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Jaime Ortega, el general veleta

Procedente de la burguesía zaragozana, este militar fue fusilado, después de un
A Jaime Ortega, la experiencia de la regencia de Espartero le acercó al Partido Moderado
A Jaime Ortega, la experiencia de la regencia de Espartero le acercó al Partido ModeradoWikipedia

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Sus padres le pusieron de nombre de pila Jaime Rudesindo. Eso marca mucho. Militar de grandes contradicciones, tuvo la ocurrencia de pronunciarse en San Carlos de la Rápita en 1860 para que Isabel II abdicara en favor de Montemolín, el pretendiente carlista. Aquello era una traición a la reina, al Gobierno que le había confiado la capitanía general de Baleares y a un país en plena guerra contra el moro en África. El general Jaime Ortega fue fusilado, tras un juicio sumarísimo, el 18 de abril de aquel año. Ortega venía de la burguesía zaragozana. Su padre perteneció a una familia de infanzones de Gallur, y su madre era de Tauste, un pueblo colindante. Tenían tierras y vivían de forma bastante acomodada, hasta el punto de que enviaron a Jaime Rudesindo a hacer la carrera militar a Zaragoza en 1832, con tan solo 16 primaveras. Mala suerte, porque al año siguiente comenzó la guerra civil. La familia Ortega se mantuvo en el bando liberal y nuestro joven maño optó por el progresismo.
Combatió a los carlistas en su propia tierra, nada menos que contra el general Ramón Cabrera, el conocido como «Tigre del Maestrazgo». La vida da muchas vueltas. Años después sería el mismo Cabrera quien desaconsejó a Ortega que se pronunciara en San Carlos de la Rápita. Sin embargo, en aquel entonces salió con tres cruces laureadas, una marca impensable en la Orden de San Fernando, y la cruz al Mérito Militar. Esto suponía un brillante porvenir político para Jaime Ortega.
En 1840, terminada la guerra, el zaragozano se metió en la vida política. Pronto hizo migas con los progresistas desafectos al general Espartero, a quien veían como un tirano que desde la Regencia había usurpado el ansia de libertad del pueblo. No destacó entonces en el antiesparterismo porque los espadones de la época eran muchos y brillantes, como Narváez, O’Donnell, Serrano o Prim. En febrero de 1843 salió elegido diputado por primera vez por Zaragoza. Era un comienzo. Se había convertido en uno de los líderes del progresismo aragonés. Sus enemigos no fueron los moderados precisamente, sino los milicianos, que eran la tropa de asalto de Espartero. Por eso, en julio de aquel año tuvo que hacer frente a unos cientos que asaltaron su casa. Huyó a uña de caballo, reclutó un ejército y regresó para tomar Zaragoza.
Salió de aquello con el empleo de coronel, y asegurándose dicha plaza como su distrito electoral hasta 1858. Pero, la vida política es así, Espartero volvió al poder con la revolución de 1854, quien ordenó detener a Ortega. Nueva huida. Esta vez, a Francia. Qué político español del siglo XIX sin su exilio. En París trabó amistad con Carlos Luis de Borbón, pretendiente carlista al trono de España, y más conocido como conde de Montemolín. Allí, Luis Napoleón nombró a Ortega Caballero de la Legión de Honor. Ya saben. Un «favor» más de Francia a la España decimonónica. Volvió a nuestro país con el Gobierno de Narváez, en 1857, y salió elegido diputado por Ejea de los Caballeros (Zaragoza), con 304 votos de los 593 posibles.
El ascenso de O’Donnell al poder no supuso merma para el general Ortega, sino todo lo contrario: fue nombrado capitán general de Baleares. Era un puesto cómodo, justo cuando España se batía en guerra con Marruecos en la guerra de África. Así, mientras las tropas salían de la Península rumbó al sur y dejaban su sangre en la arena africana, Ortega embarcó el 1 de abril a 4.000 infantes, 50 caballos y seis cañones en dirección a San Carlos de la Rápita (Tarragona). Quería pronunciarse contra la reina y el Gobierno para que Montemolín fuera rey de España, quien le siguió en el acto camuflado en un carro.
El general Ortega, en evidente traición al país, no dio explicaciones al Gobierno de aquel movimiento, y un coronel de la expedición preguntó el motivo. Discutieron y Ortega avisó a Montemolín para que huyera del lugar. El coronel se dio cuenta, reunió a las tropas y denunció al traidor. En pleno fervor patriótico y de lealtad al Gobierno, los soldados se rebelaron contra su general, que tuvo que huir. Fue apresado y juzgado por «rebelión contra el trono». Ortega fue interrogado durante cuatro días. No soltó una palabra sobre sus cómplices. Pudo fugarse disfrazado de mujer, pero no quiso. El 18 de abril de 1860, a las tres de la tarde, fue fusilado. Ocho días después se firmó la paz con Marruecos.