente ante la densidad orquestal pero la escena lo salva. La dirección en el foso de Juanjo Mena resulta ágil, vibrante, enérgica, pero nunca descontrolada, con un muy trabajado y espléndido interludio, también ovacionado, consiguiendo una gran prestación de la Orquesta de la Comunidad y el Coro del teatro. Salíamos de la Zarzuela tras un drama de maltrato y, afuera, nos encontramos con una tragedia, pero no era teatro.