Bambino, el salvaje humilde
Mañana aterriza en cines «Algo Salvaje. La historia de Bambino», documental dirigido por Paco Ortiz y que narra la vida y obra del «artista de artistas», tal y como le definió Camarón
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El rápido pero sutil movimiento de su chaqueta al ritmo de unas caderas y talones incansables complementaban a su voz, única en la historia de la música. No en vano Paco Ortiz asegura que Bambino «es uno de los grandes cantantes, no ya del flamenco, sino de la música de la España del siglo pasado». «Es nuestro Elvis particular, es equivalente», prosigue el cineasta, «fue renovador, una persona que, si el flamenco siempre ha sido grande, supo ensanchar sus ejes, le dio nuevos horizontes y un aire fresco». A Ortiz le salen solas las palabras cuando se refiere al artista utrerano, y su fascinación hacia esta figura de tristeza perpetua, rey de las gasolineras y dios de las fiestas –fuera ante aristócratas o prostitutas–, la refleja en el documental que dirige y guioniza: «Algo Salvaje. La historia de Bambino», producido por José Carlos de Isla y que aterriza mañana en las salas.
La cinta abarca desde Utrera hasta Madrid y Barcelona, desde el niño soñador Miguel Vargas Jiménez hasta el adulto incombustible Bambino, desde (y sobre todo) su época de esplendor, hasta el cáncer de garganta que prefirió no combatir: «Tenía una impronta personal única, hasta el punto en que él decide hasta cómo morir, porque tuvo la posibilidad de operarse y salvarse, pero decidió no hacerlo». Porque, sin cantar, Bambino no era nadie, no le encontraba el sentido a la existencia. Él mismo aseguró al final de su vida, en su vuelta a su amada Utrera, que «estoy cansado de actuar, pero de cantar no». «Siempre fue lo que quiso ser», dice Ortiz, «prefería no actuar en televisión si tenía que hacer playback, mientras que otros artistas suelen plegarse a esas condiciones». Y es esa libertad la que Ortiz celebra de su figura: «Él hizo lo que deseó, y ni aunque viviésemos nosotros tres veces más podríamos superar la intensidad con la que vivió él».
Rompió los moldes del flamenco, pero también del clasicismo que lo rodeaba. «Fue bisexual en una época donde estaba la cosa muy mala para admitirlo», explica Ortiz, «por el régimen y, además, siendo gitano, etnia que aún tiene menos superados esos aspectos». Pero era su voz desgarrada, su potente talento, los que le permitieron arrasar pese a todo obstáculo. De hecho, «lo que hemos querido reflejar en el documental es al artista», continúa el director, «es interesante conocer a la persona en la medida en la que influye en su arte, cómo la sexualidad, por ejemplo, intervino en sus capacidades creativas, pero su intimidad no nos afecta».
Bambino fue, por tanto, un rey sin reino, la estrella más resplandeciente de un cosmos llamado flamenco, un humilde salvaje y, como resumiría el propio Camarón de la Isla, «un artista de artistas». Su obra fue su vida, y aún siendo clave en nuestra música nunca llegó a ser realmente tan popular. ¿Fue su singularidad la que le hizo difícilmente reproducible? ¿O su afán por cantar, independientemente del dinero? Son preguntas que, en el documental, se plantean a todo tipo de personas que, de alguna manera, conocen el mundo de Bambino. Entre las declaraciones, dice Ortiz que «tenía que estar su familia, y parte fundamental también son los músicos que estuvieron en su apogeo, así como los que no le conocieron pero sí le profesan gran respeto». Y, «para dar una versión más objetiva, hemos contado con periodistas, filólogos o antropólogos, porque queríamos ver las luces y las sombras, aportar una visión de Bambino muy completa». Así, desde Los del Río hasta Antonio Carmona, pasando por José Merce, Enrique Bunbury o la hija del compositor Alfonso Santisteban, la cinta resume la fiesta infinita de un genio irrepetible.