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En la era de la verdad virtual

En la era de la verdad virtual
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La verdad, afirmaba Lacan, no puede decirse, o solo puede decirse a medias, lo cual, de alguna manera, es una forma de poner bajo sospecha la verdad que promueve la ciencia ante lo real e inconmensurable, pero, también, de poner en escena aquellas palabras que pronunció Poncio Pilatos: ¿qué es la verdad? ¿Existe? Y si existe, ¿entonces quién la tiene? ¿Quién puede decirla? Éstas y otras preguntas son las que intenta responder Roberto Blatt en este breve y claro ensayo, donde el autor uruguayo rastrea los orígenes de una época en la que la verdad importaba algo o, lo que es lo mismo, una época en la que la verdad era lo más importante. Así, en esta «Historia reciente de la verdad» Blatt recompone las condiciones políticas, religiosas, sociales y económicas que dieron lugar, a finales del siglo XVIII, a un proceso en el que «los paraísos de las religiones de inspiración bíblica dejaron de ser suficientes» y, con la intención de sustituirlos, «surgieron ideologías» que propusieron «utopías laicas universales para la humanidad» y dieron lugar, según afirma el autor, al realismo. Un realismo, agrega, que de ser un reflejo fiable, probable, de lo que se conoce como verdad, pasó a ser, poco a poco, eso que se llama posverdad.

Objetiva y universal

Fue en el siglo XIX, explica Blatt, cuando la verdad se convirtió en uno de los pilares del proyecto de la burguesía y en una verdad ilustrada, mensurable, visible, fehaciente. Una Verdad con mayúsculas que distinguía lo sagrado de lo profano; una verdad supuestamente objetiva y universal que, no obstante, no dejaba de «representar la realidad de una mayoría social creciente». La verdad, pues, dejó de ser entonces revelada para ser comprobada a través de los datos, de las declaraciones, de las estadísticas, de la información, de lo evidente de la realidad.

Esa época, y ése parece ser el diagnóstico del libro, parece haberse terminado en los primeros años del siglo XXI. La verdad ya no está en ningún lado y se reparte en redes sociales, aparatos móviles, plataformas digitales, en rumores que circulan como si fueran hechos comprobados y en opiniones que se expresan como verdades absolutas. Lo cierto, advierte Blatt, es que la verdad ya no es un bien común, pues la realidad se ha vuelto, en gran medida, una realidad virtual que cada uno defiende como su trinchera personal. ¿La solución? Sería aconsejable, concluye el autor, quelos seres humanos compartieran unos principios realistas básicos acerca de la verdad. Solo así, quizá, pueda conservarse la capacidad de tomar decisiones racionales y la ilusión de que la verdad, aunque se diga a medias, pueda decirse.