Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Buenaventura Durruti: de los atracos y los fusilamientos a su muerte por “fuego amigo”

En esta fecha son muy sonados los fastos por los aniversarios de Franco y Primo de Rivera, sin embargo, hay otro fallecimiento que no siempre es recordado de la misma manera pese a la negra historia que tiene tras de sí
Buenaventura Durruti
archivo
La Razón
  • César Alcalá

    César Alcalá

Creada:

Última actualización:

El 20 de noviembre se conmemora la muerte de Francisco Franco y la de José Antonio Primo de Rivera. Sin embargo, también se celebra otro fallecimiento que no siempre es recordado de la misma manera. Si, cuando se habla de memoria histórica, nos quejamos del sectarismo de unos con respecto a ciertos hechos, lógico es hablar hoy de Buenaventura Durruti Dumange, del cual se cumplen 85 años de su muerte.
Nació en León el 14 de julio de 1896. Vinculado al sindicalismo desde muy joven (era mecánico ferroviario) después de la huelga revolucionaria de agosto de 1917 tuvo que exiliarse a Francia. Allí estuvo hasta 1920. A su regreso a España se instaló en Barcelona, donde se afilió a la CNT. A partir de ese momento empezó su vida política.
Junto con Ricardo Sanz, Francisco Ascaso y Juan García Oliver fundaron, en 1922, Los Solidarios. Este grupo anarquista atentó, al año siguiente, contra el cardenal Juan Soldevila. A partir de ese momento se movieron por toda España para infiltrar su pensamiento. Durruti consideraba que la revolución social tenía que basarse en el golpe de estado insurreccional, a cargo de grupos de combate minoritarios.
La dictadura de Miguel Primo de Rivera supuso que Durruti y Ascaso se autoexiliaran a Argentina. Allí se dedicaron a cometer atracos para subvencionar a las agrupaciones anarquistas ahí establecidas. Regresaron a Europa en 1925 y se instalaron en Francia. Intentaron secuestrar a Alfonso XIII (1927) y en 1929 se instalaron en Bélgica.
Con el advenimiento de la II República regresó a Barcelona y ayudó a que la Federación Anarquista Ibérica (FAI) creciera como organización. Contrario a que el parlamentarismo se implantara en España, luchó activamente en todas las revoluciones sociales y anarquistas que hubo durante los primeros años de la República. Durruti fue uno de los artífices de las revoluciones de 1934.
Al estallar la Guerra Civil, Durruti, dese Barcelona, organizó lo que podemos llamar la hoja de ruta del anarcosindicalismo. Durante este periodo el asesinato era un fin en sí para imponer una estado anarquista en Cataluña. Se asesinó a todas las personas que pudieran impedir que esto se llevara a cabo. Es el período con más víctimas. No existió ningún tipo de tortura. Los detenidos, después de pasar por los Centro de Detención (así le llamaban a las chekas) eran fusilados en las paredes de los cementerios, en una carretera, en la calle, en un muro… cualquier sitio era bueno. Las patrullas de control (formadas por miembros de ERC, CNT, UGT y POUM) y los anarcosindicalistas, con el beneplácito de la Generalitat de Cataluña, poseían listados de todas aquellas personas que debían ser asesinadas. Buenaventura Durruti dijo que para hacer triunfar la revolución sólo necesitaba una buena fosa común.
Durruti tenía su despacho en Barcelona. En la Vía Layetana 34 (actual edificio de Fomento) estaba el Comité Regional de la CNT-FAI. A pesar de ser un personaje conocido, consideraba que necesitaba un golpe de efecto para, una vez conseguido su propósito, fuera recibido con honores en Barcelona. Sí el quería ser el gran líder anarquista de Cataluña y el que dirigiera esa revolución, no podía quedarse en Barcelona. Por eso forma la Columna Durruti. Esa formación le daría la gloria que estaba buscando.
El 24 de julio de 1936 salió de Barcelona la Columna con la intención de liberar Zaragoza que, por aquel entonces, era un gran núcleo urbano de anarquistas. Empezó su avance tomando todos los pueblos que se encontraba a su paso. A pesar de las buenas intenciones de Durruti, liberar Zaragoza, su Columna no tenía el armamento suficiente para lograr con éxito esa empresa. En aquellos pueblos donde entró con sus hombres colectivizó la tierra, les expropio las tierras a los terratenientes, suprimió la propiedad privada e instauró el comunismo libertario.
Al darse cuenta de que no podrá conquistar Zaragoza decidió, en noviembre de 1936, marcharse hacia Madrid para detener la ofensiva del bando nacional. Con los 2.000 milicianos de su Columna defendió el sector de la Ciudad Universitaria cercano al Hospital Clínico.
El 19 de noviembre de 1936, en la calle Issac Peral, a la una de la tarde, una bala hirió en el pecho a Durruti. Inmediatamente es trasladado al Hospital de las Milicias Confederadas de Cataluña (Hotel Ritz). La herida es mortal. Durruti fallece a las 4 de la madrugada del 20 de noviembre de 1936.
Sobre aquella bala, a lo largo de los años, han aparecido mil y una teorías. Desde que fueron sus propios compañeros a que era una “bala fascista”. Marta Durruti comenta al respecto que… “estaba dentro de un coche con un comunista, el sargento Manzana, y otras personas. En un momento en que la columna retrocedía, él salió del coche y Manzana le disparó por la espalda. Lo sabemos porque vimos la chaqueta, que tenía el agujero en la espalda con todos los bordes quemaduras: le habían disparado a quemarropa. Buenaventura murió en el acto, pero lo llevaron al hospital para que la gente no lo supiera y sus tropas no se rebelaran”.
Otra versión, la de Clemente Cuyás, su chófer, dice que “Durruti estaba muy enojado con su centurión Bonilla por los destrozos en las vías, ya que creía que se cometía un sabotaje inútil a nuestros propios intereses. A media mañana, en Ciudad Universitaria, en un momento de la discusión, Bonilla alzó el fusil y golpeó la culata contra el estribo de nuestro coche. Entonces sonó un tiro y Durruti cayó redondo al suelo, herido mortalmente”. Sea como fuere, la bala que mató a Durruti sigue siendo, 85 años después, uno de los misterios de la guerra civil.
Durruti, con su muerte, consiguió lo que había anhelado, regresar a Barcelona en loor de multitudes. En el Hospital Clínico de Madrid fue embalsamado y su cuerpo lo trasladaron a Barcelona. Como publicó la prensa de la época:
“Durante las primeras horas de la mañana han llegado de todas las comarcas de Cataluña centenares de ciudadanos portadores de banderas para asistir al sepelio. Como en otras manifestaciones populares de jubilo o de dolor, de protesta o de adhesión, Barcelona se ha superado en emoción y en civismo, pero nunca jamás ha llegado a la grandiosidad de hoy. Puede calcularse en medo millón las personas que han tomado parte en la manifestación de duelo”.
Buenaventura Durruti Dumange fue enterrado en el cementerio de Montjuïch de Barcelona. En el epitafio de su tumba puede leerse: “Nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”.