cultura
«La isla de Hitler»: los campos de concentración donde murieron diez mil españoles
Agustín Martínez (uno de los tres Carmen Mola) narra en «El esplendor» este capítulo olvidado del nazismo
Agustín Martínez es un autor ya muy bateado en las aguas de la literatura y que tiene el indudable mérito de cultivar a la vez dos carreras literarias de muy distinto signo y orientación. Una corre bajo el seudónimo de Carmen Mola –al lado de Jorge Díaz y Antonio Mercero–, y otra avanza en solitario por márgenes de muy distinto orden, en la que sumaba ya dos títulos y que ahora amplía con un nuevo trabajo: «El esplendor» (Planeta). Una novela que circula por señas más cercanas al thriller y que, a pesar de alejarse del gore que cultiva junto a sus compañeros, despliega unos esquemas morales de muy estrechos márgenes.
Él siempre ha reconocido que no le gustan «los héroes blancos que hacen lo correcto y tienen un esquema moral». Defiende caracteres hechos con otra horma y de un balanceo intelectual muy distintos. Esos que se salen de los caminos habituales y «bordean la amoralidad». Con estas premisas ha construido las personalidades de César y Rebeca, una pareja que disfruta de empleos dudosos. Él suministra drogas y entretenimiento a clientes de cartera abultada; ella saca tajada de los ancianos que mueren sin herederos aparentes. A partir de ahí, levanta una intriga de aires vertiginosos, donde una investigación de Rebeca abrirá una turbia trama de paraísos fiscales, millonarios que se han situado por encima de la legalidad y la falsificación de identidades para ocultar capítulos onerosos de la vida.
Un argumento donde el pasado se trenza con el presente, nadie es quien dice ser y el autor aprovecha para sacar a la luz un episodio olvidado: el de los campos de concentración de Alderney, apodada «la isla de Hitler». «Está a 14 kilómetros de Francia y fue el único territorio inglés que ocuparon los alemanes. Los nazis estuvieron allí desde 1941 y 1945, hasta la caída de Berlín. Londres abandonó ese territorio porque no lo podía proteger. De hecho, se marchó toda la población menos seis o siete personas. Se comenzó construyendo el muro atlántico, pero acabaron abriendo cuatro campos de concentración. En realidad, toda la isla se usó como un campo».
Al narrador le sedujo que este islote «no le importara a nadie, ni a Gran Bretaña ni a Alemania. Los que estuvieron destinados allí fueron perdiendo la cabeza poco a poco, tanto los presos como los guardias. Acabó derivando en un subcampo de las SS. Ahí fueron enviados ucranianos, polacos, rusos y bastantes españoles».
El problema, relata, es que no se conserva documentación –la destruyeron los alemanes–. Esto dificulta precisar cuántos prisioneros hubo y cuántos murieron. «El gobierno inglés los cifró en 398 muertos. Todos rusos. Lo hizo para descargar la investigación en el gobierno ruso, pero los rusos tampoco querían investigar». Con nombres y apellidos hay 1.200 víctimas identificadas, «pero las cifras se asoman a una horquilla que va de 20.000 o 40.000. El único español que sobrevivió decía en un libro que hubo 10.000 españoles y solo sobrevivieron 58».
Esta historia le ha proporcionado a Agustín Martínez un marco histórico, pero también unas coordenadas para hablar de la amoralidad y de quiénes somos en realidad. «La novela es un baile de máscaras. Reflexiono sobre la capacidad de reconstruirte de nuevo y plantearte si puedes inventarte una identidad nueva o si es imposible olvidar el pasado. Todos los personajes están impulsados por la ambición, un deseo lícito, pero que los dirigirá a un lugar que está por encima de la moral, porque se piensan que pueden hacer lo que les dé la gana».
¿Hay una crítica a las élites adineradas que se creen por encima de todo?
Sí, por eso funciona bien el espejo con el régimen nazi, porque los nazis fueron los primeros en romper los esquemas morales. Hoy en día existen personas que consideran que pueden estar por encima de la moral y de la ley. Se saben muy poderosos y se comportan así. Pero en el momento en que se rompe el marco de la moralidad nos convertimos en monstruos. Lo vemos en las noticias. Ahí está el caso Epstein. La gente que está en la cumbre necesita más cosas para estimularse, aunque eso provoque daños a los demás. Los super ricos tienen problemas de satisfacción personal. Como poseen de todo ya solo pueden desear controlar el mundo.
¿Es un grave problema?
Sí, porque estamos en manos de estos personajes y lo que me preocupa de verdad es que se conviertan en un ejemplo para los demás, en un modelo a seguir, como Elon Musk y otros magnates de las tecnológicas. Imitar este modelo de personas es un peligro.
Los paraísos fiscales tienen una enorme importancia.
Son un verdadero agujero. Es curioso como en estas islas está el origen del concepto de paraíso fiscal después de la Segunda Guerra Mundial. Son las primeras junto con las Caimán. En estos sitios puede esconderse el dinero para evitar pagar impuestos en los países y ocultar el dinero negro. Estamos permitiendo que una elite social siga enriqueciéndose al dejarle evitar el pago de impuestos. Dentro de la novela se desarrolla un juego de ocultaciones y el dinero es un actor más en ese sentido, porque, gracias a estos paraísos, resulta imposible de seguir el rastro. No se persiguen los paraísos fiscales y ello demuestra que todavía existe un grupo al que le interesa que continúen estos sitios.