Historia

Viriato, leyenda de Hispania y buen salvaje

Fue una suerte de David contra Goliat (Roma). Símbolo de la resistencia ibérica y hombre hecho a sí mismo, con enorme carisma y encanto especial

La muerte de Viriato pintada por Madrazo
La muerte de Viriato pintada por MadrazoMadrazoPainting

El mayor héroe de la Hispania antigua, el lusitano que logró plantar cara a las legiones romanas que desembarcaron en la península en el siglo III a.C., fue el gran Viriato, que ha devenido una figura casi mítica en las zonas donde desarrolló su actividad, desde el Alentejo y Huelva hasta Zamora. No sabemos mucho de él, más allá de su sobrenombre de raigambre prerromana que se relaciona con un adorno guerrero (viria), una suerte de brazalete. Pero sí que tenemos abundantes referencias en los historiadores de la conquista romana de Hispania de la magnitud del desafío que supuso para los conquistadores hasta que los romanos pudieron terminar con él gracias a una traición de algunos de los hombres que tenían acceso a él. Repasemos los datos principales sobre su peripecia histórica para luego reparar en su dimensión legendaria.

La traición que terminó con el héroe

De él sabemos por los historiadores clásicos, como Apiano, Tito Livio y Diodoro de Sicilia, entre otros, que cuentan las campañas y las victorias contra los romanos y refieren la traición legendaria que logró terminar con su vida. Es interesante constatar la enorme dimensión de su leyenda, que aparece en los restos de su biografía. Según Livio, historiador de la época de Augusto, cuando ya Hispania estaba pacificada, Viriato era originalmente un pastor, y no un guerrero. Una suerte de David frente a Goliat, Viriato se perfila como un hombre hecho a sí mismo, con enorme carisma y encanto especial, que se refleja en la oratoria y en la adhesión inquebrantable que inspiraba a sus hombres. El origen de su revuelta es una gran masacre que el romano Galba infligió a los lusitanos, cuando les hizo una encerrona bajo pretexto y masacró a traición a unos 8.000 que habían acudido en son de paz. Viriato fue uno de los pocos supervivientes. Esta matanza, por la que Galba sería juzgado y luego absuelto en Roma, prendió la mecha de la rebelión a partir de 147 a.C. Desde entonces, Viriato y sus hombres cosecharon sus primeras victorias en la Turdetania y pusieron en jaque al ejército romano. Poco después desataron una «guerra de fuego» abierta contra Roma, que desde 146 tenía las manos libres para centrarse en Hispania, tras haber derrotado a la par a Cartago y a los griegos.

El senado encomendó la misión de apagar la rebelión a Emiliano, enviado con nuevas tropas por orden del senado e instalado en la actual Osuna. Pero este no consiguió capturar a Viriato y finalmente hubo un pacto (foedus) que otorgaba de facto la autonomía a las tierras gobernadas por Viriato. Pero esta solución negociada fue mal vista en Roma y se envió a un nuevo general, Quinto Servilio Cepión, para reanudar la guerra. Fue Cepión el que astutamente prometió a los tres desleales turdetanos enormes dones si lo asesinaban. Su traición y la muerte de Viriato, acaecida en torno al 139 a. C., son ya leyenda, acrecida por la tradición prorromana de que finalmente los traidores no recibieron su ominoso sueldo («Roma traditoribus non praemiat»).

La leyenda de Viriato fue amplificada desde los historiadores grecorromanos, como Polibio o Dion Casio, donde se habla de su maestría como comandante, su austeridad, frugalidad y desprecio de las riquezas, en una suerte de mitificación del buen salvaje. Viriato fue exaltado desde las crónicas medievales hasta el siglo XIX como símbolo de la resistencia ibérica. Los autores del Siglo de Oro, desde Cervantes a Quevedo, con su poema «Túmulo a Viriato», lo idealizan totalmente y en Portugal será convertido en el héroe nacional por excelencia desde Camões a Pessoa. En la tradición popular, se le honra en diversos lugares de España y Portugal, con especial mención a la bandera de Zamora, la Seña Bermeja, con ocho bandas rojas que evocan las victorias de Viriato contra los romanos. En la literatura y el arte en nuestro país ha sido constantemente evocado como símbolo, de diversa inclinación, por autores como Joaquín Costa, Ángel Ganivet, José Madrazo, Ramón Padró o Alfonso Sastre. En nuestros días se recuerda su paso por la pequeña pantalla en la serie de televisión «Hispania, la leyenda» (2010-2012). Larga es la sombra de Viriato, desde la oscuridad de su biografía al largo eco de su resistencia.