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David de Jong: “Las empresas alemanas cometieron crímenes de guerra durante el nazismo”

En su libro “Dinero y poder en el Tercer Reich”, el periodista desentraña el oscuro pasado de las grandes dinastías alemanas

Una fábrica alemana durante el nazismo
Una fábrica alemana durante el nazismoArchivefreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@69f48aa5

La Segunda Guerra Mundial solo fue posible gracias a una maquinaria industrial sin precedentes. Toda Alemania se convirtió en una empresa de guerra y la ingeniería del país teutón ganó para siempre un respeto que, casi completamente, habían podido abrillantar y pulir sin la costra del nazismo. Compañías automovilísticas, de aviación y de maquinaria demostraron con su amenaza a la seguridad de todo el planeta de lo que eran capaz el ingenio del hombre al servicio del mal. Pero, aún más allá, gigantes aseguradores, compañías de alimentación y bancos construyeron su prosperidad sobre las bases de las mayores atrocidades cometidas en la historia. Aunque, tras la derrota del nazismo, se llevó a cabo un proceso de exigencia de responsabilidades, desde luego no todas fueron tomas en cuenta con la suficiente exigencia. Así lo piensa y lo ha escrito David De Jong, periodista holandés especializado en negocios, que publica en España “Dinero y poder en el Tercer Reich” (Principal de los Libros), un volumen que desentierra el fantasma del nazismo en compañías tan habituales hoy en día como Porsche, BMW, Allianz o Dr. Oetker.

-¿Cuál era su intención con este libro?

-En primer lugar, traer estas historias a la audiencia global, porque son compañías que todo el mundo conoce y que consumimos a diario, ya sea las pizzas de Dr. Oetker, o bienlos coches de Volkswagen y BMW, y, si eres muy muy afortunado, incluso de los Porsche, Bentley o Lamborghini, claro. Lo que trataba de hacer era traer las historias a la audiencia por el lavado de cara que estas compañías, particularmente las de automóviles, han hecho y siguen haciendo en el nombre de los abuelos y obviando los crímenes de guerra cometidos por las empresas alemanas durante el nazismo.

El escritor Daniel De Jong
El escritor Daniel De JongPrincipalfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@69f48aa5

-Me sorprende que en Alemania, que es un país muy consciente de su historia, no se conocieran todas estas implicaciones que cuenta en el libro. ¿Un ciudadano medio allí desconoce todo esto?

-Yo también me sorprendí, por eso escribí el libro. Lo conocen vagamente y te mencionan a Hugo Boss cuando en realidad ya no hay ninguna familia Boss y la familia original ni siquiera estaba ya en la compañía en el Tercer Reich, y bueno, claro que saben de Volkswagen. Pero que los crímenes se perpetraron por tantas compañías grandes es alg que no sabían. También te mencionan las implicaciones de Krupp o Thyssen con el nazismo, pero esas empresas ya no son relevantes en las grandes negocios en Alemania. Sin embargo, hay otras que lo son y mucho.

-El libro se lee casi como una novela en la que la estrella sería Günther Quandt. ¿Por qué es tan relevante?

-Bueno, primero porque hoy en día son la dinastía de negocios más importante de Alemania y prácticamente podríamos decir que de Europa. Los más jóvenes de esta familia controlan BMW que incluye Mini y Rolls Royce: tienen el 47 por ciento de la compañía, es decir, unos 35.000 millones de euros en Bolsa. Y no hablemos de Altana, que es una empresa descomunal de químicos y productos farmacéuticos. Gunter puso las bases de las riquezas durante la república de Weimar, cuando adquirió AFA, hoy conocida como Varta, que fabrica baterías, incluidas las de los Air Pods, por ejemplo. Günther Quandt controlaba DWM, la empresa de armas y municiones de Alemania, y se convirtió en uno de los más grandes beneficiados del Tercer Reich, no solo con sus compañías de armamento y textil, sino a través de la expropiación de negocios en territorios ocupados por los alemanes en Europa. Y bueno, su segundo matrimonio con Magda Ritschel, que terminó siendo Magda Goebbels, es digno de una historia bizarra. Pero muchos alemanes ignoran también esto y pienso que es normal, porque les sitúa en una posición de permanente confrontación con su identidad. En todo caso, los Quandt ejemplifican el oportunismo de estar ahí para enriquecerse.

-La mayoría de ellos, sin embargo, tenían esclavos y presos políticos y de guerra trabajando en sus fábricas por nada.

-Miles de trabajadores forzados en las empresas de baterías de Berlín, se aprovecharon de empresas de Francia y robaron las suyas a los judíos. Ellos lo encarnaron como nadie. Y no es cierto que se hicieran ricos durante el Tercer Reich. La mayoría de las familias de las que hablo, salvo los Porsche, ya lo eran. Pero a partir de 1941, cuando se produce la invasión alemana de la Unión Soviética, todos los hombres deben ir al frente de guerra y en la retaguardia no queda nadie para trabajar. Así que Hitler idea el mayor programa de trabajos forzados que el mundo haya visto, movilizando entre 12 y 20 millones de europeos deportados a las fábricas y las minas. Había de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Polonia... porque Hitler despreciaba a los eslavos. Los Quandt se calcula que ellos solo explotaron a 60.000 personas y que desarrollaron su propio campo de concentración. Henrich Flick, que fue imputado y preso en Nuremberg explotó a unos 100.000 personas en sus minas y fábricas. Y la colaboración de ambos con las SS en los campos de concentración era constante. Casi cada campo tenía una empresa asociada: Dachau y BMW, Auschwitz con IG Farben, Sachenchausen con Daimler-Benz, Ravensbrück con Siemens y Neuengame con Volkswagen (Porsche) y Dr. Oetker. Todos tenían acuerdos con las SS para obtener presos de los campos de concentración baratos. Les pagaban a cambio de prisioneros. Era un sistema

-Muchos de los descendientes dicen que sus ancestros no tenían elección. O te unes a los nazis o te destruían. ¿Eso era cierto?

-No. Después de la guerra, durante la desnazificación, todos decían que eran “apolíticos”, o incluso “anti nazis” y que apoyaban la resistencia... pero no era cierto. Por ejemplo, Fritz Thyssen, cuyo hijo hizo en esta ciudad en la que estamos un gran museo, él fue uno de los más grandes apoyos de Hitler en 1925. Llegó a ser un miembro del partido nazi y votó en el parlamento en contra de la ocupación de Polonia que empezó la guerra. Y claro, tuvo que volar a París huyendo y fue arrestado y enviado detenido cuando los nazis toman Francia. Así que había elección y por supuesto, consecuencias. Es comprensible que, en nombre del instinto de autoconservación, uno se inclinara por el oportunismo como los Flick o los Quandt, pero siempre había opciones.

-¿Diría que las dinastías que triunfaron eran nazis de convencimiento?

-No... las familias de las que hablo son oportunistas. Lo habían hecho en cualquier sistema político. Nunca habrían hecho nada que beneficiase a los nazis pero no a ellos mismos. Solo querían expandir su negocio.

-En los años 90, muchas de estas familias hicieron un reconocimiento del daño causado. ¿No fue completo o sincero?

-No era sincero, claro que no. Porque, en mi opinión, aquello fue un acuerdo entre el estado alemán y el estadounidense por que el que las compañías alemanas pusieron más 5.000 millones de euros en una fundación destinada a reparar a las personas forzadas a trabajar. Pero la mayor indemnización que pagaron a una persona fueron 7.600 euros o algo así. Y en ese acuerdo las compañías no tuvieron que admitir ninguna culpa o responsabilidad. No hubo un acto moral por los crímenes. Segundo, porque ya en este siglo, muchas empresas hicieron algunos estudios académicos encargados a historiadores encargado de investigar el pasado de las empresas y determinar qué sucedió. Pero bueno, el resultado fueron miles de páginas en alemán académico imposibles de digerir, a las que no se le dio publicidad y que quedó para círculos académicos. En paralelo, estas enormes empresas pusieron en marcha, fundaciones globales, premios periodísticos, cursos académicos... toda clase de acciones de relaciones públicas para calmar las investigaciones.

-Contactaste a los descendientes pero no tenían muchas ganas de hablar.

-No, la verdad. Apenas alguno que decía generalidades como “bueno, mi abuelo era genial y nos dio mucho más que riqueza” y cosas como “se cometieron horribles crímenes en ese tiempo” que no son más que vaguedades. Casi todos los portavoces de estas empresas y familias han ignorado o esquivado mis peticiones, claro.

-¿Tienes alguna esperanza de que, casi un siglo más tarde de los hechos, puedan hacer unas sinceras disculpas?

-Pues... diría que sí. Creo que si quieres que algo se haga el camino más recto e sla presión de la opinión pública. Ojalá que libros como este ayuden a ello.

-¿Sería suficiente con un comunicado o una declaración pública de responsabilidad?

-No creo. Me parece que deberían ser transparentes si quieren seguir utilizando ese nombre de la familia o de la empresa en campañas de filantropía, debería estar claro su papel en los crímenes de guerra que cometieron. Así que deberían tomar responsabilidades concretas por sus actos, no un comunicado de “mea culpa”. Asumirlos. Pero no quieren porque su identidad corporativa y el nombre familiar es un negocio multimillonario. Eso, y que están mal aconsejados: cuando eres millonario, estás acostumbrado a que los que te rodean sean personas que te halagan y te dan a razón.

-Pregunta cuestión filosófica, como periodista de negocios y después de escribir este libro, ¿diría que hay una manera justa, legal, limpia y ética de construir una fortuna?

-No la hay. No. Porque no importa a lo que te dediques, ya sea la banca, la tecnología, la industria, lo que sea, siempre hay alguien que pierde y no suscribiría exactamente lo que decía Balzac, “Cada fortuna empieza con un crimen”, pero si pienso que en el proceso de crearla, casi siempre se comete un crimen ya sea de naturaleza penal o de materia moral.

-¿Cuál ha sido la recepción en Alemania del libro?

-Muy bien. La verdad es que saben mucho de esta parte de la historia pero de una forma reflexiva. En Inglaterra se ha tratado casi como un argumento a favor del Brexit para justificar con otra tontería que en Alemania todavía quedan nazis, lo cual es una bobada. Pero en Alemania lo han tratado con mucho contexto y sosiego. La recepción en términos de prensa ha sido muy buena.