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“Madrid, 1945″: Andrés Trapiello llega hasta el fondo del asesinato de dos falangistas por la guerrilla comunista

Una «guerrilla urbana» cometió un atentado que tuvo repercusiones en la Historia y el futuro del régimen franquista en unos sucesos que Andrés Trapiello ha logrado completar 20 años después
La Razón

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Todo sucedió en el barrio de Cuatro Caminos, en la periferia del Madrid de la posguerra, en 1945. Un comando de «guerrilleros urbanos» comunistas entra en la subdelegación de la Falange y asesina a dos miembros del partido. El suceso, aireado por el franquismo, provocó la mayor manifestación de apoyo al régimen desde el final de la guerra. Más de 300.000 personas en un Madrid famélico salieron a dar su respaldo a Franco en un suceso determinante para el mantenimiento del general en el poder. Sin embargo, los hechos cayeron en el olvido y ocultaban una historia apasionante que se puede leer completa en «Madrid 1945», escrito por Andrés Trapiello, la culminación de un trabajo que empezó hace dos décadas.
Pero esta es también una historia tan inverosímil que no se ve en las «novelas malas ni en las buenas» en palabras de Trapiello, que es aficionado a buscar en los libros de viejo en la Cuesta de Moyano, en Madrid. Un día rebuscaba en unas carpetas de documentos que su amigo Alfonso Ruidavets había comprado porque están fechadas en abril de aquel año y ese es el mes del libro. Las tiene el librero por apurar las posibilidades de que haya contenido o documentos de interés para los bibliófilos, su público predilecto. El escritor se encuentra con un legajo muy llamativo. En la cubierta, pone: «Dirección General de Seguridad. Comisaría General político-social», un remitente que enciende las alarmas de cualquier historiador. Más abajo puede leerse: «Delitos contra la seguridad del Estado. Actividades comunistas de Madrid». Trapiello, incrédulo, no se resiste a abrir el expediente y leerlo. En él encuentra diez fotografías con sus respectivos nombres, pero ninguno le dice gran cosa. Quiere comprarla pero el librero se niega. Accede a que tome notas, pero el escritor tiene que marcharse con las manos vacías. Sin embargo, excitada su curiosidad y con el anzuelo en la tráquea, inicia su investigación. Va tirando del hilo y descubre que, al menos algunos de los nombres que aparecen en ese dossier son los de los comunistas que cometieron un atentado en 1945. Es extraño, porque aquellos sucesos nunca aparecen en los libros con demasiada trascendencia, dice Trapiello, porque la historia «siempre se escribe desde el presente». De aquella investigación, el escritor publicó un reportaje en prensa y un librito, «La noche de los Cuatro Caminos» (2001), que despertaron interés pero que tenían demasiadas lagunas y cabos sueltos. Hasta ahora.
Pequeña y gran historia
De hecho, aquel libro apareció sin apenas información alguna de cuatro de los detenidos y procesados por aquellos hechos. Trapiello no encontró nada en su primera búsqueda, pero, andando el tiempo, con la digitalización de muchos de los archivos principales y con la apertura de otros que estaban vetados a los investigadores, como los del Partido Comunista de España (PCE), el escritor ha completado un puzzle fascinante. Tanto, que no ha podido evitar escribir un «relato literario ajustado a los hechos», una suerte de novela en la que no hay «ni un gramo ni un átomo de ficción» acerca de lo que sucedió antes y después de la noche del 25 de febrero de 1945. Un libro que va, como dice el editor Emili Rosales, de la «pequeña historia» de las vidas de los protagonistas de los hechos y que tienen repercusiones en la gran historia de la geopolítica y las grandes potencias mundiales.
«Este es un relato literario ajustado a los hechos. No hay ni un átomo de ficción», dice Andrés Trapiello
El escritor comenzó por investigar a todos los protagonistas, «tanto las diez víctimas (seis de ellos fueron condenados a muerte) como de los victimarios» y se puso en contacto con sus descendientes. Para esta nueva versión del libro, encontró los «informes de los camaradas» de las cuatro personas de las que no había rastro hace 20 años. «Yo pensaba que se debía a que eran policías infiltrados, informadores o delatores. Los círculos comunistas, por entonces, estaban infiltrados por todas partes. Pero descubro que no. Se trata de cuatro comunistas que son al mismo tiempo agentes dobles al servicio de la embajada estadounidense», revela Trapiello. «La Policía les ha detenido y les ha torturado en la DGS. Dos están condenados a muerte. Sin embargo, una noche, una mano misteriosa abre sus celdas y les ayuda a salir. Creen que es una trampa para matarles, pero no lo es. Pasan varios días escondidos en Madrid y un agente identificado de la inteligencia –la pre-CIA– les conduce hasta a Lisboa. De ahí, a Nueva York, sin documentación alguna. Y, pese a la oposición de las autoridades, entran en México, donde los comunistas en el exilio les preguntan qué han hecho, qué precio han pagado para salir libres». Por poco menos que una sospecha, el Partido Comunista asesinaba a los traidores. Pero ellos salen indemnes.
Las repercusiones
Los sucesos, como decía Rosales, tuvieron una trascendencia en la gran política. La idea que quería difundir la República en el exilio era que en España todavía se libraba una guerra civil. Esa era, de hecho, la función del maquis y la toma del Valle de Arán en 1944 por parte de la guerrilla republicana. Sin embargo, mientras que el régimen ocultaba las acciones guerrilleras en la Prensa, hace publicidad de la brutalidad de la muerte de dos inocentes y consigue darle la vuelta a lo que pretenden los comunistas: la manifestación popular en las calles fue una demostración de apoyo Franco ante el exterior. A partir de ese momento, la postura de los aliados fue claramente partidaria de la no intervención en España. «Preferían a Franco que a los terroristas, como dijo Churchill en el Parlamento inglés», señala Trapiello. Cuando termina la guerra, los aliados, que habían apoyado a los republicanos, bajan los brazos.
La historia de los protagonistas de estos hechos es apasionante y están cruzadas por el idealismo tanto como el fanatismo. Trapiello trata la narración con crudeza y realismo y pinceladas de historia de España que contextualizan los hechos. Madrid es más que un decorado. El barrio de Cuatro Caminos aparece como un paraje desolador, periférico, sumido en un terrible invierno. Allí, el comando comunista se reúne junto a una atracción de feria, ubicada en la calle Lérida: unos barcos voladores, que son una metáfora. «Son como España, que trata de volar y de despegar, pero la barca está anclada a un centro que las devuelve a la situación de origen constantemente». Un movimiento pendular que se parece mucho a nuestro país. También está el siniestro edificio donde todo sucede y que Trapiello llegó a visitar aunque pensaba que había sido derruido. Un hotelito del distrito de Tetuán que primero fue checa y luego cuartel de Falange y pasó por diversas manos que nunca se atrevieron a abrir el tabique que condenaba el acceso al sótano. Por las sorpresas desagradables que pudieran encontrarse.
«La memoria no es democrática porque es una cualidad personal. Hay que ir caso por caso».
Estos sucesos plantean incertidumbres para el escritor en términos memorialísticos. ¿Cómo consideramos a la guerrilla? «Si el maquis son luchadores por la libertad y la democracia, los dos asesinatos de Cuatro Caminos, serían justos. Pero si no es así, los nombres de estas personas no deberían estar en el memorial de Manuela Carmena, como sí fueron incluidos. Tendrían que explicar que aquellas dos personas fueron bien asesinadas. Este es un dilema que no sé resolver. Muchos de los que participan aquí vienen del Sur de Francia, donde están combatiendo contra los nazis con las mismas tácticas y por los mismos hechos son condecorados allí». Para Trapiello, la memoria «es muy traicionera y lo que he aprendido es que nos podemos acercar mucho a la verdad, pero no la tiene nadie en exclusiva». «Por tanto, la memoria no puede ser democrática –como se titula la Ley en trámite por el Gobierno–, es un oxímoron porque se trata de una cualidad personal que permite compartir relatos, pero eso exige una voluntad no sectaria. Hay que ir caso por caso», sentencia Trapiello. «Yo quería contar hechos reales, por eso no puedo ni quiero llamar novela al libro. Cuando digo que el PCE pagaba mil pesetas por cada muerto, quiero que se sepa que es verdad. Si digo que los guerrilleros se quedan con la mitad del botín de los golpes que dan en beneficio del partido, es que es así. Si digo que la Policía tenía contratado a un boxeador profesional para torturar porque se cansaban de dar puñetazos, quiero que se sepa que es que es real».
Por cierto, el autor asegura que, desde hoy, un archivo público custodiará la famosa carpeta, que ayer presentaba con orgullo ante la prensa. Irá a parar a los Archivos de la Comunidad de Madrid. «Lo importante es que se sepa la verdad».