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Figuras míticas de España

Sinibaldo de Mas no fue un cuento chino

Con tan solo 33 años, este diplomático catalán se convirtió a comienzos del siglo XVIII en el primer embajador español que hubo en China

Un retrato de Sinibaldo de Mas, de gran realismo, pintado por Tomás Moragas ArchivoArchivo

A los pocos años de llegar los españoles a Filipinas comenzaron las relaciones comerciales con China. Unas relaciones fluidas que no impidieron que, a mediados de los años ochenta del siglo XVI, Felipe II acariciase la posibilidad de enviar a sus Tercios a la conquista de China, sueño que quedó roto por el desastre de la mal llamada Armada Invencible. Será a comienzos del s. XIX cuando España envíe por primera vez a China a un diplomático con el objetivo establecer relaciones y luego firmar un tratado internacional con el Celeste Imperio. En España gobernaba Isabel II y el designado será Sinibaldo de Mas. El 13 de septiembre de 1841 el regente Espartero, a petición del Capitán General de Filipinas, nombró a Sinibaldo de Mas Comisionado en China. Mas era un personaje singular. Había viajado a lo largo de siete años por todo el Mediterráneo y buena parte de Asia en una travesía mayormente terrestre camino de Filipinas. A pesar de su juventud, tenía 33 años en 1842, hablaba inglés, francés, italiano, árabe y tenía conocimiento de urdu, indostano y persa, lo que le hacía un candidato idóneo para lograr abrir relaciones con China y lograr la difícil firma de un primer tratado que garantizase la continuidad del flujo de comercio entre ambos países.

Las autoridades chinas despreciaban a los europeos, a los que veían como inferiores y sometidos por la gracia divina al emperador de China hijo del cielo. Habían tenido que transigir a firmar un tratado con los ingleses, el de Nankín de agosto de1842, como consecuencia de su derrota en la Primera Guerra del Opio, pero esto no había alterado su forma de ver las relaciones entre naciones ni había aminorado su desprecio por los occidentales. Entre 1843 y 1845 Mas deambulara por China careciendo de medios económicos acordes a su misión y sin tener unas órdenes claras respecto a lo que tenía que obtener de las autoridades chinas: “Cuando salí yo de Madrid el oficial del Ministerio (de Estado hoy Asuntos Exteriores) encargado de extender mis instrucciones me rogó le indicase la base de ellas confesándome que él no conocía las circunstancias de China (...) han pasado más de 25 meses desde que llegué de España y aún no he recibido ni las credenciales, ni ninguna de las otras cosas que necesito para presentarme a las autoridades Chinas. Parte de esta época, al fin, la he aprovechado para visitar Shangai y Ningpo y dar noticias de su comercio; pero los últimos cuatro meses que he pasado en Macao (posesión portuguesa en territorio chino), de que utilidad han sido para el Servicio”.

En 1845, tras pasar por Manila, Mas regresaba a España. En Madrid se le concede la Orden de Carlos III y por Real Orden 17 de mayo de 1847 se le envía de nuevo a China ahora como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de España en China con instrucciones de firmar un tratado entre Madrid y Pekín similar al que tenían otras potencias europeas con los emperadores manchúes. Las autoridades chinas, tras la firma forzada y de apertura obligada de su país a los extranjeros por el tratado de Nankín, al que siguieron otros con Francia y los Estados Unidos, ya no deseaba firmar más acuerdos con ninguna nación de bárbaros blancos. Los chinos habían aceptado firmar los primeros acuerdos con los europeos como consecuencia de las derrotas que les habían infligidos los ingleses, lo que entonces se conocía por la política de la cañonera, pero no por voluntad propia. En China crecía por días un fuerte movimiento xenófobo antieuropeo que dificultaba cualquier tipo de nuevos acuerdos diplomáticos. En esta coyuntura llegó Mas a las costas chinas.

Que los españoles no comerciasen con opio no suponía que su situación mejorase ante los chinos como tampoco que llevasen 200 años teniendo fluidas relaciones comerciales con Manila. Mas no va a lograr que las autoridades de Pekín le hagan algún caso. En su desesperación llegará a proponer como única forma de lograr la firma de un tratado presentarse ante las autoridades de Pekín acompañado por una fuerza naval de cierta importancia que, bajo la amenaza del uso de la fuerza, les obligue a comenzar algún tipo de negociaciones. Una petición que será desestimada desde Madrid. El 13 de noviembre de 1850 se ordena a la legación española que se retire y que renuncie a lograr un tratado similar al que ya tenían Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Entre 1851 y 1864 los cónsules en China, con solo la categoría de agente tolerado, en situación incierta, precaria y expuesta> como señala en 1858 el entonces cónsul de España en Shangai Gumersindo Ojea y Porras, permanecen en el Celeste Imperio a la espera de la normalización de relaciones entre Madrid y Pekín..

El 28 de enero de 1863 se vuelve a ordenar el envío de una nueva delegación a China para firmar un tratado, siendo encomendada de nuevo la misión a Sinibaldo de Mas. Sus cartas credenciales son firmadas por el Isabel II 22 de diciembre de 1863. Viaja primero a Manila (a donde llega en abril de 1864), luego a Shangai, Tientsin y finalmente a Pekín. La delegación española se alojó en Pekín en la legación de Francia en la capital imperial. El 24 de mayo de 1864 Mas presenta ante el mandarín Sie sus cartas credenciales. El 10 de octubre, por fin, después de unas farragosas negociaciones, se firmó el primer tratado entre el Celeste Imperio y la monarquía española.

A sus 56 años y 14 años mas tarde de su anterior embajada en China este diplomático de origen catalán lograba un éxito que es valorado por el ministerio de Estado español con las siguientes palabras: “El triunfo conseguido por el negociador español pueda apreciarse en toda su extensión, al considerar que ningún otro de los plenipotenciarios que han ido a celebrar tratados con el Celeste Imperio, exceptuando Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos que los arrancaron por la fuerza de las armas han logrado el establecimiento de Misiones diplomáticas permanentes en Pekín (...) siendo así que nosotros los hemos conseguido”. El tratado viajara a Madrid para ser ratificación, siendo finalmente concluido el proceso de la firma por ambas partes en Pekín el 16 de mayo de 1867. Así comenzaban, hace algo más de siglo y medio, las relaciones oficiales entre españoles y chinos.

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