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Crítica de libros

Dos gemelas y una calculada venganza

Dos gemelas y una calculada venganza
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Tras el excitante debut de B.A. Paris con «Al cerrar la puerta», una enervante intriga doméstica en clave de terror psicológico centrada en el inquietante placer sadomasoquista del romanticismo y la embaucadora belleza del galán alfa capaz de la mayores bajezas, con «Quédate conmigo» explora el otro lado: la perversidad femenina. Por ello hay que felicitar a B.A. París, porque tras el maltrato femenino ha desplazado el foco a otras relaciones de pareja perfectas, aparentemente ajenas a la carcoma del feroz acoso femenino a un hombre fuerte, viril y hetero, que vive atrapado en una quimera femenina.

Si el «cis» macho es malo por naturaleza –Pixie y Dixie dixit–, el acoso y el maltrato de la mujer es tan sibilino como explosivo es el masculino. Desconfíen de los estereotipos feministas. La psicópata puede ser una mujer enamorada, como demuestran «Perdida» y «Quédate conmigo». Si la testosterona es la causante biológica de la violencia masculina, también lo son los estrógenos femeninos, principalmente en las estrategias competitivas entre mujeres y la agresividad soterrada contra el hombre, ya sea para conservarlo como para vengarse. Solo por el placer que procura este enfoque la novela de la autora debía ser de obligada lectura para las que se casan consigo mismas, merecido castigo a su delirio solipsista. Porque su nueva obra trata, metafóricamente, de la guerra a muerte entre la violenta testosterona contra los agresivos estrógenos en un idílico entorno doméstico

Literariamente, la problemática que plantea Paris es la de las agresiones indirectas de las mujeres contra el varón, resumidas en aislamiento social, difamación ante terceros, rumores malintencionados y lo que Marie-France Hirigoyen llama «l'harcèlement moral» o violencia perversa cotidiana, que no afectaría solamente a hombres y mujeres, sino que sería extensible al «bullying» escolar, laboral o la insidia familiar. Este es el meollo de la novela, inscrita en un género melodramático como es la del doble y la suplantación de personalidad, en la línea de las gemelas de infarto que Bette Davis interpretó en «Una vida robada» (1946) y «Su propia víctima» (1964): una buena y otra mala, pero mala mala, y que la escritora homenajea con ligeras variaciones.

Dosificar la historia

Como a este tipo de relatos no puede pedírsele verosimilitud, la pericia consiste en trocear la historia y dosificarla para mantener al lector atrapado en la intriga y el suspense, conseguidos a base de insinuaciones y malentendidos que dilatan el tiempo narrativo y desasosiegan al lector presa de la incertidumbre. Una vez preso de los interrogantes que plantea la acción no le queda otro remedio que aferrarse al intríngulis de la charada para no descarrilar de la montaña rusa del sobresalto.

Aquí Paris demuestra su domino del tiempo narrativo, de la dosificación de los picos en vena del suspense y la dilatación de las sorpresas. Algo nada fácil en la intriga psicológica que debe mantener al lector en la cuerda floja, pues ha de ocultar tanto como desvela, hasta el desenlace. De nuevo, magistral.