Pintura

Los Brueghel, una saga que hizo del arte una marca

El Palacio de Gaviria reúne hasta el 12 de abril un centenar de obras de esta prolífica familia junto a piezas de artistas flamencos como El Bosco o Rubens.

La exposición recoge un centenar de piezas, de las cuales un 80% están firmadas por uno de los miembros de la dinastía, como es el caso de la obra en la imagen sobre estas líneas
La exposición recoge un centenar de piezas, de las cuales un 80% están firmadas por uno de los miembros de la dinastía, como es el caso de la obra en la imagen sobre estas líneaslarazon

El Palacio de Gaviria reúne hasta el 12 de abril un centenar de obras de esta prolífica familia junto a piezas de artistas flamencos como El Bosco o Rubens.

Mientras Miguel Ángel exaltaba la belleza del hombre y Rafael retrataba a los italianos de la época, en Holanda se desarrollaba el arte flamenco. Rubens, Van Eyck, Van der Weyden y El Bosco, entre otros, fueron algunas de las figuras clave de una corriente que pintaba a las personas como portadoras de las ideas de la época. Pero no todos lo hicieron así, pues hubo una serie de artistas –que además, eran familia– que apostaron por dejar el cuerpo a un lado para que la idea la transmitiese el entorno, la naturaleza, las flores y las costumbres. Se trató de la dinastía Brueghel, una serie de pintores cuya herencia o legado era el talento que se transmitía entre padres, hijos, nietos y bisnietos. Ahora, su obra se reúne entre los muros del Palacio de Gaviria en «Brueghel. Maravillas del arte flamenco», una exposición que, a través de un centenar de piezas, reflejan no solo el trabajo de esta dinastía, sino también sus influencias a partir de artistas coetáneos que, en conjunto, dejaron huella en la historia del arte europeo entre los siglos XVI y XVII. «El hombre sigue presente, pero ya no es el centro de la obra, lo cual supuso una novedad en una época en la que en Italia los artistas tenían el cuerpo como absoluto protagonista», explica Sergio Gaddi, comisario de una exhibición que ya ha pasado por ciudades como Roma, París o Tel Aviv.

Sin entrar en detalles genealógicos pues, apunta el comisario, resultaría «complicado», los protagonistas de esta dinastía cuya obra ahora se reúne en el espacio madrileño hasta el 12 de abril son siete. El primero, quien inició esta andadura en la pintura que más tarde repitieron sus generaciones siguientes, fue Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569), seguido por sus hijos Pieter el Joven y Jan el Viejo, así como por su nieto Jan el Joven y sus bisnietos Ambrosius, Jan Pieter y Abraham Brueghel. «Los hijos siguieron los pasos marcados por Pieter el Viejo», comenta Gaddi, «pero la fama de éste deriva del trabajo de sus herederos, que trabajaron los mismos temas y lo dieron a conocer más allá del pequeño círculo inicial, por lo que se puede considerar que fue un trabajo colectivo». Además, aunque los herederos continuaron trabajando en la corriente artística flamenca en una época en la que la influencia del renacimiento italiano era notoria, no hubo tanta repetición como desarrollo de este estilo. Así lo ha aclarado el comisario, quien dice que aunque los hijos «copiaban» lo que veían pintar a sus padres, «esto no es señal de más o menos calidad», sino que era prueba de que la familia decidió apostar durante años por acabar lo que empezaron sus padres o abuelos.

Bodegones y mercaderes

La muestra se divide en siete secciones que reflejan los grandes temas que trató cada miembro de esta dinastía. En la primera sala del Palacio de Gaviria, el público verá retratada la moralidad y la justicia a través de obras en las que se ve claramente la influencia de El Bosco –está expuesta su obra «Los siete pecados capitales»– en Pieter el Viejo, cuya visión y estilo provocó que se le conociera como «segundo Bosco». A continuación, la belleza de la naturaleza, la nieve del invierno y las alegorías a conceptos abstractos como la paz, el fuego o el oído, se exponen en un recorrido que culmina con bodegones y otras obras que retratan tanto los aspectos sociales como económicos de entonces. Ejemplo de esto último es la obra «Camino del mercado», de Jan Brueghel el Joven, que refleja a Amberes como el nuevo centro económico occidental de la época. Todo ello, en una mezcla de nombres y fechas necesaria para entender cómo los Brueghel desarrollaron el arte flamenco con el paso del tiempo como principal testigo.

La exposición contiene tanto pinturas como grabados –entre los que destacan los de Jan el Viejo–, sumando un total de 80 piezas de los miembros de la dinastía que cuelgan de las paredes junto con obras de El Bosco, Rubens o miembros de la familia Teniers, entre otros. Todo ello, en un contraste en el que el objetivo es reflejar las diferentes versiones que cada artista le dio a la misma realidad a través de la exaltación del color y de técnicas propias de la influencia renacentista entonces incipiente.

Aún siendo complicado detallar quién fue quién y quién pinto qué, la muestra refleja claramente cómo los Brueghel contribuyeron al diálogo entre artista y público que tanto define al arte flamenco. Para Gaddi, lo que pintaron alude a «temas universales de la historia de la humanidad», así como relaciona el imaginario de estos artistas con «el espíritu de su tiempo» así como retrataron el gusto y la sensibilidad que entonces «era común en toda Europa». Escenas de vida cotidiana, pero que apelan a la belleza, a las costumbres de la Holanda de la época y, a veces, con trazos de mitología.