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Crítica de libros

Misión imposible: atentar contra Hitler

Misión imposible: atentar contra Hitler
Misión imposible: atentar contra Hitlerlarazon

«Los historiadores tradicionales encubrieron los crímenes de los conspiradores y escribieron sandeces sobre sus hojas de servicio supuestamente irreprochables. La Cruda realidad es que se opusieron a Hitler no por sus crímenes, sino porque no estaban de acuerdo con él sobre la “mejor manera de ganar la guerra”», escribía en 1995 Christian Gerlach, prestigioso investigador sobre el holocausto. Debo la cita al historiador Danny Orbach, que la utiliza en su recién publicada obra «Las conspiraciones contra Hitler» en la que lo relevante no son tanto los atentados que sufrió el dictador nazi, en general minuciosamente investigados, sino los motivos que inspiraron a sus autores. Orbach ha tratado de desentrañar la compleja verdad que envuelve a los conspiradores. El asunto le ha perturbado desde su pubertad, en que los consideraba héroes, al cambio experimentado cuando la historiografía revisionista los juzgó cómplices del nazismo, contra el que se revolvieron al percibir que conducía Alemania al desastre, tal como formulaba Gerlach en la cita inicial. ¿Héroes u oportunistas? A despejar tal incógnita llega Orbach, historiador con dos décadas de investigación sobre la resistencia contra Hitler, que ha buceado meticulosamente en las fuentes para estudiar quiénes fueron los conspiradores y cuáles sus intereses. Sorprende que tan minuciosa búsqueda no haya descubierto atentados desconocidos, porque parece raro que Hitler, canciller desde enero de 1933 a abril de 1945, sufriera tan pocos. Las conspiraciones fueron tan continuas –se citan hasta 42– como ineficaces: sólo la Operación Valquiria, estuvo cerca de alcanzar su propósito de eliminarlo y terminar con el régimen. En Valquiria, el conde Von Stauffenberg colocó una bomba en una sala de la Guarida del Lobo, el 20 de junio de 1944, hiriendo a Hitler y a varios de los asistentes y matando a cuatro de ellos.

Hitler se consideraba privilegiado por la divinidad y acunado por la fortuna y hay que admitir que no le faltaban motivos vista su meteórica carrera erigida sobre paupérrimas bases y los muchos peligros que soslayó. El 8 de noviembre de 1919 se ausento de improviso de la cervecería Bürgerbräukeller, apremiado por el horario de su tren a Berlín, salvándose por 13 minutos de la bomba instalada por Georg Elser para que estallara durante su discurso: mató a ocho personas e hirió a más de sesenta. El 13 de marzo de 1943, durante una vista de al frente ruso, Von Schlabrendorff y Von Tresckow, lograron introducir en la bodega del avión de Hitler, dos botellas de Cointreau que realmente contenían sendas bombas: no estallaron porque se congelaron los mecanismos de disparo. El 17 de noviembre de 1943, aprovechando el pase de modelos militares, el capitán Axel von dem Bussche, iba a autoinmolarse junto al Führer, por medio de una bomba, pero se suspendió el acto a causa de un bombardeo. Muchas ideas, fantásticos planes alemanes e internacionales... sOlo humo disipado ante las precauciones de Hitler y la eficacia de su seguridad.

Lucha entre deber y miedo

En la obra, conducida con honestidad y brillante prosa, se observa que –salvo la excepción del solitario Elser– la conspiración siempre fue la misma: desde el comienzo, en 1938, hasta su culminación en la Guarida del Lobo, los personajes básicos se repiten: algunos desaparecen, como Halder y surgen otros como Von Tresckow o Von Stauffenberg, pero de principio a fin son los mismos quienes mueven los trebejos: Beck, Oster, Goerdeler, Canaris, Olbricht... lo cual significa que eran gente discreta y unida por fuertes vínculos de familia, clase o profesión, como que la Gestapo estaba demasiado ocupada persiguiendo judíos y comunistas para detectar la única conspiración real.

La conclusión de Danny Orbach es que los conspiradores contra Hitler no fueron caballeros de impoluta y brillante armadura, sino hombres inmersos en una durísima situación, en una permanente lucha entre deber, patria, moral, honor, familia y miedo. Considerando esas circunstancias, «la gran mayoría aceptó arriesgar su vida por los demás. En ese sentido y sOlo en ese sentido fueron verdaderos héroes».