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Catalina Parr, la mujer que sobrevivió a Enrique VIII de Inglaterra

Con motivo del estreno en octubre de «La última reina», protagonizada por Jude Law y Alicia Vikander, recuperamos la historia de la monarca que subsistió a su singular cónyuge, al ejercer una labor esencial en el futuro del reino
Alicia Vikander, caracterizada como Catalina Parr en 'Firebrand' (La última reina).
Alicia Vikander, caracterizada como Catalina Parr en 'Firebrand' (La última reina).MBK Productions
La Razón

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No fue meramente la sexta y postrera mujer de Enrique VIII, sino la especial que sorteó el ostracismo, un divorcio o la muerte. Fue la más subestimada, la reina que subsistió a su singular y célebre cónyuge, al ejercer una labor esencial en el futuro del reino y de las sucesivas soberanas en Inglaterra. Quizá fue la más afortunada al no ser sustituida por otra, como las que le precedieron, sino que su matrimonio terminó por primera vez para el monarca, cuando la muerte les separó.
Se suele atribuir que se recuerda a Catalina Parr como la última mujer porque sobrevivió, pero su vida no empezó ni concluyó con el monarca inglés, al contrario, antes y después de su matrimonio fue una mujer capaz, dotada, erudita y capaz de cultivar un conjunto de cualidades, las mismas que su hijastra, Isabel I, desempeñaría después en el ejercicio de sus funciones como soberana inglesa.
Prima de Ana Bolena, segunda esposa de Enrique VIII, era la primera hija de Sir Thomas Parr, descendiente del monarca Eduardo III, miembro algo empobrecido de la nobleza inglesa, pero sobrina del poderoso Sir Thomas Howard, III duque de Norfolk. Nacida en 1512 en el castillo de Kendal en Westmorland, Inglaterra, quizá en Blackfriars, Londres, o puede que en Great Kimble, Buckinghamshire, de su madre Maud Green, mujer inteligente y educada, dama de Corte de Catalina de Aragón, primera mujer de Enrique, adquirió una formación erudita en idiomas, estudios filosóficos y científicos.
Seguramente Catalina debía esperar el destino lógico de la mayoría de las hijas de familias nobles, el matrimonio. En efecto, en 1529, con 17 años, contrajo nupcias con lord Eduard Borough, un joven de mala salud que murió cuatro años después. En el estío de 1534 se casó de nuevo con John Neville, diecinueve años mayor que ella, si bien el matrimonio tampoco duró mucho al fallecer este nueve años más tarde. De manera que con 31 años era ya dos veces viuda.
Siguiendo los pasos de su madre, se convirtió en dama de honor de la princesa María, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, su primera esposa. Allí, en la Corte, se prendó de Thomas Seymour, hermano de la tercera esposa del rey, Jane Seymour, fallecida en 1537. Sin embargo y a su vez, Enrique VIII ya se había fijado en ella. En 1542 estaba soltero, le aquejaban úlceras en la pierna y padecía gota, era una sombra de aquel príncipe que había sido la atención de todos y acababa de mandar ejecutar a su quinta esposa, Catalina Howard. Él tenía 52 años, ella 31. Contrajeron matrimonio el 12 de julio de 1543, en Hampton Court, convirtiéndose así en soberana consorte de Inglaterra y también en monarca de Irlanda, una vez su esposo adoptó dicho título.
Apenas entrada en la treintena, era una dama más juiciosa y sensata que sus antecesoras y, tal vez por ello, el enlace fue un éxito y el hogar familiar, razonablemente feliz. Catalina se encargó por sí misma de la educación de sus tres hijos adoptivos, María, Isabel y Eduardo. Si bien la reina alentaba la arrogancia de Enrique y se sometía a su caprichoso arbitrio y autoridad, también le importaban los asuntos religiosos y culturales en general. La reina celebraba lecturas diarias de las escrituras en sus aposentos, animaba a los doctos en la instrucción de las ideas reformadoras y fue autora de tres libros, convirtiéndose en pionera al ser la primera mujer en Inglaterra en publicar obras en inglés. El primero fue de carácter anónimo, titulado «Salmos o Plegarias», una traducción del latín de la obra del obispo John Fisher. El segundo, «Plegarias o Meditaciones», fue publicado en 1545 ya con su nombre, dos años después de su boda. «Lamentaciones de un pecador» fue su último texto, tras la muerte del soberano.
Sus escritos, orientados al humanismo y a las ideas reformadoras de los nuevos tiempos, despertaron las suspicacias de las altas autoridades del Reino y de sus súbditos, considerándola algunos una hereje. Aunque con toda probabilidad fue educada en la religión ortodoxa romana, al nacer con anterioridad a la expansión de las ideas luteranas, poco después se sintió atraída por las ideas reformadoras, adquiriendo unos puntos de vista religiosos confusos por falta de evidencias manifiestas. Llegó a ser sospechosa de renegar del anglicanismo en favor del luteranismo o de una inclinación al calvinismo y parece que estuvo incluso en el punto de mira de su esposo. No obstante, la orden de arresto de la reina nunca llegó a ser emitida y llegó a reconciliarse con el soberano.
Catalina asumió su papel real, más allá de la función habitual de madre del heredero. De hecho, llama la atención la circunstancia de que, al poco de estar casados, cuando Enrique VIII pasó tres meses en Francia en 1544 en una fallida expedición, la reina se convirtió en regente, un acto que pone de manifiesto la fuerte confianza del rey en ella. Catalina pasó aquel tiempo repasando la correspondencia y trabajando con los fieles y leales consejeros reales en la supervisión de los asuntos de estado y fue competente durante du regencia como entendió más provechoso. Y al mismo tiempo, se empeñó en entablar relaciones afectuosas con sus hijastras, modelando su educación, logrando la reconciliación de las hijas con el padre tras años de alejamiento de la Corte; igualmente mantuvo un trato cercano con Eduardo, príncipe de Gales y futuro Eduardo VI, una conexión que perduró tras el fallecimiento de Enrique VIII, el 28 de enero de 1547, en el palacio de Whitehall en Londres, con apenas 55 años. Fue enterrado en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, junto a su tercera y favorita consorte, Juana Seymour.
Su salud había empeorado rápidamente en sus últimos años: la grave afección de una úlcera en una de sus piernas y el sobrepeso le habían obligado a ir ya en un dispositivo con ruedas. El rey fallecido había dispuesto que Catalina, aunque tras su muerte paso a ser reina viuda, se le ofreciera la consideración de Reina de Inglaterra, tal y como si él estuviera vivo.
Cuatro meses después y, ante el estupor de la Corte, Catalina contrajo matrimonio con Thomas Seymour, cuyos excesivos desvelos por Isabel, determinaron en la reina su alejamiento. El 30 de agosto de 1548, Catalina alumbró a una hija, María, pero no pudo recuperarse del parto y murió pocos días después en el castillo de Sudeley, en Gloucestershire, a la edad de 36 años. Su hija no le sobrevivió dos años. Thomas Seymour fue descabezado, acusado de alta traición unos meses más tarde (10 de marzo de 1549).
Catalina Parr está enterrada en la capilla del castillo de Sudeley, cedido por Eduardo VI a su tío, Thomas Seymour. Fue propiedad de la Corona durante siglos, descuidado durante doscientos años y vendido en 1837 a John y William Dent. Y fue precisamente a la labor de reconstrucción de la propiedad de la esposa del primero, Emma, a quien se debe que hoy día, los restos de una de las más desconocidas y admiradas reinas inglesas, Catalina Parr, descanse allí en un altar-tumba adecuado a su posición.
La figura de Enrique VIII, con o sin sus mujeres, ha sido llevada al cine en varias ocasiones, así como en series de televisión o documentales históricos. La primera película data del año 1933, «The Private Life of Henry VIII», de nacionalidad británica, filmada en blanco y negro. Le siguen, en orden cronológico, la miniserie de seis capítulos, «The Six Wives of Henry VIII», de 1970; la película «Enrique VIII y sus seis esposas», del año 1972; el filme «Enrique VIII», de 2003 y la serie de cuatro temporadas y 38 episodios, «Los Tudor», entre 2007 y 2010. Más recientemente, encontramos una producción de la BBC de cuatro capítulos, titulada «Las seis reinas de Enrique VIII», de 2016; dos episodios de otra miniserie, «Enrique VIII: el rey tirano y sus seis esposas», del año 2019; la miniserie de Televisión «Los Bolena. Una familia escandalosa», de 2021; la serie documental alemana «Enrique VIII y la corte del rey», del mismo año. Y un documental en el que Amy Leonard, de la Universidad de Leonard nos acerca a este periodo histórico de Inglaterra y a sus protagonistas, titulado «Las seis esposas de Enrique VIII (sus historias reales)» de este año 2024.
En breve llega a nuestras pantallas, su estreno está previsto para el 18 de octubre del presente año, la producción «Firebrand», traducida como «La última reina», nominada a Palma de Oro: mejor película en el Festival de Cannes (2023), la primera dedicada a Catalina Parr, una película narrada desde su perspectiva, como sexta y última mujer de Enrique y que sorteó la proscripción, el divorcio o la muerte.

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