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José María Zavala

Leon Lazarevitz, el espía más siniestro de la Guerra Civil

Hijo de una familia judía, León llegó a España para asesinar al líder del POUM, Andreu Nin

Agentes de la policía secreta soviética, la NKVD larazon

Hijo de una familia judía, León llegó a España para asesinar al líder del POUM, Andreu Nin

Le llamaron Leon al nacer. Su nombre completo era Leon Lazarevitz Feldbin. Hijo de una familia judía, vino al mundo el 21 de agosto de 1895 en Bobruisk, cerca de Minsk, en la Rusia Blanca (actual Bielorrusia).

Tras sus ajetreadas estancias en París, Berlín, Inglaterra y Estados Unidos, y sus fugaces viajes por Checoslovaquia, Austria y Suiza, Leon Lazarevitz había alcanzado cierta notoriedad tanto en la NKVD, la Policía secreta soviética, como en las altas esferas del Politburó.

En la primavera de 1936 se le había nombrado miembro del comité de élite, integrado por seis personas, que asesoraba al Politburó y al Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS sobre cuestiones de inteligencia internacional. Stalin ya se había fijado en él. La reunión de Leon Lazarevitz con su amigo Litvinov fue entrañable. Ambos se conocían desde principios de los años 30. El comisario de Asuntos Exteriores era judío, igual que él, y había sido persona de confianza del presidente Lenin.

Era habitual que Leon se reuniese con el comisario de Exteriores a su vuelta de una larga misión en el extranjero. Así Litvinov podía estar al corriente de los principales detalles del país que visitaba Leon y establecía a continuación la posición más conveniente para la política exterior soviética. Poco antes del último encuentro celebrado el 5 de septiembre de 1936, ambos camaradas habían preparado la documentación diplomática que Leon necesitaba en su viaje a España. Acordaron que era preciso crear una nueva identidad para él, ya que éste tendría que atravesar Alemania donde ya había desempeñado importantes misiones que podían comprometer ahora la seguridad de su misión en España.

Litvinov sugirió varios nombres en clave, entre ellos el de Alexander Orlov, un conocido escritor ruso del siglo XVIII. El hombre que estaba a punto de convertirse en Alexander Orlov se encariñó con este nombre que había escuchado por primera vez en el Instituto Lazarevsky de Moscú. En aquella última cita, Litvinov entregó a Orlov los pasaportes firmados de él y de su mujer Maria. Al día siguiente, 6 de septiembre, el general Orlov mantuvo otro encuentro con Yagoda, superior suyo en la NKVD, en el que éste le insistió para que estableciese contactos frecuentes con la central de la Policía mientras estuviera en nuestro país.

Orlov debía transmitir las observaciones más completas posibles, de modo que el principal rival de la NKVD en procesamiento de información de inteligencia, el Comisionado de Asuntos Exteriores y Defensa, quedase en evidencia ante el Politburó. El general despachó sus asuntos personales y se despidió de sus familiares y amigos. Por fin, el 10 de septiembre de 1936, los Orlov abandonaron Moscú. Durante el largo viaje, jamás perdió de vista él su maleta marrón que había adquirido hacía unos años en Viena. En su interior guardaba los libros con los códigos secretos de la NKVD. De su seguridad dependía que más tarde, en España, pudiese comunicarse con la central de la NKVD.

Pasaporte falso

Por fortuna, su falso pasaporte diplomático ayudó a los Orlov a pasar las dos fronteras de la Alemania nazi sin el menor contratiempo. A su llegada a París, se alojaron en la ciudad unos días hasta que el 15 de septiembre partieron rumbo a Barcelona, desde donde tendrían que organizar el trayecto a Madrid. En el vuelo de escala de Toulouse a Barcelona, Orlov conoció a un individuo que hablaba bien alemán e inglés, y le dijo que iba a Madrid en viaje de negocios. El general sospechó desde el principio que aquel tipo era ruso como él, y le preguntó a qué clase de negocios se dedicaba. «Soy comerciante de pieles», le contestó. «¿Comerciante de pieles en un país en guerra y con un clima tan cálido?», se extrañó Orlov. Su compañero de avión se sonrojó, y no respondió.

Al cabo de unos días, cuando los Orlov estaban ya instalados en la Embajada soviética en Madrid, el asociado militar, general Vladimir Gorev, se acercó a la oficina de Orlov para presentarle a un amigo que resultó ser el falso comerciante de pieles. Se trataba en realidad del general ruso Lazar Stern, cuyo seudónimo en España era el de general Emil Kléber, tomado del célebre general de la Revolución Francesa de nombre Juan Bautista Kleber. A su llegada a Albacete, Kléber se pondría al frente de la XI Brigada Internacional, la primera que entró en combate.

Orlov resultó ser al final un demonio, bajo cuyas órdenes se asesinó a Andreu Nin, líder del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y a otros muchos infelices.

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