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Granada

Madrid, capital de ida y vuelta

Felipe II fue conocido como el Prudente y también como El Demonio de Mediodía
Felipe II fue conocido como el Prudente y también como El Demonio de Mediodíalarazon

Una de las tradiciones más peculiares de la corte española era su carácter trashumante. Cada monarca tuvo predilección por una ciudad. Enrique IV por Segovia, Isabel por Granada, Carlos I por Toledo y Valladolid. Felipe II, sin embargo, eligió Madrid como ciudad de asiento y corte. El libro de Alfredo Alvar Ezquerra, «Madrid, corazón de un imperio 1561 y 1601-1606», es una recopilación de artículos que desvelan las causas y repercusiones de los traslados de la capitalidad, de Toledo a Madrid primero, y de Madrid a Valladolid y vuelta, después. Alvar contextualiza los hechos históricos en la vida cotidiana de los ciudadanos vinculando la vida urbana y la cortesana. «El carácter itinerante de la corte viene de la época de la Reconquista, que obligaba a avanzar», comenta el autor. El libro analiza las causas del abandono de Toledo en 1561 y lo que supuso la mudanza: «Había que irse. Toledo era más ciudad que Madrid, pero había una gran conflictividad social. Era una guerra de todos contra todos y deciden el traslado. Felipe II se marchó por la insoportable vida que llevaba allí la corte. ¿Por qué elige Madrid? Era una villa tranquila –apenas ocho mil habitantes–, tenía el Alcázar y cazaderos reales, estaba próxima y equidistante a lugares tradicionales y se ajustaba al proyecto del rey de planificar un centro político en el centro geográfico. Además, decide la construcción de El Escorial».

El traslado, que movilizó a todos los pueblos del camino entre Madrid y Toledo por la necesidad de carros, acémilas y personal, supuso un cambio importantísimo para Madrid en todos los ámbitos, sobre todo el demográfico. Entre administrativos, militares... la corte conllevaba unas ocho mil personas: «Duplicó sus habitantes, lo que significó cambios estructurales profundos. Una ciudad nueva, pero sin diseño, lo que truncó el proyecto de 1565 de hacer una gran ciudad renacentista al estilo italiano. No se pudo por la urgencia y creció mal. Llegaban por encima de dos mil personas al año, con la peculiaridad de que Madrid no tiene río. Había que mover materiales, provisiones a carreta y es curioso cómo fue creciendo de espaldas al río y al cazadero de la Casa de Campo. Lo hizo de norte a sur y de este a oeste porque por ahí entraban los acuíferos canalizados por los árabes. En 1600, ya había noventa mil habitantes. La corte atrae a mucha gente que llena la ciudad de aprendices y de gente sin trabajo que fomenta la picaresca y la solidaridad».

Dos ciudades en una

Madrid eran dos ciudades en una: «Era villa y corte. No era una unidad, todo estaba duplicado, había regidor de villa y alcalde de casa y corte, jueces, cárcel y alguaciles de villa y de corte. Y así todo, tabernas, carniceros... con distintos impuestos cada uno. Esto trae tensiones que se resuelven casi siempre a favor de la corte porque es del rey, que está por encima de los villanos. La villa está pendiente de sus vecinos y la corte de los cortesanos», explica Alvar. En 1601 Madrid estaba sobrepoblado. El traslado de la corte a Valladolid fue una decisión del duque de Lerma. «Pretendía revitalizar la meseta norte y, de paso, apartarse de un grupo de presión antilermista. Lerma dominaba al rey Felipe III y es él quien decide irse. Madrid luchó –más que Toledo– para que volviese la corte. Cuando la situación cambia y el grupo antilermista "se limpia", decide volver». Y concluye el autor: «A partir de 1606 quedó clara cuál iba a ser la sede estable del rey».