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James Ellroy: «Marilyn Monroe era tan profunda como una tortilla francesa»

Hoover, JKF, Robert Kennedy... Vuelve el escritor con una trama que indaga en la muerte de Marilyn Monroe y los trapos sucios de Hollywood
James Ellroy: «Marilyn Monroe era tan profunda como una tortilla francesa»
Entrevista con el escritor estadounidense James Ellroy© Alberto R. Roldán
Javier Ors

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Freddy Otash. Es probable que este nombre no les diga nada, salvo si es lector de novela negra. Expoli corrupto, chantajista, detective privado sin licencia (lo expulsaron del oficio), exdrogadicto y alcohólico. Todo un personaje. Sin embargo, no ha salido de los reinos de la invención. Fue una persona real, de carne y hueso. Un tipo que emergió de ese turbio concubinato de intereses y corrupciones que resulta ser la vida en ocasiones. O al menos la vida que se vivía en Los Ángeles en 1962, según James Ellroy. «Lo conocí hace bastante. Lo frecuenté durante casi tres años. Era desagradable, codicioso, rudo... No me caía bien. Quise hacer un libro con él, pero me pidió dinero a cambio. Luego se murió, así que ahora podía usarlo de manera gratuita y como me diera la gana». El escritor norteamericano reconoce que «no me contó nada interesante, pero me di cuenta de que en el fondo no me preocupaba nada de lo que pudiera contarme. Me lo pensaba inventar. Era imperfecto, autodestructivo. Es cierto que era un mal tipo, pero en este libro le acabas queriendo, porque ves lo que él ve, te metes en la mente de él, te cuenta las perdidas que ha tenido, los pecados que ha cometido. Es verdad que hace un montón de cosas malas, pero también paga un precio por ello».  
«No sé qué puedes aprender de alguien malo, la verdad. Nada»James Ellroy
James Ellroy. El escritor habla como escribe, con frases directas, y gasta en el trato la franca rudeza que podríamos encontrar en un marine norteamericano. Sin embargo, se las apaña para caer bien. Te hace partícipe de su juego, de que todo en el fondo es una ficción, una performance. También la entrevista. Uno hace el papel de entrevistador y él, de autor duro, ya bregado, un poco hostil. Ahora, él ha convertido a un individuo de tan mal aseo intelectual como Otash en protagonista de su último libro, «Los seductores» (Random House) una narración total, trepidante, con todas las características de su prosa sincopada: violencia ilimitada, las corruptelas de los agentes del orden y el mundo artificial del celuloide. Y en el centro de todo ha puesto a un individuo con el que nadie compartiría asiento en el autobús. Sin embargo, es a él a quien, concedido el punto de vista, la mirada, el mando de la narración. «No sé qué puedes aprender de alguien malo, la verdad. Nada. Estos personajes viven en un mundo masculino, autoritario, donde el departamento de policía de Los Ángeles actúa con absoluta impunidad. Pero a mí no me resulta nada problemático que la Policía, por ejemplo, dispare a uno que roba con armas o que abatan a un violador por la espalda».
«Pero existen criminales que es imposible rehabilitarlos en sociedad» James Ellroy
¿De verdad?
Creo en la pena de muerte. En ese mundo que había en 1962, la gente acudía con regularidad a la sala verde, donde ejecutaban a los condenados. Hace tiempo que ya no se hace. Ahora les ponen una inyección. Pero existen criminales que es imposible rehabilitarlos en sociedad. No se puede con algunos delincuentes...Y si ves a un par de tipos que entran y violan a una muchacha, tampoco se puede explicar eso diciendo que uno hace eso porque me criaron de esta forma cuando era pequeño, porque tengo traumas. Pues si tienes traumas, los superas. Tienes que darte cuenta de que eso no se puede hacer.

Ninfómana y mentirosa

Ellroy se ha propuesto demoler ese objeto de deseo eterno que es Marilyn Monroe y, la verdad es que, después de leer estas páginas, del mito sexual de la rubia platino apenas quedan unos vagos escombros. Ellroy, el único narrador capaz de compilar la historia reciente de Estados Unidos al blanco y negro de una trama policial reduce la leyenda de la actriz a cenizas: ninfómana, drogadicta, mentirosa, insoportable. «Era una mujer tonta, sin ningún talento, interesada... Era tan profunda como una tortilla francesa. Usaba a la gente. Era pretenciosa. Cualquiera que crea en la leyenda de Marilyn Monroe, en esa bondad, vive engañado». Luego se revuelve, como si el propio nombre de la actriz le despertara cierto asqueo: «Este no es un libro sobre ella. Ella me aburre. Mire que les dije a las editoriales que no pusieran su imagen en la cubierta del libro». Ellroy va más allá de la protagonista de «Bus Stop» y también arremete contra la meca de donde salió: «Hollywood es un mundo artificial, porque las películas son artificiales. Trata de crear artistas artificialmente. Hollywood se ha quedado antiguo».
Ellroy, que considera que los incendios de Los Ángeles «son un desastre sin precedentes» y que revela que ha contribuido a subsanar los destrozos causados por las llamas con un donativo, se desmarca de la impresión general de hombre pesimista y asegura lo contrario: «Soy optimista. Mira las cosas buenas que existen en mi protagonista. Al final eso lo vuelve bueno. En este libro existe mucha gente que tiene que enfrentarse a cosas horribles, y se persignan para hacerlo. De hecho, yo creo que en el mundo existe muchas personas buenas. La mayoría lo son. Lo que sucede es que no escribo sobre ellos; yo escribo desde ese submundo que son las autoridades policiales, las interioridades de los políticos corruptos, de la gente del cine, mostrando constantemente el precio del pecado. Pero ese submundo que aparece en mis libros no es Estados Unidos. Es un submundo. Los norteamericanos son como los españoles, muy majos».
«Son los hombres malos que se enamoran de las mujeres fuertes»James Ellroy
Él mismo explica el origen de sus libros y su rutina: «Voy a misa, rezo, camino a la tienda, hago giras literarias y me gusta ver el boxeo en la televisión. Y leo. Ese es el mundo que vivo. Soy muy agitado, pero en un mundo tranquilo. Mis libros gustan porque son urgentes. Es la vida de unos hombres y unas mujeres que viven urgentemente. En ellos, mis libros, no hay niños, no hay familias, la familia me aburre, no tengo hijos, no me gustan en particular lo niños. Me gustan las personas que van a la deriva. Escribo sobre la violencia y la intriga, que son apremiantes, y la gente aprecia esa impresión. Los dos temas de mi carrera son muy evidentes: uno es la historia como estado de anhelo y el otro son los hombres malos que se enamoran de las mujeres fuertes. Sí, mujeres fuertes. Todos mis libros están repletos de mujeres muy fuertes».
Elrroy revela que trabaja con un esquema. Para él es imprescindible. Es su brújula a lo largo de las diferentes tramas que se cruzan en sus obras. «Todo está ahí. Hay que planificarlo bien de antemano. Pero todo es un producto de mi imaginación. Estuve en la cárcel por delitos menores, pero no es lo importante aquí. Sobre todo, soy un chico al que le gusta leer. Soy un ratón de biblioteca. ¿Chandler? Nunca me lo he creído. Sus personajes son falsos; su estilo, horrible. Escribía sobre un tipo de hombre que quería ser, pero Hammett es distinto. Escribía sobre personajes masculinos que a él le daba miedo ser, aunque fueran ficticios. Hammett y yo conformamos el alfa y el omega de la novela policiaca americana. Nadie va a poder alcanzar mi nivel después».

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