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Selvático Animal
Mäbu: "Las ideologías nos cierran mucho la mente"
La banda Mäbu presenta "El sonido de una tierra escondida", disco con el que emprenden una gira que arrancará el 10 de enero en Salamanca

Mäbu acaba de publicar el disco «El sonido de una tierra escondida», el cuarto de estudio de su carrera, el cual defiende en las entrevistas María Blanco Uranga, su frontispicio y la autora de todas las canciones. Le digo de entrada que Wikipedia sostiene que Mäbu hace pop onírico, ¿se puede saber qué es eso? «Esa es una etiqueta que alguien nos puso porque hay una en inglés que es “dream pop” –explica–, y se podría decir que nosotros tenemos un fuerte empeño en hacer de las canciones algo ensoñador. Nuestras melodías y letras van un poco dirigidas a evocar imágenes y sentimientos, obviamente desde nuestra capacidad personal. Pero sí que es verdad que se nos ha dicho mucho que nuestros conciertos, o la manera que tenemos de transmitir esas canciones, llevan un poco al ensueño, a soñar. Es un pop bastante melódico, con producciones etéreas y sonidos espaciales».
El cabaret y el cine están muy presentes en lo que hacen, lo que da a entender que Mäbu es más disfrutable en directo que para ser escuchados en casa: «Muchísimo más. Para nosotros el disco es una excusa para salir a tocar, eso lo tenemos clarísimo. Porque la música está viva. Y no queremos decir con esto que los discos no sean una buena carta de presentación. Pero, por ejemplo, en el caso de este, y también con el anterior, incluso con “Décimo. Directo en Estudio Uno”, hemos llevado el sonido del modo más fiel posible a lo que somos en directo».
"No estamos muy dentro de la industria, a pesar de adaptarnos bastante bien a ella"
Esta banda lleva ya 17 años de vida, desde 2008, con un saldo de cuatro discos de estudio, uno en directo y tres EPs. ¿Se puede decir que son indolentes o se consideran productivos? «Ja, ja, ja. No, no somos productivos –reconoce–. Nos gusta hacer las cosas con tiempo y con presencia. No estamos muy dentro de la industria, a pesar de adaptarnos bastante bien a ella. Como, por ejemplo, con esto de hacer lanzamientos de canciones antes de la salida del disco. Pero no nos gusta sobreproducir, no tiene sentido. Cuando nos apetece y tiene sentido, nos lanzamos a hacer un disco. Somos un grupo muy de nuestro estilo de vida, que es salir a tocar, y podemos alargar un disco muchísimo tiempo. Mientras lo podamos seguir tocando y podamos seguir haciendo versiones de esas mismas canciones, de una forma o de otra… Eso es lo que nos mantiene vivos». Han declarado que prefieren ser cabeza de ratón, como el título de uno de sus sencillos, que cola de león, lo cual es toda una declaración de principios. ¿Significa que reconocen las propias limitaciones? «Sí, eso es reconocer limitaciones –asiente–, pero también nuestros avances y proezas. Reconocernos en lo bueno y en lo malo. Ponerlo en su sitio, darle un valor y llevarlo por bandera».
Hija de músicos
Mäbu son las siglas del nombre completo de María Blanco Uranga, y ella es la compositora total. El grupo parece una excusa para dar a conocer sus inquietudes, ¿por qué no ejerce de solista, acaso necesita un andamiaje, un flotador, una ayuda extra? «Necesito apoyo, sí, una ayuda. Mäbu nació con mis propias inquietudes, con mis letras y mis melodías, pero yo sola no puedo. Y no me gusta, además. Me gusta que haya alguien pensando más allá de lo que pueden dar de sí las canciones y tocar con más gente, estar rodeada y bien asesorada, y eso es lo que me aportó desde un principio Txarlie [Solano], el otro cincuenta por ciento de Mäbu. En un grupo tiene que haber alguien que componga y proponga las melodías, y otros que hagan las estructuras de los temas, las armonías, las producciones. Nosotros no contratamos a ningún productor externo que haya hecho discazos que nos hayan gustado muchísimo; hacemos un producto bastante artesanal, con nuestras ideas y nuestros propios medios. Y así hemos conseguido que haya gente a la que les gustamos mucho y otra que nos vea limitados, pero esa es la magia de Mäbu. ¿Es saltar con red? Puede ser. Y sí, saltamos a la piscina con agua».
"Recuerdo tomar la decisión de querer hacer mis propias canciones, y eso se salía un poco de lo que ocurría en casa"
María es hija de Sergio y Estíbaliz, dos cantantes que forman parte de la memoria sentimental de este país. ¿Tener padres músicos hizo que desde pequeña supiera lo que quería ser de mayor? «Ser hija de músicos hizo que no me planteara muchas cosas. Para mí fue algo bastante natural dedicarme a la música. Lo que sí recuerdo es tomar la decisión de querer hacer mis propias canciones, y eso se salía un poco de lo que ocurría en casa. Porque las canciones de Sergio y Estíbaliz están compuestas por muchas personas: Perales, Juan Carlos Calderón... Eran intérpretes, no compositores. Esa inquietud estaba en mí, porque tuve muchas propuestas para cantar canciones no escritas por mí y me acuerdo que tuve eso muy claro. Pero si a mis padres les hubiera dicho que quería ser abogada, lo habrían aceptado igual».
Vivimos un momento, en lo político, especialmente crítico: la ciudadanía está realmente harta de los políticos, da igual que sean de un lado o del otro. Está ahí, vivísima, la sensación de que no nos representan, de que trabajan por y para ellos, por sus intereses. ¿Qué relación mantiene María con la política? «En mi cancionero hay más espiritualidad que política –responde rotunda–. Y en lo personal me cuesta mucho identificarme con una ideología política, porque creo que las ideologías nos cierran mucho la mente. No me suelo mojar, pero es que no tengo ninguna a día de hoy. Siento que nos entretienen con cosas superficiales y no con las que realmente son importantes en la vida. La política me causa bastante rechazo por, como te digo, las chorradas con las que nos entretienen. No se habla de tener un pensamiento crítico; nos confrontan. Ahora mismo, el sistema político nos tiene bastante posicionados. Aunque creo que somos bastantes los que no nos posicionamos, y que no nos atrevemos a dar nuestra opinión. Y como no nos atrevemos a dar nuestra opinión en una cena de Navidad, tampoco la voy a dar aquí, porque tampoco tengo una opinión clara. Me está costando muchísimo situarme, sinceramente, no tengo una ideología clara. Pero sí siento hartazgo, por supuesto. Siento que vamos como pollo sin cabeza», concluye.
Imagina un bosque
Por Javier Menéndez Flores
Imagina un bosque. Hay olores que se pueden ver. Abrazada por un verde total, desmedido, por un lugar que respira como tú y como yo y que, de igual modo, sangra, María juraría que sus pies se hunden profundo en la tierra mientras le ensordece un aleteo de ramas que tal vez sea un lamento o una queja o una simple conversación entre iguales. Y es de noche cuando, ahí en medio, solísima, el miedo se desata, ya que al marcharse la luz cualquier cosa puede ocurrir aunque nada suceda. No hay terror mayor que el de la imaginación desembridada, pues, al igual que el sueño de la razón, fabrica monstruos.
Y es por eso que decides encomendarte a la fantasía y, sin moverte un centímetro de donde estás clavada como una piqueta, comienzas a dibujar cumpleaños felices, dragones, cartas astrales, ruidos. El sonido de una tierra escondida es fácil de hallar si te desnudas de todo lo superfluo. Ser ajena al tiempo, desoír el grito tiránico de las modas, salirte de un volantazo de la carretera principal, ese es tu norte. Lo que todos rezan al unísono se diluye sin remedio y desaparece, es como si jamás hubiese existido. Volar por libre, en cambio, puede acercarte a la intemporalidad y a un modo de estar en el mundo a salvo de grilletes.
Bilbao tiene las manos heladas y, fíjate bien, una sonrisa ancha en el rostro. Y si has de confesar cuál es tu patria, no dudas ni un instante que un pedazo fundamental de ella lleva ese nombre. Y ha llegado septiembre a Sopelana y en sus acantilados de película te has sabido una cometa loca y un frisbi y hasta una nube. No hay forma de contar las pipas que devoraste mientras te preguntabas qué te iba a deparar el futuro o contemplabas sin más el mar, que es una bestia que duerme como los gatos pero cuando despierta y se agita puede ponernos en un serio aprieto. Y en Madrid había un jardín con un pozo en el que dos niñas que compartían sangre jugaban hasta el agotamiento. Eran los días sin márgenes de la infancia, espejos como láminas de agua que te devolvían pura y azul.
Para vivir ya tienes tus ganas desbordantes y a Pablo Milanés. Y hay un boxeador, un luchador aturdido, en la cabeza sufriente de Paul Simon y en las de todos los que entendimos que la música carece de edad, como las piedras y los ríos, y es la única alfombra voladora a la que podemos aspirar. Y cuando quieres volverte invisible te pones los cascos y sacas de su jaula el «Animal instinct» de Cranberries. Y te cuenta Txarlie que a él le pasa lo mismo con «Cinema paradiso» (Pat Metheny), con «Impossible Germany», de unos tales Wilco, y con el «Don’t give up» de su majestad Peter Gabriel. Todos nosotros tenemos una historia que no hay forma de desvincular de ciertas canciones y la cual revela aspectos desconocidos como no lo logran, ni en sueños, los horóscopos.
Hay procesos de despedida que uno sabe cuándo arrancan pero no cuándo concluirán. Y en tu bola de cristal sigues viendo al hombre sabio y le susurras que si no va a quedarse, si no va a llevarte (más) al mar, que deje al menos que le cantes hasta el fin. Tu buenaventura va ligada a su nombre. Adelante, María: cierra los ojos, abre la boca y nota cómo entra en ti todo ese caudal de vida. Es sencillo, ¿a que sí? Ya ves: para dar con una isla desierta solo tienes que imaginar un bosque.
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