Miradas cerveceras: diecisiete disparos que tiran a matar en PhotoEspaña
El festival de fotografía reúne a 17 Premios Nacionales en la exposición "Gigantes. Espacios, memoria y tiempo", celebrada en la histórica fábrica de cervezas Ambar de Zaragoza
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Caminamos por un lugar donde el andamiaje de la historia, la estética y la mística fotográfica se tocan y fusionan mientras la espuma de los vasos de cerveza se entibia y contrae y nos predisponemos a sentir, en un giro inesperadamente cortazariano, que eso es el tiempo. La armonía industrial del edificio centenario que rodeamos nos devuelve una imagen de traslación cinematográfica inevitable: podríamos estar pisando los adoquines irregulares en los que se proyectaba la suciedad imaginada de las nubes de contaminación que salía de los barrios obreros de Birmingham a principios del siglo XX; podría estar Tommy Shelby esperándonos con la mano apoyada en su inconfundible gorra con visera en la esquina que estamos a punto de doblar; podríamos presenciar una pelea entre bandas rivales coreografiada por Scorsese en mitad del Five Points más territorial; podríamos estar frente al escenario de «Germinal», con el eco de los gritos de la lucha de clases, las consecuencias del materialismo histórico y los anhelos de progreso rebotando en los ladrillos de las casas.
Incluso, si nos dejamos llevar por el divertimento especular de la sugestión y el sueño, sentir que podríamos habernos colado en el minuto exacto de rodaje de «Érase una vez en América» en el que se produce la muerte del pequeño Dominic, que estamos siendo testigos secretos de esa cámara lenta invadida por el sonido apoteósico de la banda sonora de Ennio Morricone cuando el cuerpo todavía tierno del niño se desploma con una bala en el estómago en mitad de un ambiente desdibujado por la bruma de las máquinas y las calles atestadas de ratas. Pero aparquemos los fogonazos de ficción inspiracional y aterricemos de nuevo en la realidad que nos ocupa. Aunque esa realidad también tenga mucho de alegoría.
Pese a que son nueve los años que la ciudad de Zaragoza lleva colaborando de manera activa e involucrada con el Festival de PhotoEspaña, nunca se había celebrado hasta la fecha una edición tan extensa y especial en la tierra de Labordeta. Un total de seis exposiciones distribuidas en diferentes espacios emblemáticos en las que se han implicado tanto las instituciones públicas como los principales agentes privados, inundan durante estos meses las vértebras patrimoniales de la urbe y mezclan visualmente paisajes, reportajes, abstracciones, fantasía, ironía y provocación con infinitas técnicas y en diferentes formatos.
Detenidos en «Gigantes. Espacios, memoria y tiempo», una de las seis propuestas artísticas mencionadas que estará funcionando hasta el 15 de octubre, abrimos bien los ojos para contemplar las fachadas imponentes de La Zaragozana, sede de la producción y elaboración de cervezas Ambar (que este año además actúa como patrocinador del festival), fábrica más antigua de España y enclave seleccionado para acoger la muestra. En el exterior de este histórico símbolo industrial ubicado en el barrio de San José, se despliegan en rigurosa ceremonia pantagruélica varias gigantografías impresas sobre grandes lonas amarillas contempladas obligatoriamente desde el patio y el exterior del edificio, así como en los muros y frentes que dan a las calles María Moliner y Ramón Berenguer IV. Las imágenes expuestas, cuyo formato de cartela promocional puede inducir al error de creer que nos encontramos ante la anticipación explicativa de la muestra y no frente al contenido completo de la misma, ascienden a un total de treinta y se distribuyen de manera libre entre los más de 160 metros cuadrados de fachada ofreciendo un llamativo e inusual recorrido a gran escala por más de medio siglo de creación fotográfica en España..
Todos estos pequeños momentos capturados con distintas técnicas, todas las escenas cotidianas de la España de posguerra, las miradas encriptadas de lo rural, el hedonismo cromático de los veraneantes, los paisajes vacíos, las imágenes coloreadas o la captación antropológica de otras culturas pertenecen a la obra de artistas galardonados con el Premio Nacional de Fotografía y privilegiadamente seleccionadas para la ocasión. «Era cuestión de tiempo que Ambar y la fotografía se encontraran, porque no hay nada más pequeño y grande a la vez que un instante fotografiado. Como proveedores de pequeños momentos con nuestra cerveza es un orgullo que nuestra fábrica sirva como soporte expositivo al aire libre de los grandes de la fotografía. Esta primera exposición es el comienzo de una, esperamos que larga, colaboración con el arte de la fotografía y su capacidad para capturar esos momentos», reconoce Enrique Torguet, director de relaciones institucionales, comunicación y ESG de Grupo Agora, dejando constancia de los matices más contractuales de la fusión.
Por su parte, el comisario de la exposición, José María Diaz Maroto, subraya las claves artísticas del recorrido invocando el recuerdo de aquellos nombres que ya no pueden contemplar la independencia adquirida de sus fotografías: «Me consta que todos los autores y todas las autoras que ostentan el Premio Nacional de Fotografía que no nos acompañan estarían orgullosos de ver sus obras en este lugar tan especial en el que lucen de manera absolutamente maravillosa, en este entorno industrial único. La fotografía cuenta cosas, la fotografía relata y de esta manera en este espacio, lo hace de una manera muy especial. El soporte teórico de la exposición es la ostentación del Premio Nacional, es decir, no hay una unidad temática pero sí están representadas prácticamente todas las formas y maneras de fotografiar», asegura.
Y así, entre la erotizada postura de la mujer rubia en Marbella de Carlos Pérez Siquier tomando el sol con la cara sepultada en maquillaje, los ojos negros atrapados en la sombra de García-Alix, las fascinantes procesiones zamoranas de los setenta de Rafael Sanz Lobato –cuya obra siempre fue referencia para la gran Cristina García Rodero–, la artesanía aséptica de los objetos vivos de Chema Madoz, las capturas antropológicas con vocación humanista de Gervasio Sánchez, la maestría retratística de Alberto Schommer o la sensibilidad aérea y fluida de Isabel Muñoz entre otras imágenes, nos despedimos de la ficción a la que empuja el entorno, para quedarnos con el espíritu y la belleza de las imágenes que la pueblan, porque ya lo advertía el propio Alix preguntado por el sentido anticipatorio de la fotografía: «La fotografía es un poderoso médium. Nos lleva al otro lado de la vida. Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras, siendo sólo presencia, también vivimos». Confiemos en que también allí, en ese otro lado, haya cerveza.