«La vida privada de los árboles»: No mancillen a los árboles con proclamas de amor las cortezas de los árboles
Por Jesús FERRER
La narrativa de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) se incluye en un realismo simbólico centrado en los procesos de la creatividad literaria, el protagonismo de la memoria en el presente de los personajes, el concepto de identidad cultural y la relación entre vida y ficción. Su obra juega con las apariencias de lo vivido como imaginado y viceversa en un ocurrente ejercicio metaliterario de sugestiva conformación. Se precisa así un lector cómplice, partícipe de unas figuraciones narrativas donde casi nada es lo que parece.
En «La vida privada de los árboles», Julián es un escritor de fuerte intención autorreferencial que, contradictoriamente, no desea ser reconocido como autor. Verónica, su pareja, tiene una hija –Daniela– ya adulta a la que su padrastro, nuestro protagonista, le contaba siendo niña historias sobre la vida de los árboles en una original personalización de la naturaleza.
En noches de febril escritura, Julián vigila el crecimiento de su bonsái, en clara metáfora de la evolución de la novela, en la que espera conseguir una narrativa sin presencia autorial de desarrollo autónomo y liberada expresión. En el trasfondo de este proceso creativo anidan secretos familiares que regresan del pasado con sorprendente fuerza dramática. Fluye así una emotiva historia bajo banales incidencias cotidianas; en este sentido, señala la escritora Margarita García Robayo en su epílogo: «Este narrador consigue que el lector se dé cuenta de que aquello que sí está contando representa la línea delgada de un contorno. (...) Uno sigue esa línea sabiendo que la verdadera historia está por debajo».
La vida como inspiración
A diferencia de sus amigos, en la familia de Julián no había libros ni contacto alguno con la literatura; esto le llevará a un autodidactismo donde la materia de inspiración es la propia vida que, por otro lado, intenta ocultar. El germen de su capacidad fabuladora estará en aquellas historias de árboles que, por ejemplo, se indignan porque graban en sus cortezas amorosas proclamas. Con el pretexto de esos infantiles cuentos se medita aquí sobre el poder de la ficción, el papel social del arte y la responsabilidad civil del escritor. No falta una soterrada ironía crítica con el histrionismo intelectual y las envaradas convenciones sociales. En suma, una bien conformada novela.
«La vida privada de los árboles», Alejandro Zambra. ANAGRAMA. 110 páginas, 14,90 euros
▲ Lo mejor
El original planteamiento narrativo con el que se reflexiona sobre la creación literaria
▼ Lo peor
Que la historia daba para más subtramas argumentales e incidencias varias