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El galeón de Manila: Así fue cómo España creó la ruta naval más importante del mundo durante 250 años

La travesía, creada en 1565 durante el reinado de Carlos I, atravesaba el Océano Pacífico entre Filipinas y México gracias al descubrimiento español del tornaviaje
La Razón

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Siempre que se habla de las grandes hazañas de la Armada española pensamos en batallas, combates en alta mar, descubrimientos como el Cristóbal Colón o expediciones como la de Fernando Magallanes y Juan Sebastián de Elcano o la de Malaspina. Sin embargo, pocas veces nos vienen a la cabeza las rutas comerciales o de viajeros que el Imperio español creó y que se convirtieron en el sistema nervioso de una nación sin cuyos buques hubiera sido incapaz de mantener su poder.
A la metrópoli llegaba, no solo el oro, la plata o las especias que se traían desde sus distintas posesiones repartidas por los cinco continentes, sino que también servían para expandir la cultura española por todo el mundo, su cultura y su modo de vida que dejaron una estela repartida por todo el globo.
Una de los principales rutas, y quizás también de las más importantes por lo que supuso, fue el denominado galeón de Manila, que uniría Acapulco con Manila durante dos siglos y medios, entre 1565 y 1815 y que no hubiera sido posible sin los descubrimientos previos de otros navegantes como Magallanes y Elcano y Urdaneta, que descubrió el tornaviaje, el camino de regreso a través del Océano Pacífico entre Filipinas y Nueva España.
Corría el año 1564 cuando la expedición de Miguel López de Legazpi junto a su piloto y cosmógrafo, el fraile agustino Andrés de Urdaneta, descubrió esta ruta. En noviembre de dicho año zarparon del puerto de Navidad, en Nueva España (México) y llegaron a Filipinas en febrero del año siguiente. Ya en junio de ese año partió la nao San Pedro con Urdaneta al timón, que mandó poner rumbo nordeste y encontró la corriente del Kuro-Shivo, también conocida como corriente del Japón, y navegó entre las latitudes 30º y 39º N. Siempre hacia el este, vieron tierra, la isla Deseada frente a la costa de California. Arrumbaron hacia el sur y anclaron el 1 de octubre de 1565 en el puerto de Acapulco.
Se establecía así, en ese año de 1565, la conocida como ruta del “Galeón de Manila, aunque también se la llamo la “Nao de China” o “Galeón de Acapulco”, que unió durante 250 años, hasta 1815, Asia, América y Europa, a través de Manila y Acapulco, en un viaje que duraba unos cuatro meses. Una vez en Acapulco, por vía terrestre, se transportaban las mercancías o las personas hasta Veracruz y, desde ahí, a la metrópoli. Fue la ruta más longeva que registra la historia de la navegación mundial.
A lo largo de su historia, fueron un total de 108 buques los empleados en la ruta, la mayoría galeones de gran tamaño, de más de 1.000 toneladas, para incrementar la capacidad de carga y pasaje y hacer más rentable el largo viaje de ida y vuelta. Casi todos esos buques fueron construido en astilleros de Filipinas.
Y a pesar de los muchos enemigos que ambicionaban la carga del galeón en su recorrido por el Océano Pacífico, llamado en aquella época “el lago español”, en los dos siglos y medio que se mantuvo activo solo cuatro de los buques de la ruta fueron apresados por corsarios o buques ingleses (en muchos casos ambas cosas eran sinónimos), aunque sí que los temporales y otros factores provocaron la pérdida o desaparición de otros 26 buques. De hecho, el galeón no solía ir escoltado por buques de la Armada, excepción hecha de periodos de gran tensión o de guerra, como durante las hostilidades contra Inglaterra en 1796, cuando fueron enviados navíos de la escuadra española para proteger la travesía y que permanecieron seis años en Filipinas.
Y es que, no hay que olvidar que el objetivo inicial del viaje de Colón no era otro que buscar una ruta con las Indias y ese objetivo siguió en la mente de los Reyes Católicos y de su hijo, el emperador Carlos I, que envió a Fernando de Magallanes en una nueva expedición a la búsqueda de la ruta que le asegurara el suministro de especias. El empeño seguía siendo el mismo: llegar a las costas de Asia navegando por Occidente, algo que, tras la muerte del navegante portugués, consiguió Juan Sebastián Elcano (Primus Circumdedisti Me) en septiembre de 1522, cuando desembarcan en Sanlúcar de Barrameda 18 de los 265 hombres que iniciaron la expedición.
El trayecto del galeón de Manila partía de Cavite, en la bahía de Manila, en el mes de junio y, a partir de ahí, navegaban por el interior del archipiélago filipino y después de 310 millas llegaba al puerto de San Jacinto, al este de Ticao, o al de Sorsogón. Allí se completaba la aguada, la provisión de leña y de víveres frescos y se alistaba para la navegación oceánica.
Una vez en la latitud 38ºN, muchas veces tras esperar más de un mes para vencer las corrientes y salir al Pacífico, se tardaban entre 30 y 40 días en avistar las “señas” (unas algas) que anunciaban la proximidad de las costas americanas. Al final, tras una travesía cuya duración podía ir de cuatro a casi siete meses, fondeaban en Santa Lucía, en el interior de la bahía de Acapulco, en cuyo muelles se desestibaba la carga.
Una vez descargada, aquella que tenía como destino España era transportada por tierra a lo largo de casi 700 kilómetros hasta el puerto de Veracruz, en el Océano Atlántico, y desde aquí se embarcaba de nuevo rumbo a Sevilla o Cádiz.
El viaje de vuelta, desde Acapulco a Manila, solía partir en marzo o abril buscando los vientos alisios del este en el paralelo 10ºN del “Mar de las Damas”, seguía su travesía hacia la isla de Guam, donde hacía escala, y continuaba hasta la isla de Samar, en el este de Filipinas, desde donde, ya entre las islas del archipiélago, alcanzaba Manila en junio o julio, un recorrido en este caso que solía durar entre cuatro y cinco meses.
Transporte de mercancias
¿Qué tipo de mercancías llegaban a España desde Manila? Pues, fundamentalmente, 38 tipos de especias de Ceilán, Molucas y Java; seda, marfil, porcelana, lacas y madreperlas de Amoy (actual Xiamen) y Japón; de la India y el sureste asiático, alfombras y tapices y vestidos de algodón. El Galeón también transportaba productos como algodón, cera, mantas de la isla de Ilocos y canela de Mindanao, la única especia que se recolectaba en Filipinas.
En sentido contrario, de Acapulco a Filipinas, viajaban misioneros, oficiales reales, mercaderes y soldados. En cuanto a las mercancías, la más valiosa era la plata, conseguida por sus ventas en la feria de Acapulco. También era muy importante, según relata en un excelente trabajo Mariano Juan Ferragut, Capitán de Navío (R), “el «real situado», asignación o subvención en metálico que, desde la época de Felipe II, la hacienda mejicana aportaba cada año para el sostenimiento del archipiélago, y que servía para abonar los gastos de mantenimiento y los sueldos del personal, así como para financiar las construcciones, infraestructuras y otras empresas. También se transportaban animales como vacas y caballos, y muchos tipos de plantas: maíz, cacao, tabaco, caña de azúcar, cacahuete, tomate, calabaza, papaya, pimiento… , plata, animales (vacas y caballos sobre todo) y plantas (maíz, cacao, tabaco, caña de azúcar, tomate, calabaza, pimiento, etc.)”.
Tipos de buques utilizados y sus astilleros
Cuando se habla de galeón, se usa esta denominación como genérico, pues la ruta fue cubierta por otro tipo de barcos muchas veces. De hecho, según el trabajo de Mariano Juan Ferragut, “los primeros buques eran naos, pero pronto fueron desplazados por galeones y, en algunos casos, por pataches. Los galeones se emplearon hasta finales de la década de 1730 —el último fue el Sacra Familia—, cuando fueron sustituidos por navíos, buques con mayor capacidad de carga y de ataque y defensa. Para este servicio se construyeron seis barcos de esta clase, y a partir de la baja del último navío del Galeón de Manila, la travesía comenzó a realizarse con fragatas hasta la desaparición de este monopolio en 1815″.
De los 108 buques que hicieron la travesía solo cuatro fueron capturados: el Santa Ana, en 1587, cerca de las costas de California, por dos naves del pirata inglés Cavendish; el Nuestra Señora de la Encarnación, en 1709, por el pirata inglés Wooden Rogers; y el navío Nuestra Señora de Covadonga, en 1743, que fue avistado, cuando estaba cerca de Filipinas, por el navío inglés Centurion, de la escuadra de Anson.
El cuarto y último fue el Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin, el buque de mayor porte que hizo esta travesía, que en agosto 1762 partió de Cavite hacia Acapulco. A causa del temporal perdió su palo mayor y el de mesana, por lo que el 2 de octubre su capitán decidió regresar a Filipinas, que había caído en manos británicas. En su viaje de regreso fue atacado por el navío Panther, de 60 cañones, y la fragata Argo, de veintiocho. No tuvo más remedio que rendirse y fue conducido a Portsmouth (Inglaterra), donde su venta procuró una verdadera fortuna a sus captores.
Según el Museo Naval, que dedica una de sus salas al galeón de Manila, 1785 trajo consigo la creación de la Real Compañía de Filipinas, lo que supuso la apertura de dos nuevas rutas que tenían como puertos de cabecera Manila y Cádiz. Una transcurría a través del Cabo de Buena Esperanza; otra, por el Cabo de Hornos, recalando en los puertos de El Callao y Montevideo. Las dos nuevas líneas convivieron un tiempo con la tradicional de Manila-Acapulco.
Los últimos años de vida
Sin embargo, estábamos ante el principio del fin de la travesía. “A principios del siglo XIX, la guerra con Inglaterra y la derrota de Trafalgar, junto con la invasión francesa supusieron un parón en la demanda de productos asiáticos. Además, las presiones independentistas en México fueron ganando terreno al inicio del segundo decenio. El conflicto armado impedía la descarga de productos, lo que fue aún más en detrimento del mantenimiento de la ruta. Las Cortes de Cádiz decretan en 1813 la supresión de esta ruta, hecho que supuso que los habitantes de Filipinas pudieron empezar a comerciar en total libertad y con sus propios barcos con otros países asiáticos. En 1814, concluida la contienda con Francia, Fernando VII ratifica la disolución definitiva. En 1815 llegaba al puerto de Manila el “San Fernando” o “Magallanes”. Iba de vacío; en México se le había requisado la mercancía. Éste sería el último viaje del Galeón de Manila. En 1816 el virrey comunicó las órdenes de disolución definitiva que llegaban de la metrópoli”.