Literatura

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Palabras contra el duelo

Palabras contra el duelo
Palabras contra el duelolarazon

Si el Kurtz de «La ofensa» contenía ecos deconstruidos del mítico personaje conradiano, el hilo conductor de estos relatos que conforman un único «corpus» nos remite metafóricamente, no al libro homónimo de McEwan, sino al legendario tema de Deep Purple, «Child in Time». En esta entrega narrativa, Salmón vuelve a demostrarnos que es mucho más que un autor cargado de cultura y dotado de un estilo personal, poderoso y expresionista. Va más allá. Siempre varios pasos por delante, dejando a buena parte de una generación a la que no pertenece a kilómetros de su eficacia creativa. Estas páginas se pasean por la redención, el dolor, la locura, la compasión –«pasión con»– y el amor en todas sus versiones. Y como no podía ser de otro modo, este relato de núcleo tripartito da en la diana de la emoción más elevada; en su glorificada acepción desde el silencio transustanciado en carne de palabra, pasando por el asombro –«sin sombra»– hasta recalar en la catástrofe.

Relato «apócrifo»

El arte es la única actividad humana que nos enseña que la vida es más importante que el propio arte, refiere el autor. Y de ahí que se haya sumergido en este ejercicio de exorcismo artístico y el resultado sea una garantía para la cordura, una geografía de conocimiento y, sobre todo, un puerto para la supervivencia. Los estertores de un matrimonio tras la muerte de su hijo, el relato «apócrifo» de una posible infancia de Jesús sustraída por los evangelistas y el viaje a una isla de una mujer que deberá tomar una decisión trascendental. Tres historias perfectamente imbricadas con un único destino: demostrar que la vida, como el caudal de un río, siempre se abre paso. Dice el escritor Roberto Villar que «si el mar se lo propusiera acabaría con todo lo que no fuera agua», y así, Salmón se embarca en hablarnos de amor sin caer en lugares comunes y dotándolo de elevación trágica, aumentando la capacidad simbólica del sentimiento matriz.

Páginas terriblemente bellas y horriblemente hermosas donde el autor se sirve del sustantivo para recordarnos que el amor convierte en milagro el barro y alcanza la categoría de epifanía. Falsaria novela exquisita, bitácora para acometer el duelo propio o ajeno, cuaderno contra el asedio del olvido y acta notarial de las horas que jamás brillan en las vidas de cualquier «dulce criatura en el tiempo, que ve la línea que se traza entre el bien y el mal» que cantara Ian Gillan.