Geografía mítica

Zugarramurdi, el origen del aquelarre

Aquí se produjo la supuesta invocación al demonio por excelencia en la tradición hispánica, las «sorginak» vasconavarras: brujas que fueron sometidas

a un proceso inquisitorial

Cueva de Zugarramurdi en Navarra, España.
Cueva de Zugarramurdi en Navarra, España.Dreamstime

El bosque mágico se extiende por la geografía mítica de las Españas a uno y otro lado del fin del mundo que era la tierra del «non plus ultra». Solo hemos de recordar algunos lugares legendarios desde la fragua de Eume a la selva de Irati. A ese respecto, se debe mencionar un bosque especialmente conocido por las andanzas de brujas y hechiceros que es, a la sazón, uno de los lugares de poder más indudables de esa geografía: los bosques y cuevas de Zugarramurdi. Ahí se desarrolló el aquelarre hispánico por excelencia, un lugar de misterio marcado por la brujería. Ese «aquelarre», llamado así con una etimología vasca que alude al «prado del macho cabrío», era también llamado «sabbat» desde la edad media, para denigrar el culto del sábado de los judíos. Se supone que tenía lugar entre la noche del viernes y la del sábado como invocación al demonio en forma de macho cabrío en los campos y bosques por parte de una cofradía de extrañas mujeres que ejecutaban sus sortilegios y sacrificios impíos.

Parientes cercanas de las meigas gallegas son esas «sorginak» vasconavarras a las que alude un famoso auto de fe celebrado en Logroño en 1610 que acabó con la condena de numerosos brujos y brujas, o más bien embrujados y embrujadas, en uno de los procesos por brujería más famosos de la historia de occidente, por lo documentado que quedó. El juicio inquisitorial que se dió en torno a los sucesos de Zugarramurdi lo analizó con detalle Julio Caro Baroja. Los propios inquisidores, entre ellos, el humanista Pedro de Valencia, dudaron mucho de la realidad de aquellas brujerías y achacaron gran parte de lo sucedido a la enfermedad mental de algunos de los encausados. Otros hablaron de una especie de histeria colectiva que, seguramente, se había extendido desde Labourd, en el sur de Francia, en esos años. Pero los procesos inquisitoriales iban por otros derroteros y también tenían gran parte de control social. Lo estudia magníficamente en «Las brujas y su mundo», el gran antropólogo citado, uno de los mejores conocedores de la historia mítica de España y también, cómo no, de su geografía legendaria.

En todo caso, Zugarramurdi sigue siendo un lugar de poder y un pueblo mítico en todos sus extremos, con una geografía real y soñada que debemos explorar aun hoy. Se puede visitar, así, la llamada cueva de las brujas, y los bosques circundantes, de hermosa floresta autóctona, el museo del pueblo, también llamado muy a propósito Museo de las Brujas, donde hay una contextualización de lo que supuso aquel proceso. Estos son algunos de los alicientes para una visita a un lugar que no deja de ser mágico.

Goya y Dioniso

Recordemos la larga tradición de la brujería medieval y de los procesos de brujas en Europa y también en América. Tal vez, por su extensión y repercusión, Zugarramurdi sea solo comparable al caso de las brujas de Salem. Pero desde la Edad Media hasta los inicios de la Moderna hubo a lo largo y ancho de Europa otras muchas mujeres acusadas de brujería. En la temprana Edad Media, en la transición entre paganismo y cristianismo, seguramente fueron tenidas por brujas algunas mujeres que rendían culto a antiguas divinidades agrícolas. Pensemos, por ejemplo, en el emblemático culto del dios Dioniso, cuyo animal simbólico es, no en vano, el macho cabrío. Al dios del vino, del éxtasis, el teatro y la embriaguez lo celebraba una cofradía de mujeres que danzaban por los prados, las llamadas bacantes o ménades. También se le suponía rodeado de un séquito de criaturas híbridas con pies de macho cabrío, como los sátiros y los panes, también provistos de cuernos. No está lejos de la iconografía posterior del diablo y del aquelarre brujeril que recoge, por ejemplo, Goya, en una afamada pintura. El propio Dionisio se metamorfosea en la iconografía medieval y empieza a notarse de una manera bastante evidente la transición hacia el mundo de los demonios medievales.

Así, se puede ver detrás de los lugares de culto de supuestas brujas la geografía mítica de los ritos y bailes de fertilidad que se dan en lugares emblemáticos, como Zugarramurdi o el «bailadero de Anaga», en Tenerife, ya citado en una entrega anterior. Un recorrido por los lugares mágicos y míticos de la España antigua y medieval debe tener en cuenta esta transición de las coordenadas heredadas de los cultos y ritos populares que han transmitido.la historia, la leyenda y el folclor. Entre los mitos de año nuevo, en fin, evoquemos estas hechiceras y personajes disfrazados, desde Navarra a Italia, que recuerdan el parentesco entre el antiguo paganismo y la brujería medieval.