Historia

Unamuno contra Miguel Primo de Rivera: la combativa resistencia del intelectual frente al «Ganso Real»

Los hispanistas franceses Colette y Jean-Claude Rabaté profundizan en la oposición del intelectual a la dictadura

Miguel de Unamuno
Miguel de UnamunoLR

Cuando Colette habla de libertad y de ideas se le convierten los ojos en un depositario inmediato de lágrimas. También se emociona, tierna y veterana, sabia y afectiva, cuando habla de Unamuno, de su compromiso con la dignidad intelectual y de su compañera de vida: «mi futuro proyecto va a ser escribir la biografía de Concha. Es una mujer absolutamente admirable que nadie conoce. Tuvieron nueve hijos y Unamuno escribió mucho sobre ella en sus cuadernos de juventud. Le apoyó de una manera increíble y discreta. La quería mucho, es algo evidente. Y lo hizo hasta el final. Cuando ella muere en mayo del 34, Unamuno dice que ‘‘ha perdido su rocío’’», relata con la voz notablemente entrecortada esta consolidada hispanista francesa de 73 años segundos antes de que su marido Jean-Claude entre enérgico por la puerta de la sala en la que nos encontramos perteneciente al imponente y bellísimo edificio neoclásico de la Casa de Velázquez.

En esta institución cultural francesa enclavada en pleno corazón de Ciudad Universitaria cuyos orígenes, vertebrados por la intervención del Rey Alfonso XIII (encargado de escoger en persona un vasto terreno de 20.000 m2 que sería cedido a Francia en usufructo, por una ley de 1920, a condición de que se construyese una residencia para jóvenes artistas y jóvenes investigadores), parecen confabularse en términos de coincidencia histórica una serie de detalles que advierten de la idoneidad de que nuestro encuentro se esté produciendo en este y no en otro lugar: reparando por ejemplo en la conocida animadversión de Unamuno por la figura del monarca artífice de la construcción.

Pero «el Africano», como gustaban de llamar al rey referido, no era el único enemigo declarado del intelectual bilbaíno. Miguel Primo de Rivera fue, sin duda, el objeto predominante de toda su oposición, el blanco más fácil de su cargamento dialéctico combativo, el culpable directo de una resistencia practicada con idéntico empeño por parte de Vicente Blasco Ibáñez y la figura demasiado olvidada de Eduardo Ortega y Gasset: y este es el verdadero motivo que nos ocupa.

MIGUEL PRIMO DE RIVERA
MIGUEL PRIMO DE RIVERA LR

Oprimida y despotizada

Los Rabaté –acotación libre de apellidos compartidos con la que son conocidos este matrimonio de «unamunólogos» empedernidos– han leído, investigado, recopilado y escrito demasiado sobre la figura de Unamuno, lo suficiente como para abrir un nuevo capítulo de afrentas a través de «Unamuno contra Primo de Rivera. Un incesante desafío a la tiranía» (Galaxia Gutenberg); «es cierto que sabemos mucho sobre él y precisamente por eso no queríamos repetir lo que ya habíamos puesto en otras ocasiones sobre su vida o su trayectoria. El elemento nuevo aquí es Miguel Primo de Rivera», afirma Colette y matiza: «Estamos hablando de dos hombres enfrentados por la descalificación de la palabra que nunca se encontraron de frente. Unamuno dice que lo vio de lejos una vez en Valencia, pero nada más». No hizo falta el encuentro cercano, la apreciación real del gesto contrario, para el nacimiento del desprecio.

El pensador perfila en el libro el retrato de una España pre golpe «oprimida y despotizada», una España en la que «se encarcela a obreros sin motivo justificable, se les deporta, llevándoles a pie de un extremo al otro, se les tortura, se finge que huyen para fusilarlos». «Hay un romance del siglo VIII que empieza ‘‘ay de ti, madre España’’. Unamuno quería a España, pero también Millán Astray, solo que de manera distinta. Unamuno fue el primer intelectual moderno, el primero en construirse una imagen de intelectual a través de su indumentaria. Fue un hombre apasionado y pasional que cuando decía aquello de ‘‘me duele España’’ dramatizaba un sentimiento que en realidad tenía que ver más con el amor que con el odio», afirma Jean-Claude.

El compendio de ataques vertidos mayoritariamente en la Prensa contra Miguel Primo de Rivera, al que el autor de «San Manuel Bueno Mártir» se refería como «un prototipo de vanidad señoritil que no tiene más seso que una rana» brindándole además uno de los calificativos más conocidos: el «Ganso Real», tuvieron como consecuencia, además de la ira del dictador, el confinamiento impuesto de Unamuno en Fuerteventura durante cuatro meses. «Sin Miguel Primo de Rivera o sin Alfonso XVIII, Unamuno no hubiera existido. Su razón de escribir siempre fue hacerlo en contra. No propuso una alternativa política, no tenía un programa», añade Jean-Claude. «¡Pero ese es precisamente el papel del intelectual!», remata vehemente Collete.