Geografía mítica

Tragantía: la mujer lagarto de Cazorla

Casi tan antigua como las pinturas rupestres, la mitología de esta curiosa hibridación de mujer y serpiente, que solo sale en la Noche de San Juan, se sitúa en tiempos de la Reconquista

Imagen de Cazorla, en la sierra del mismo nombre
Cuenta la leyenda que a causa de la oscuridad y la humedad, la princesa mora encerrada en un castillo, metamorfoseó en un ser mitad serpiente mitad mujerDiputación de JaénDiputación de Jaén

La obsesión por los híbridos ha sido inseparable de la condición humana desde la prehistoria hasta nuestros días. La idea de que puedan existir este tipo de criaturas, medio humanas, medio animales, ha poblado la fantasía de incontables generaciones y ha sido la base de relatos de diversas mitologías. Desde las cuevas de Indonesia, hace 40.000 años, las pinturas rupestres se entretienen con estos teriántropos con funciones sagradas o bélicas de las comunidades prehistóricas. La mitología abunda, desde Grecia, a la Patagonia, de hombres, mitad, caballo, o mujeres serpentinas o leoninas. Y, por último, el folclore en diversas latitudes ha dado carta de naturaleza a estos seres fantásticos que amenazan a los incautos y pueblan la geografía mítica de los más diversos lugares. Uno de estos es el Castillo de la Yedra, que preside la bella Cazorla, donde se desarrolla una de estas leyendas. Es la de la Tragantía, una mujer-lagarto que, según la tradición popular, habita en aquellos parajes, aprisionada en los pasadizos del castillo, y sale solo la noche de San Juan. La mujer serpiente o reptil es tan antigua como las pinturas rupestres, que en Sudáfrica la representan hace unos 15.000 años y luego abundan en Europa y todas las Américas. Está presente en el mito de las ondinas, en las sirenas romanizadas de la tradición medieval, y también en el hada Melusina de los bosques de Lusignan, en la leyenda francesa de origen celta, entre otras criaturas inefables como las Lamias, la Medusa y otras muchos híbridos entre mujer y reptil. Larga es la relación de amor y odio entre la mujer y el reptil, como prescribe Yahvé en el Génesis acerca de la eterna enemistad entre la estirpe de Eva y la de la serpiente.

En todo caso, volviendo a la Tragantía de Cazorla, la leyenda la sitúa en tiempos de la Reconquista de la ciudad bajo Fernando III, llamado el Santo, cuyas gestas en Andalucía son recordadas en diversos cuentos. Se cuenta que el gobernador árabe de la ciudad, que vivía en aquel castillo, tenía tres hermosas hijas de las cuales la más querida y hermosa había recibido de su padre la promesa de que no le iba a ocurrir nunca nada y de que él siempre cuidaría de ella, incluso los momentos de máximo peligro. En 1230, cuando las tropas de Jiménez de Rada, cardenal de Toledo y Primado de España, ya cercaban Cazorla, cuyo adelantamiento le sería concedido por conquista militar, la joven fue encerrada en un subterráneo del castillo. Su padre le dijo que esperase ahí, que en cuanto lograra contener a los cristianos, volvería a rescatarla. Pero no pudo cumplir su promesa, pues las tropas musulmanas fueron aniquiladas y Cazorla, como pronto toda Andalucía, cambiaría de manos.

Oculta en los pasadizos

La joven esperó en aquellos húmedos y sombríos pasadizos el cumplimiento de la promesa de su padre y, con el pasar el tiempo y las edades, con la tristeza y la espera, quedó eternamente vinculada a aquel lugar y fue transformada en una criatura híbrida, mitad lagarto, mitad mujer. Es la Tragantía, cuyo peligroso canto, a imagen de las sirenas, se oye anualmente entre los muros del gran baluarte que domina Cazorla. Habita en lo profundo de la torre del castillo de la Yedra, detrás de una pesada losa con una argolla, que nadie ha osado levantar y donde, se cree, está escondida una estrecha escalera que conduce al pasadizo subterráneo donde el gobernador la ocultó. Se llama de la Tragantía a un postigo de este castillo y también a una solitaria cueva del camino. En la noche clara de San Juan hay quien dice que ha oído de lejos una tonada lamentosa que contiene una romanza popular: «Yo soy la tragantía / hija del rey moro, / quien me oiga cantar / no verá la luz del día / ni la noche de San Juan». Las razones de tu transformación no nos son conocidas, pero puede que la piedad de los dioses, que suele ser el motor de casi todas las metamorfosis, según el inmortal poema de Ovidio, tuviera algo que ver en este caso de transición entre dos mundos, la España musulmana y la España cristiana. Si algún desdichado llega a escuchar la voz de la Tragantía desde su secular prisión, puede que acabe compartiendo su destino en la mágica noche del solsticio de verano. Y, como en otras criaturas de cuento, ay del niño que no duerma temprano: si llega a oír esta canción, será devorado por la misteriosa mujer-lagarto. Cuento, mito y pesadilla, como en otras muchas leyendas de seres híbridos, se combinan en el relato de la Tragantía.