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La trágica paradoja coreana: fama y muerte del ídolo

El fallecimiento de Wheesung solo es uno más en una larga lista de estrellas surcoreanas que terminan implosionando

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Bajo el resplandor de los escenarios y vítores ensordecedores, se esconde una perturbadora realidad: las estrellas surcoreanas, moldeadas por un sistema implacable, luchan contra una crisis de salud mental devastadora. Los recientes suicidios de jóvenes ídolos revelan un entorno asfixiante, donde la presión, el escrutinio y el aislamiento son la norma. Este oscuro panorama evidencia un sistema caótico que prioriza la perfección y el éxito, sacrificando el bienestar de sus protagonistas y perpetuando un ciclo de sufrimiento que a menudo culmina en tragedias desgarradoras. 

Con una estrategia de marketing cultural meticulosamente elaborada, Corea del Sur ha logrado posicionarse en la cúspide de la industria del entretenimiento global, alzándose con Oscar, Emmys o nominaciones a los Grammy, y demostrando que su talento es un jugador clave en el escenario internacional.

Sin embargo, detrás de este brillante telón de fondo, surgen voces críticas que advierten sobre una sociedad cruel que se asemeja al despiadado «Juego del Calamar». En este entorno, quienes cometen errores son despojados de su dignidad, sin posibilidad de redención. La presión abrumadora que enfrentan las figuras públicas convierte el éxito en una espada de doble filo, donde el fracaso es castigado y deshumaniza a aquellos que una vez fueron admirados.

La pesadilla de muchos

Esta pesadilla se manifestó con la muerte del cantante Wheesung, pionero del R&B en el país, hallado sin vida esta semana en su apartamento de Seúl a los 43 años. Los servicios de emergencia encontraron al artista en estado de paro cardíaco, mientras la policía investiga una posible sobredosis de drogas. Otra joven estrella, acosada sin descanso por los «trolls» de Internet y devorada por la prensa sensacionalista, se quitó la vida recientemente. Reconocida desde su infancia por su talento en películas como «The Man from Nowhere» (2010), Kim Sae-ron, de tan solo 25 años, luchó por reconstruir su carrera después de que, en 2022, un incidente por conducir bajo los efectos del alcohol la obligara a retirarse. Mientras se enfrentaba a dificultades económicas y aspiraba a empezar de nuevo, incluso sus acciones más mundanas se convirtieron en controversia.

El mundo del espectáculo surcoreano ha sido golpeado con más figuras prominentes que han sucumbido a la presión y la desesperación. Entre ellas, el actor Lee Sun-kyun, conocido por su papel en «Parasite», que en 2023 se quitó la vida tras ser acusado de consumo de estupefacientes y ser víctima de extorsión. La calamidad también afectó a la aclamada actriz Choi Jin-sil, quien falleció en 2008, seguida cinco años después por su exesposo, el exjugador de béisbol Cho Sung-min. El K-pop no ha sido ajeno a estas pérdidas. En 2019, la comunidad lloró la desaparición de Sulli y Goo Hara, dos consagradas que enfrentaron intensas luchas personales. La sorpresiva defunción de Kim Jong-hyun, el carismático vocalista de SHINee, en 2017, conmocionó tanto a sus seguidores como a la industria, resaltando la apremiante necesidad de abordar la estabilidad emocional en un entorno tan competitivo y exigente.

La fábrica de los sueños hace hincapié en una imagen pulcra y en la responsabilidad social de sus trabajadores, pero en realidad, ciertas acusaciones, infundadas a menudo, pueden desatar cacerías de brujas incontroladas mientras los famosos se convierten en blanco de una indignación excesiva.

Entretanto, el sector opera bajo una gestión estricta que impone horarios intensivos, entrenamientos rigurosos y expectativas de comportamiento que trascienden lo razonable. Las reglas son severas e incluyen prohibiciones de citas, restricciones mediáticas y una exigencia de perfección en cada aparición pública. Una influencia constante para cumplir con estos estándares se traduce en un estrés abrumador y en un profundo sufrimiento emocional.

Los ídolos del K-pop y los actores son considerados modelos a seguir, atrapados en una vigilancia constante por parte de fans y medios. Cada aspecto de sus vidas, desde sus relaciones personales hasta su actividad en redes sociales, es escrutado al detalle sin un mínimo de empatía, dejando escaso margen para su privacidad y libertad.

Este entorno opresivo crea un estrés insostenible que puede devastar el bienestar de los jóvenes talentos. El negocio del ocio, con su demanda incesante convierte a sus estrellas en prisioneros de una imagen idealizada, donde cualquier desliz puede desencadenar una tormenta de críticas implacables. En un contexto donde la vulnerabilidad es vista como una debilidad, muchos se ven forzados a ocultar sus luchas internas, lo que a menudo culmina en desastre.