Cultura

Crítica de libros

Anoche soñé con Kate Morton

Anoche soñé con Kate Morton
Anoche soñé con Kate Mortonlarazon

Kate Morton es uno de los mejores avatares posmodernos de Daphne du Maurier. Una escritora que se inscribe en la tradición del romance amoroso para mujeres, que buscan en sus páginas exaltadas una aventura sentimental repleta de mansiones antiguas, fantasmas amables, personajes cautivadores y una prosa lírica y evocativa. Toda novela romántica tiene un «chateau» como Manderley y un fantasma femenino atrapado en él. Es el espíritu de las casas que han sido escenario de acontecimientos pasionales y que se resiste a abandonar ese lugar mágico. El Manderley de «La hija del relojero» se llama Birchwood Manor, en donde sobrevive otra sombra de Rebeca y un misterio que además de atrapar a la protagonista, embrujada por un pasado ajeno, será la clave de bóveda del relato.

El romance amoroso fondea en ese puerto donde las historias con un trasfondo realista se funden con la fantasía naturalmente. Es el género más antiguo del mundo, desde el romance griego, repristinado por la literatura gótica, y que aún pervive con las tortuosas «Sombras de Grey».

Misterio y sensibilidad

Para Morton, lo esencial es lograr una emotiva historia romántica que fluctúe entre el misterio y la sensibilidad de su protagonista: una mujer fascinada por un pasado enigmático que debe investigar y cuyos elementos esenciales, al ir descubriéndolos, darán sentido a su historia personal y completarán el puzzle de la intriga. El tipo de literatura «Anoche soñé que volvía a Manderley» que mezcla el romance amoroso con mansiones «habitadas» por un fantasma y un secreto terrible en el seno familiar. Morton multiplica las familias por docenas y embarulla la acción con numerosas narraciones paralelas a lo largo de un siglo, diluyendo la historia principal hasta hacerla interminable.

El romance es la literatura de la fascinación, como el cuento de hadas. Una literatura femenina, escrita por mujeres emocionalmente infantiles y cuyas receptoras son féminas sensibles que se identifican con fantasías maravillosas que emocionan y entretienen. Morton tiene ese don cautivador de la narradora romántica. Sus personajes, esencialmente femeninos, rezuman sensibilidad, rechazan sin titubeos la cursilería y se zambullen en un evocador espacio sentimental que sacia su deseo de sublimidad. No hay nada malo en ello cuando está realizado con la solvencia y astucia literaria de Morton, a pesar de la intrincada historia y un exceso de pictorialismo historicista: pasa de Dickens, Ruskin y los prerrafaelitas a la actualidad en una sucesión de historia paralelas que piden a gritos síntesis.

Porque hay tantas tramas secretas, tantos misterios ocultos y fantasmas parlanchines que van relatando la acción que acaban por desbordar el relato. Es un mundo de mujeres y para mujeres, sensible y personal que los personajes masculinos tienen menos consistencia que los de Pedro Almodóvar. Pese a los excesos discursivos, «La hija del relojero» sigue siendo un estimable relato de amor-pasión.